Cayó como una bomba cargada de hielo. Detuvo vidas, planes, encendió las alarmas, abrió ventanas y balcones y dejó una ristra de imágenes difíciles de creer solo días antes.

Cuando el Gobierno de la nación aprobó en Consejo de Ministros el pasado sábado 14 de marzo el estado de alarma, se inició un confinamiento que cambió la Región y el país para siempre y que ha mezclado, en las tres semanas de encierro que se cumplen hoy, el miedo y el dolor con muestras de solidaridad y fortaleza social.

Las señales en los días previos eran difíciles de ignorar: se habían detectado los primeros contagios en la Región, había arrancado el aluvión de cancelaciones de eventos, el SMS había suspendido cirugías y Educación había puesto fin a las clases presenciales.

En solo unos días se pasó de arrasar con las existencias de papel higiénico a hacerlo con las de cerveza

Ese mismo día 14, tras conocerse la orden de confinamiento, una avalancha de compradores se lanzó a los supermercados en busca de víveres y un inesperado superventas: el papel higiénico.

El primer aplauso

Por la tarde, a las ocho, miles de vecinos salieron a sus balcones y ventanas para aplaudir, por primera vez, a los sanitarios. Un gesto que no ha faltado un solo día desde entonces. Muchos ciudadanos intuyeron entonces a sus vecinos en la oscuridad y supieron que no estaban solos. Sería el germen de todo lo que vendría después: la música, los conciertos, las actuaciones para niños y todo tipo de actividades de lado a lado de la calle para aliviar la espera y despejar el miedo de saber que la pandemia venía a quebrar vidas.

El teletrabajo, las clases ‘online’ y las nuevas formas de ocio han llevado al límite las redes de telecomunicaciones

Esa noche, la palabra ‘peluquerías’ se convirtió en tendencia en las redes sociales. El presidente la había pronunciado entre los negocios básicos que podían seguir con su actividad.

Tras el primer día completo de confinamiento, las colas volvieron a todos los supermercados el lunes 16. Las cadenas se habían visto obligadas a establecer distancias de seguridad, aforos máximos y nuevas normas de higiene para evitar contagios. El papel higiénico volvió a volar mientras las redes de telecomunicaciones de la Región se sometían a la mayor prueba de estrés de su historia. Miles de empleados se incorporaron al teletrabajo al tiempo que comenzaban las primeras clases ‘online’ y las relaciones personales y el ocio se mudaban a internet. España cerró sus fronteras.

Hasta ese momento, la preocupación en la Región «era menor que en otras comunidades porque aún no se había producido ninguna muerte», explica la decana del Colegio de Psicología de la Región, María José Catalán. Aunque las noticias nacionales anticipaban días más duros. Las llamadas recibidas por el teléfono de atención dispuesto por el órgano colegial evidencian tres fases, señala. «En la primera se reforzó la conciencia de lo colectivo y la identificación de la necesidad que, como población, como Región y como país, necesitábamos dar cada uno de nosotros para que la pandemia no siguiera extendiéndose», afirma.

Primavera negra

También hubo ejemplos de lo contrario. Se multiplicaron las imágenes de vecinos paseando, haciendo deporte, fingiendo ir a comprar o intentando ir a segundas residencias en sus coches. Actitudes que la vigilancia y los controles de Policía, Guardia Civil y el Ejército fueron mitigando.

Esa primera semana la primavera llegó sin nadie que la recibiera en las calles y con un velo negro por la primera víctima mortal del coronavirus en la Región.

Al inicio de la segunda semana, las colas en los supermercados seguían ahí. Pero ya no queríamos papel higiénico. Queríamos cerveza. Las ventas se dispararon un 79% una vez que habían sido cubiertos los miedos básicos.

Esos días, el coronavirus mostró su peor cara en los asilos regionales. Al terminar la segunda semana de encierro, la pandemia se había cobrado 13 muertes entre sus usuarios. Las cifras de contagios entre sanitarios también hicieron evidente la necesidad de más y mejor material de protección para los profesionales, que no han dejado de solicitarlo desde el primer día. Hubo anuncios de compras masivas, donaciones desde todos los rincones y proliferó la fabricación casera.

El martes 24 de marzo una DANA se sumó a las desgracias e inundó Los Alcázares por cuarta vez en solo seis meses con sus vecinos metidos en las casas.

El número de fallecimientos en aumento y la prohibición de los velatorios dieron paso a una segunda fase, explica la decana de los psicólogos, «cuando las cifras ya infundían temor y fueron surgiendo todas esas situaciones de duelo diferido al no poder despedir de manera adecuada a los seres queridos», una etapa en la que los miedos y la ansiedad empezaron a aparecer con mayor frecuencia en las llamadas.

Cambio de hora

El sábado 28 llegó el endurecimiento de la paralización de actividades, con una publicación tardía en el Boletín Oficial del Estado de los detalles en la noche del domingo, con la incertidumbre de quien no sabía si trabajar o no.

Esa tarde, el cambio de hora había posibilitado los primeros aplausos diurnos, y los vecinos de cada tarde se pusieron cara y se vieron los pijamas.

En la tercera semana la economía tomó el protagonismo mientras España superaba a Italia en número de infectados. La Región sobrepasó la treintena de fallecidos y el empleo sufrió un descalabro histórico mientras los ERTE desbordaban gestorías y el sistema informático de Empleo.

El Colegio de Psicólogos empezó a atender llamadas que, al temor por la situación sanitaria, sumaban «el miedo al futuro de gente que no sabe cuál va a ser su situación cuando termine el confinamiento, especialmente en economías muy frágiles. Hay mucha angustia, ansiedad, desesperación», subraya María José Catalán.

La tercera semana termina mezclando otra vez luces y sombras. Mientras la sociedad murciana lamenta la muerte del primer sanitario por Covid-19, el ritmo de infecciones da muestras de contención. Ayer, en los balcones de algunas calles de Cartagena hubo salves mientras en Murcia se entregaban mascarillas hechas con túnicas de la Semana Santa.

Más de medio centenar de muertes después, la Región no es la misma, y el miedo y la esperanza siguen ahí, asomando cada día entre los aplausos de la tarde.
 
 

FUENTE: LAVERDAD