CÉSAR JARA

 

No se puede afirmar que haya una democracia formal aceptable, en la España de hoy, mientras que no se aborde de forma tajante, políticamente, el grave problema de la existencia de un aparato judicial plagado de elementos claramente reaccionarios, cuando no fascistas.

Jueces y fiscales que adoptan actitudes y emiten sentencias y dictan autos desde una posición nítidamente machista, misógina y muchas veces de represión hacia derechos fundamentales y libertades públicas.

Me decía hace meses una amiga y colega periodista, gran especialista en la materia de información de tribunales, que cerca del 40 % de jueces y fiscales tenía que ver con organizaciones ultras como el siniestro Opus Dei y otras similares y que eso se notaba y mucho en su comportamiento cotidiano, con la toga puesta o sin ella.

La última muestra de esto es la asquerosa conversación, grabada por accidente, entre un juez y una fiscal tras atender un caso de una mujer maltratada y hasta violada…”esa hija puta”, o “bicho de mierda” son las palabras que ese tipejo indeseable suelta sobre la víctima, además de adelantar sin tapujos que le va a quitar la custodia de sus hijos.

Pero antes hubo otro caso terrible, cual fue el de la llamada “manada”, el grupo de criminales degenerados que violó y destrozó a una chica en la calle en Pamplona.

Y el caso terrible de Juana Rivas, en Maracena (Granada), con un juez que paraliza dos años la denuncia de esta valerosa mujer contra su exmarido y luego la condena a ella por querer defender la integridad física de sus hijos.

Y mientras suceden estas cosas, otros jueces y fiscales reaccionarios procesan a actores, periodistas y cantantes por expresarse libremente en foros y publicaciones, al más puro estilo de la censura represiva del franquismo.

¿Qué está pasando’, pues muy sencillo: nunca hubo el más mínimo gesto político para depurar o limpiar los elementos fascistas y reaccionarios en el aparato judicial heredado de la dictatura.

Durante décadas, se perpetuaron estructuras y bases ideológicas antidemocráticas dentro del aparato judicial.

Ningún gobierno progresista se atrevió a ir al fondo del problema jamás y así nos va hoy en día.

Se adoptaron algunas medidas para democratizar y controlar los aparatos de las fuerzas armadas y de seguridad estatales, claramente insuficientes, pero los jueces y fiscales siguieron siendo una especie de dioses intocables a quienes nadie osaba ni siquiera criticar en sus decisiones.

Y así nos va hoy en día, repito. Es urgente e imprescindible cambiar este penoso panorama de manera radical si se quiere presumir de vivir realmente en una democracia occidental aceptable y formal.

La ciudadanía percibe que no hay justicia o que no sirve.

¿Dónde están las fuerzas de izquierda para solucionar esta grave situación? ¿Lo hará el actual gobierno socialdemócrata débil y tambaleante e indeciso y contradictorio, ideológicamente, de Pedro Sánchez?

¿Saldremos por fin de la larga noche del tardo franquismo o dejaremos que nuevas formas fascistizantes detenten el poder, la calle y en las instituciones de la supuesta democracia española?