CRÓNICA DE JOSÉ JUAN CANO VERA, DESDE LA LÍNEA

 

LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN, EN LA FRONTERA COLONIAL BRITÁNICA, la boca de un polvorín de explosivos altamente letales. Otro, esta vez al sur de España en las fronteras y territorios minados de Gibraltar, Céuta, Melilla, Algeciras, La Línea, San Roque, Alhucemas. Tetuán , Tánger y las autovías del Mediterráneo y Norte, hacia el País Vasco. Camino de Europa, destrozando vidas y derramando sangre y cobrando su peso en oro. La nómina del narcotráfico que trabaja intensamente el hachís, la marihuana y el kifi popular que  ha crecido con la llegada de la «créme de la créme» de las organizaciones criminales latinas, del este europeo y oriente medio hasta Afganistán. También trescientos guardias civiles y policías y los invisibles agentes secretos de la inteligencia española y de otras naciones afectadas por el multimillonario negocio de rostro político. Méjico es el peor escenario de la barbarie que financia en gran medida al terrorismo y a las guerrillas de medio centenar de países que desconocen una vida en paz, que en África, es un infierno.
Esta nación nuestra vive horas complicadas y da señales de debilidad. Entre las grietas políticas y otras máquinas de conspirar y violentar, se cuelan los enemigos llegados para romper los Pirineos y pasar a territorio francés y expandirse hacia el centro y el norte del viejo continente.

 

 

El desembarco de los capos de la coca en el Campo de Gibraltar ha hecho crecer las tensiones en una zona muy sensible, en donde el factor social, la extrema pobreza y el paro, es el caldo de cultivo que empuja a mucha gente joven a integrarse en los bajos fondos delictivos, ellos, los capos, son las cabezas pensantes que han sido trasladados por la mafia suprema, la rusa, que arrulla Putín y sus colonias de empresarios, el zar de un Estado corrompido que paga dietas. Lo explica el periodista y escritor Luke Harding en su último libro CONSPIRACIÓN, destapando agriamente las estrechas relaciones de los políticos y los «grandes» narcotraficantes que apoyaron la campaña electoral de Trump, siguiendo indicaciones del Kremlin, aportando nueve mil millones de dólares. Que estemos en manos de ésta gentuza, es estrellar el avión mundial, ocho mil millones de seres humanos, en el Triángulo de las Bermúdas. Un horror. Retomando una frase de George Sanders: «Ahí os dejo, en esa, pocilga», abandoné hace menos de siete meses la zona del Campo de Gibraltar, bien informado en los despachos del mercadeo de tóxicos, situados en la costa del Sol hasta la frontera de mi pueblo de nacimiento, Marbella, intocable por los jefes de las mafias españolas, marroquíes y otras del resto del mundo de la delincuencia. Desde la frontera euroafricana ceutí puedes ír hasta las grandes extensiones marroquíes en donde se cultiva el hachís, la vieja marihuana y el kifi proletario. La capital de la droga marroquí es Chauen y sus kábilas del Rif, que en total exportan a Europa, millones de kilos de «maría» y algo menos de una especie de coca de alta calidad procedente de América del Sur. Esa barbaridad de narcotráfico el 80% van a parar a las costas españolas de Andalucía, Levante y Baleares, así como hacia el norte de Cataluña. Otras rutas se sitúan en Argelia. No hace falta ser un lince del periodismo o de las policías, para captar que toda esta movida infernal se practica ante la vista gorda de las «más altas autoridades» de Marruecos. Un negocio que mueve unos diecinueve mil millones de euros y dirhams, moneda oficial marroquí, que van a parar a las cuentas corrientes de las autoridades y las mafias, cuyo cuartel general económico son los bancos de Gibraltar, también paraíso fiscal, Tetuán y Malta. Claro que los responsables de vigilar oficialmente los negocios, pueden negarlo, pero basta con hacer varios días turismo informativo para comprobar directamente las grandes extensiones de terrenos donde florecen las «yerbas» y las flores y hojas opiáceas, monumental jardín de las delicias de millones de drogadictos de todo el mundo.

 

 

Y la tropa desarrapada de camellos, mulas y traficantes del menudeo españoles, de qué van o que practican en una de las zonas más pobres de Andalucía, gobernada, desde hace cuarenta años por el socialismo patriarcal y feminista de etnias agresivas y grupos raciales marginados.
Pues forman el cuerpo armado de la logística y la seguridad que andan o andaban hasta hace unos meses por libre y a mantenerse entre ellos: ¿ y cómo es posible tal descontrol, permisibilidad y política de ojos cerrados?. No me atrevo, por miedo o por trampas de acciones judiciales, de despachos  bufetes millonarios. La ley del silencio se cumple a rajatabla. Si o sí. Toda una película de tramas internacionales, políticas, policiales, económicas, financieras, terroristas y corrupción generalizada incontrolada infiltrada por los «camisas blancas».

 

Sueño o es ruda realidad. La pregunta que me hago en la intimidad es la siguiente: ¿Existen conexiones económicas entre el narcotráfico y la mafia inmobiliaria corrupta que en el sureste español ha crecido como las medusas¿ O es pura teoría, Don Manuel?. Pero en la Región no passsa ná. Si husmea desde Torrevieja hacia el norte encontraremos decena y media de ciudadanos y ciudadanas de todas las lenguas del narcotráfico. España se ha convertido en el Edén o mercado de los traficantes, pero no solo de drogas. Nos darían una sorpresa si se descubriera hasta donde ha llegado el largo brazo de una delincuencia que se ha disparado desde que estalló la crisis económica que ha facilitado el camino tortuoso del dinero fácil, el relativismo ideológico y la falta de establecer un código de leyes que supere una permisividad que nada tiene que ver con el ejercicio de las libertades, sino todo lo contrario. Y la urgencia de poner en marcha una serie de medidas que castiguen duramente a quienes delinquen desde el ejercicio y los abusos de la política. Y sin duda alguna, profesionalizar a nuestras policías, y especializarlas, dado que cada día se descubren nuevas maneras de dañar a una sociedad inerme. Ley y orden. Nadie entiende que organizaciones políticas atenten gravemente contra los ciudadanos y el Estado buscando destruirlos con violencia y resistencia subversiva, alimentadas con medios económicos que les llegan desde la delincuencia o salidos desde las cloacas de otras naciones. Vayan a Colombia, y se lo explicaran mejor. O a un largo centenar de paises representados en la ONU, gobernados por represivas dictaduras o regímenes religiosos medievales, porque la delincuencia oficial, es delincuencia cuando no se respeta el Estado de Derecho y se destruyen los derechos humanos.  

 

 

 

 J. J. CANO VERA