«La muerte de Blesa añade más crispación emocional a la crisis institucional española»

(Reflexiones de José Juan Cano Vera).

La muerte de Blesa, y hace escasos meses la de Rita Barbera, ponen al descubierto el enorme saqueo financiero que ha sufrido España, nacido para alimentar esas máquinas trituradoras que son los partidos, su financiación, el mayor escándalo europeo respecto a la política de las finanzas. Pero si hay que señalar el vacío ético, hay que recordar la feroz manipulación de unas CAJAS DE AHORROS que han arruinado al Estado y al pueblo español. Las Cajas y sus dirigentes «colocados» prácticamente por los líderes políticos han sido manejadas, desde los años del Felipismo, los Pujoles y los Blesas, sin un ápice de vergüenza y una larga lista bochornosa de golferías sin parangón en el resto de Europa. Un día contaré  mi propia experiencia cuando hice una  inoportuna, para ellos, pregunta en el Parlamento murciano. A pesar del desastre moral, político y económico, la Justicia no ha terminado su tarea, politizada, también.

                                                                                                                                                                         
Que me perdonen la frivolidad que escribo, pero esconde en el silencio ciudadano, la verdad de lo que pensamos millones de españoles. La Democracia es sin duda el mejor sistema político humano que tenemos, siempre en un régimen de cultura política. Y está nuestra que se tambalea ha entrado en una fase de crispación emocional. Ahora viene la frivolidad o lo que se piensa en la calle. Mi panadero es una persona cincuentona que ha tenido que dejar de ser licenciado químico en una fábrica de la Región, me ha dicho con gesto destemplado y asco: No le quepa duda José Juan, estoy en que «todo esto» debe estallar por algún lado y empezar desde de cero. Esta Democracia del Estado de las Autonomías es una completa ruina y los políticos, aquellos y estos se odian, andan en sus negocios y les importamos un huevo. Está recogido en nuestra Historia. La muerte de Blesa, es la punta de un desastre anunciado que alientan los separatistas y los extremistas. No entiendo, don José, a qué espera Rajoy para convocar elecciones de limpieza colectiva. O ellos o España. No añado ni una coma, porque estoy en ello y como se ha expresado como un hombre con sentido común, lo dejo escrito, pero lo transcribo, así mismo, porque acabo de leer un soberbio artículo del líder de la opinión escrita de nuestro periodismo, Raúl del Pozo, aparecido en el diario EL MUNDO, que tiene tanta amargura que me ha dejado tocado. Y Raúl del Pozo no es hombre de banderías, sino un periodista cabal, progresista y cultura «cum laude». Resumo sus impresiones y su criterio sobre la cruel realidad española. Me gusta España, con sus héroes legendarios y sus aventuras equinociales, aunque también hay en los anales pasajes repugnantes de crueldad y fanatismo.

Los historiadores romanos ya hablaban de la hiel celtíbera, esa amargura que les llevaba a luchar entre ellos si no tenían enemigos de fuera. Hubo aquí más guerras civiles que en otras naciones y parecía que habiamos llegado a cierto apaciguamiento con la última reconciliación, pero el rencor en rama sigue.

No es noticia el tiro al plato con la cara de favoritos y primeros ministros a lo largo de los siglos últimos, pero sí la antipatía de Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, que recuerda al vino amargo de las peores añadas. Es la misma saña que acabó con validos y jefes de gobierno. De estos últimos recuerdos a cinco asesinados. Prim, Cánovas del Castillo, Dato, Canalejas y Carrero Blanco, y el intento etarra contra Aznar, y Juan Carlos. Me causa pavor entrar en el refectorio del Monasterio de Ucles, el Escorial de la Mancha, ver en el artesonado los treinta y seis casetones con las cabezas de los maestres de la orden de Santiago talladas en madera de pino, y observar el que ocupa la calavera de Don Álvaro de Luna, con una terrible inscripción: SABED QUE A NADIE PERDONO. La reverberación de las malas hieles, siguen asombrando en los cordones sanitarios, las invocaciones de los muertos de las dos Españas y en un clima de intolerancia que ya habia sido superado en la ÚLTIMA DEMOCRACIA. Aún se nota en nuestro inconsciente el resplandor de las hogueras. El análisis del colega nos vuelve a la realidad histórica, parece que España es un país imposible de convertirse en una nación, con sus señas de identidad y sus ricas culturas.

Vivimos horas más difíciles que en aquellos meses anteriores al golpe chapucero de Tejero y sus socios. Ahora se ha sumado más odio y rencor, con la enorme diferencia que antes los partidos más votados y con intenciones solidarias y acatando la Constitución formaban un bloque compacto y trabajando entre enormes dificultades, para solucionar problemas, construyendo. La vida española ha cambiado radicalmente con la llegada de unos supuestos salvadores a «este país viejo de gente vieja», derribando lo construido bien y utilizando los errores graves del bipartidismo como armas de ataques extremistas no para mejorar nuestras vidas y perfeccionar reformando la Constitución, modernizar una Justicia decadente e inmovilista, y el apoyo cobarde a un separatismo de coeficiente intelectual que ha sembrado de minas el país, empleando el dinero de los contribuyentes para ir a un referéndum imposible. Lo miserable es que cuentan con ayudas subterráneas de partidos que ahora luchan por su existencia, porque el socialismo de ser los árbitros en el País Vasco y en Cataluña, ha caído verticalmente. Tratan de recuperar escaños aliándose con los que buscan arruinarnos, partidos que en otras naciones estarían declarados fuera de la ley.     Hemos entrado en el disparate, en el absurdo ideológico y en la incapacidad de una Justicia agobiada, la permisividad ácrata y la impunidad del paraguas de ser los intocables, sin que los culpables respondan ante los Tribunales por sus fracasos ruinosos. Tenemos el caso bochornoso de la Región de Murcia. Un ex presidente autor de supuestas fechorías que anda por esos mundos porque la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el Código Civil siguen funcionando como hace doscientos años. Y no les interesa tocarlos, claro. Hemos entrado en un bucle endemoniado de unos y otros. Y el estallido social es lo que conviene a los antisistemas que nos ofrecen otro de sangre sudor y hambre. Pues que el pueblo se levante, ordenadamente pero sin dudar de que hay que hacer justicia. La duda de aplicar el artículo 155, a instancias de Pedro Sánchez, es simplemente esperar a que el enfermo muera. Rajoy puede pasar a la historia con Pedro Sánchez, como los culpables de una segunda derrota de Guadalete. Voto democracia, ésta, tumoral, ni hablar, ha convertido al pueblo español en una colonia de náufragos, como esos refugiados que navegan en pateras semihundidas huyendo de la guerra desatada por los enemigos de la Humanidad.         Pudiera ser, en lo más negativo de los posibles casos, que nos tratan de gobernar unos políticos enfermos de neurosis, obsesivos, psicópatas, extremistas, porque no dejan de recordarnos la guerra civil que ayer empezó hace ochenta y un años, lo que supone un grado amnésico porque se han olvidado que murieron violentamente, entre ambos bandos irreconciliables aproximadamente más de un millón de españoles y españolas. ¿Por qué ahora, para qué y hasta cuando ruines analfabetos de todo sentimiento ? Que se vayan a sus chiringuitos y paraísos fiscales a trabajar, vender motos, robar o a estafar a la nación.

                                                                                                                                                                     

EPÍLOGO: No quiero que lloren, les cuento la última gran chorrada de la nueva política feminista. Se trata de que queda prohibido que las azafatas besen a los ciclistas que llegan primeros a la meta o han ganado una Vuelta. ¿Y por qué?. Dicen que eso es sexismo machista. La gran capullada nueva ha sido noticia en  todos los medios de expresión del mundo libre. En el musulmán ha caído bien. Un diez, españoles. Vamos camino de Irán o La Meca.

                     JOSÉ JUAN CANO VERA