Día de invierno y espíritu liberal en Madrid. Es lunes por la tarde y cientos de personas se dan cita en el auditorio de la Mutua Madrileña en busca de una alternativa desde la derecha para el Gobierno de Pedro Sánchez. Esperanza Aguirre, Sosa Wagner y Paco Vázquez fueron los ponentes de aquella charla a finales de diciembre pero, bajo el escenario, el protagonista fue otro. Vox irrumpió en el tablero andaluz con 12 parlamentarios y Santiago Abascal, su líder, no quiso perderse el coloquio. Menos todavía cuando su partido acababa de emigrar de las tierras de la irrelevancia política y se ha convertido en parte activa de la caída del socialismo en Andalucía.

El presidente de Vox y hombre de moda en los círculos conservadores llegó con tiempo a la cita. Media hora antes de que comenzara el coloquio él ya estaba allí, como si supiera el besamanos que le esperaba. Con menos margen llegó al auditorio una delegación del PP de Madrid. A la cabeza iban el portavoz del partido en el Ayuntamiento, José Luis Martínez-Almeida, y un histórico alcalde de la capital, como es José María Álvarez del Manzano. Sin saberlo, el comportamiento de ambos iba a servir como metáfora de las dos almas del PP: una veterana que no puede ocultar su simpatía por el descaro de Vox y otra más joven que, cosas de la pugna electoral, guarda las distancias.

Mientras Álvarez del Manzano se desmarcó de la comitiva para saludar, Martínez Almeida prefirió incorporarse a otro corrillo a escasos metros de Abascal. Pero el exalcalde matritense no fue el único. Entre los «viejos rockeros» del PP –ubíquese en esta categoría a aquellos dirigentes ya alejados de la primera línea política y sin excesivo peso orgánico en el partido– parece que convence más la propuesta de Vox que la «derechita cobarde», apelativo con el que Abascal se refirió desde el púlpito de Vistalegre al PP. «Los tibios, los ambiguos, quieren seguir pidiendo diálogo, una solución política, siguen arrodillados a los enemigos y traidores a España», apuntilló Rocío Monasterio ese mismo día, en otro ataque a la línea de flotación del PP. En Vox saben del malestar de un sector de la militancia popular que consideró tímido el proceder de Rajoy en temas tan sensibles como el desafío soberanista. Y por eso lo explotan.

Las señas de identidad «de siempre»

Casado también es consciente y ya en su primer discurso tras ser elegido presidente del PP abanderó el regreso a las esencias liberales. «Tenemos que volver para enarbolar nuestras señas de identidad de siempre». Con esta frase quiso Casado calmar a los más desencantados con Rajoy y en eso sigue. Sus continuas peticiones al Gobierno de volver a poner en marcha el artículo 155 o sus propuestas en materia migratoria son dos buenos ejemplos.

Los vasos comunicantes entre PP y Vox han existido siempre. Por ejemplo, el partido de Abascal surgió, curiosamente, al calor del desencanto despertado en un sector de la militancia con las, a su juicio, moderadas políticas de Mariano Rajoy. Pero la relación va más allá y son varios los casos de políticos del PP que ahora engrosan las filas de Vox.

No son muchos pero, sin ir más lejos, Abascal fue el primero en pasarse del azul al verde. Afiliado al PP desde 1994, se forjó en la dura cantera de los populares vascos e incluso llegó a ser parlamentario en su tierra bajo esas siglas hasta que, en diciembre de 2013 y junto con un grupo de históricos dirigentes populares, fundó Vox con el desencanto con Rajoy como «leit motiv».

Jaime Mayor Oreja, María San Gil, José Antonio Ortega Lara y Alejo Vidal-Quadras acudieron a la llamada de Abascal y apadrinaron a Vox. El último llegó a ser candidato de la formación, mientras que con los tres primeros se volvió a encontrar Abascal aquella tarde tras las elecciones andaluzas. Igual que con Esperanza Aguirre. La expresidenta de la Comunidad de Madrid fue menos efusiva que Álvarez del Manzano y siguió una tercera estrategia, al igual que otras figuras históricas del PP –véase Aznar– que tampoco eran afines al estilo Rajoy: coqueteó con Vox aunque guardó las distancias.

El trasvase más preocupante, al margen de los políticos y admiradores, es el que describieron las elecciones en Andalucía. Según publicó este diario, en virtud de las estimaciones de GAD3, el 50 por ciento de los escaños conseguidos por Vox se deben a antiguos votantes del PP que, como aquellos que se hicieron fotos con Abascal en esa invernal tarde en Madrid, se vieron seducidos por el verde y no por el azul.

Casado, igual que los jóvenes dirigentes populares que no acudieron a saludar al líder de Vox en la previa al coloquio, también marca terreno. Por si alguien tiene dudas, más ahora que Vox tensa el pacto para derrocar al socialismo en Andalucía, el objetivo del nuevo PP de Casado es «recuperar a la gente» que dejó de confiar en ellos. Eso sí, sin pasarse de frenada por más que haya rivales que intenten adelantarles por la derecha: «No van a encontrar al PP fuera del PP».

 

 

FUENTE: ABC