DAVID TORRES

 

Hace tiempo que las cloacas del estado han desbordado el ministerio del Interior y corren en busca del mar, un poco como los jinetes de Alberti pero en versión chapapote. Lo del chapapote no lo digo por decir, teniendo en cuenta que advertimos el primer atisbo de bazofia con un señor presidente del gobierno enviándole mensajes de ánimo a un delincuente que hasta ayer mismo había sido el tesorero de su partido y al día siguiente era el enemigo público número uno. Mariano el Impertérrito (el hombre que gestionó una catástrofe medioambiental que envenenó dos mil kilómetros de litoral a base de sumergirse en el Marca) acabó por fundar el método para enfrentarse a un escándalo demasiado gordo como para poder esquivarlo: ignorarlo, dejar que la mierda chorree encima, apartar un poco a las moscas y señalar a Venezuela, a la Coca-cola de Espinar o al chalet de Pablo Iglesias. Hilillos a la mar y aquí Gürtel y después Kitchen.

El método de mirar hacia otro lado prosperó hasta el punto de que buena parte de la prensa se ha ido marianizando, fosilizándose en una huida hacia delante a paso de babosa que está terminando en una procesión marcha atrás. No se veía nada igual desde que la mujer de Lot echó un vistazo atrás y se afilió al PP. A falta de periódicos de su cuerda que le ilustren sobre el tema, el lector de derechas haría bien en informarse sobre las increíbles andanzas de Villarejo, Fernández Díaz y otros personajes inverosímiles en los especiales de Mortadelo y Filemón y en las películas de Torrente. Como la realidad imita al arte (y en España a los tebeos), los personajes de Íbañez fueron marcando la senda por donde luego pasarían el espía que susurraba a los magnetófonos y el ministro que hablaba con su ángel de la guarda, es decir, la versión cañí de Mortadelo y el Super aderezada con carajillo, o de James Bond y M conspirando en un confesionario.

Para que el baile no decaiga, esta semana hemos sabido que el presidente del BBVA, Francisco Castaño, le había encargado a Villarejo el trabajito de espiar a Zapatero y a Sebastián, vamos, como si a 007 le financia un banquero para que le traiga la colección de bragas de la reina. Lo bueno es que Villarejo, aparte de agente secreto, se saca un sobresueldo de albañil y aprovechó para venderle el mismo informe pagado por el BBVA a Iberdrola. Policías, ministros, jueces, presidentes, cortesanas borbónicas, bancos y compañías eléctricas le caben todos dentro de la gorra. Como siga filtrando porquería a semejante ritmo va a tener que ponerse una paella en la cabeza.

Sin embargo, puede que se esté excediendo en las dosis, porque soltar casi a la vez lo del BBVA y lo de la policía montada de Cospedal reclutando al chófer de Bárcenas ha sido como contraprogramarse a sí mismo. Tal vez Nixon habría salvado el pellejo de haberse publicado, al tiempo que lo del Watergate, unas fotos suyas practicando la danza del vientre sin más ropa que unos calentadores en los tobillos y unos pendientes en las orejas. No hay manera de abarcar tanta podredumbre ni con la vista ni con el olfato, así que lo mejor es mirar hacia otro lado, por ejemplo, a Venezuela o al chalet de Pablo Iglesias. Con el PP, sus truños y desmanes, se ha llegado a un punto similar a la de aquel gordinflón que se cagó al lado de un cine y luego no sabían si iba a costar más trabajo quitar el cine o quitar la mierda.