Ferran López, actual jefe de los Mossos, y Josep Lluis Trapero, destituido de ese cargo, siempre mantuvieron una relación distante. Cuando Trapero fue nombrado máximo responsable de la policía catalana por el consejero Ramon Espadaler, López sonaba también para ese puesto. Entonces ya era conocido el trato frío entre los dos mandos, que ascendieron a comisario a la vez, en 2010. Pero Trapero lo mantuvo en la estructura piramidal de la jefatura, como responsable de coordinación central, junto al fallecido comisario David Piqué.
La fórmula no resultó del todo exitosa. El mayor lamentó en ocasiones el escaso apoyo de los comisarios en su nuevo cargo, según fuentes policiales. A su vez, diversos mandos criticaron el recelo y la desconfianza del mayor, que trabajaba con un reducido número de personas de su máxima confianza, en un estilo de mando que diversas fuentes definen como personalista.
Trapero catapultó la figura del jefe de los Mossos, que hasta entonces había ejercido el comisario Josep Milan de una forma discreta con López como segundo. “¿Cuántas personas podrían decir el nombre del jefe de la Ertzaintza?”, ejemplificaba un alto mando del cuerpo. Y no dudó en discrepar con sus mandos policiales si no compartía su criterio. Pocas personas, aseguran fuentes policiales, se atrevían a contradecirle.
En ese contexto, llegaron los atentados de Barcelona y Cambrils del 17 de agosto, que Trapero lideró comunicativamente. “Eso le encumbró y a la vez trasladó la peligrosa imagen de que Cataluña era independiente, que podía actuar de forma autónoma”, explican fuentes policiales, que sospechan que en ese momento la cúpula política y Trapero quedaron señalados.
Para el referéndum del 1 de octubre, Trapero ya era un líder de masas, con camisetas, tazas y chocolatinas con su nombre. Algunas fuentes policiales consideran que el éxito le perjudicó en la gestión del referéndum. Trapero cuestionó las diversas órdenes de la fiscalía y evidenció su profundo descontento ante el hecho de que un mando del Ministerio del Interior, el coronel Diego Pérez de los Cobos, desembarcase en Cataluña a dirigir un dispositivo que consideraba que debía ser exclusivo de Mossos: ya no asistió a ninguna reunión más y delegó esa función en el comisario Ferran López.
Hasta ese momento, López había tenido un papel muy discreto como número dos del cuerpo. El Ministerio del Interior recibió con agrado a un mosso “de trato más fácil”. “Él siempre tiene una buena cara para todo el mundo”, critican, sin embargo, algunos mandos.
Fuentes policiales aseguran que Trapero, López y Joan Carles Molinero, el tercer comisario en la cúpula de Mossos, estaban de acuerdo con el dispositivo elaborado para el 1 de octubre. Los tres consideraban que entrar en los colegios con las porras por delante hubiese sido un error. Pero también matizan que quizá con López las formas elegidas habrían sido distintas, sin cuestionar el papel del Interior o de la Fiscalía.
A pesar de eso, la cúpula cerró filas y así lo transmitió: López y Molinero acompañaron a Trapero a en dos ocasiones a la Audiencia Nacional. La segunda de ellas, al volver, Trapero fue recibido entre aplausos en el complejo central de Mossos. La iniciativa partió de la jefatura. Al bajarse del coche, Trapero, desconocedor de la sorpresa, le dio la mano a Molinero, se abrazó con los comisarios Manel Castellví y Emili Quevedo, de su confianza, y también con López.
La elección de López finalmente como sustituto de Trapero por parte del Ministerio del Interior le ha puesto en el punto de mira. López asistió al entierro del fiscal José Manuel Maza, visto como el azote de los Mossos. Y también a la cena de despedida de la exfiscal jefe de Barcelona Ana Magaldi, que ordenó el cese de cualquier relación con el cuerpo autonómico. Algunas personas le afean incluso que sonriese el día que le recibió el ministro Juan Ignacio Zoido. “Podría haber sido más austero”, critican fuentes policiales. Otros agradecen que haya pacificado el cuerpo, que está en la picota desde hace meses, y aseguran que López no tiene otra opción posible.