FERNANDO ÓNEGA
Cuando Pedro Sánchez regresó triunfante a la dirección del PSOE, hizo que en los atriles y en la cartelería figurase un eslogan: «Somos la izquierda». Era su carné de identidad política, que mostraba con un objetivo: reconquistar el espacio que le estaba arrebatando Pablo Iglesias. Al decir que el PSOE era la izquierda reivindicaba la ideología histórica de su partido frente a unos usurpadores recién llegados, con mucha labia y poco pedigrí. Ahora, cuando Pedro Sánchez dirige y ejecuta la política del Gobierno que preside, muestra también todas las señas de identidad de la izquierda, pacta o intenta pactar con partidos de esa ideología y hace mítines de los que antes hubiésemos llamado «rojos».
Por eso resultó tan sorprendente escuchar cómo declaró a la agencia Efe que él quiere representar a la socialdemocracia y al liberalismo. Se podría pensar que el señor Sánchez se reencontró esta Navidad con Indalecio Prieto, que dijo una de las frases históricas: «Soy socialista a fuer de liberal», pero el presidente va más lejos. Dice que Ciudadanos abandonó el liberalismo por su pacto andaluz, dejó libre ese campo y él se dispone a ocuparlo. Le faltó añadir aquello de «soy liberal de toda la vida».
Quiso la casualidad que al mismo tiempo su número dos, José Luis Ábalos, publicó un artículo reclamando el centro político para el Partido Socialista y la primera conclusión es obvia: estamos ante una estrategia de largo alcance. En vista de que España gira a la derecha, el PSOE hace lo mismo. En vista de que la socialdemocracia alcanzó su techo electoral, incluso en las encuestas del CIS de Tezanos, el PSOE quiere probar fortuna asociándose al centrismo y al liberalismo. Con ello sueña con matar dos pájaros de un tiro: arroja o intenta arrojar a Albert Rivera a la derecha, como si fuese un Pablo Casado cualquiera, y busca o trata de buscar un nuevo caladero de votos.
La operación sería inteligente si fuese creíble. Pero, para ser creíble, necesita ser acompañada por los hechos. Necesita dejar de calificar a sus Presupuestos como de izquierdas y, desde luego, que no sean fruto de un pacto con Podemos. Necesita que sus socios no le estén reclamando (y él concediendo) unas cuentas públicas y unas acciones de gobierno de izquierda. Necesita un discurso menos radical y más respetuoso con las ideologías conservadoras. Necesita una política fiscal que anime y no asuste a la inversión privada. Necesita menos fundamentalismo en la doctrina oficial del PSOE y abrirse a la discrepancia, que eso sí que es ser liberal. Y necesita que el plan económico en que trabaja esté más cerca de Rajoy que de Iglesias o Garzón. Y todo está por ver. De momento solo parece una argucia electoral.
?Sueña con matar dos pájaros de un tiro: arrojar a Albert Rivera a la derecha, como si fuese un Pablo Casado cualquiera, y tratar de buscar un nuevo caladero de votos