Tania Varela Otero no pudo asistir al funeral de su madre. Cuando la anciana falleció -el 8 de abril de 2014, a los 84 años, en Cambados (Pontevedra)- hacía ya años que ella se había dado a la fuga y su rostro se encontraba entre las fotografías de los delincuentes más buscados por la Interpol. Su nombre sí figuraba, sin embargo -junto al de su padre y los de sus dos hermanos- en la esquela en la que se despedía a Carmen Otero. A los vecinos les causó gran sorpresa que la necrológica mencionara a tres nietos, puesto que de uno de ellos (Claudia) nadie sabía. Fue así como conocieron que, durante la huida, había sido madre de una niña, que por entonces era recién nacida.

Cuando los Mossos d’Esquadra se acercaron a Tania Varela el lunes por la tarde y le pidieron que se identificara, se encontraba precisamente jugando con su hija, en un parque infantil de la urbanización Vall Pineda en Sitges, la localidad barcelonesa donde hacía un año que vivía. Les dio a los agentes un nombre falso, pero éstos la llevaron a comisaría y las huellas digitales delataron su identidad. La niña -«¿quién es el padre?», se preguntan en Cambados- quedó a cargo de un familiar del que tampoco se conocen más datos.

 

En la urbanización de Vall Pineda, un núcleo de 300 chalés al norte de Sitges, en la zona más alejada de la costa, Tania Varela es un fantasma. «He mirado la fotografía un montón de veces y mira que soy buen fisionomista y me fijo mucho en la gente, pero a esa chica nunca la he visto», dice un vecino picado por la curiosidad y muy impresionado al ver el tamaño de los delitos por los que era buscada: «Tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas; blanqueo de los productos del delito; participación en organización criminal», según se lee en su ficha de Interpol. No la conocen tampoco en los bares, restaurantes ni negocios cercanos a su casa; nadie parece haberla visto nunca.

Es evidente que Tania Varela llevaba en Sitges un perfil discretísimo a la espera de que sus cuentas con la Justicia prescribieran. Cuando los Mossos la condujeron a su casa para realizar el registro, encontraron una guirnalda navideña aún colgada en la puerta y un interior descuidado y más bien sucio, decorado con muebles baratos, muy alejado de los lujos que un día tuvo.

Tania Varela Otero nació en Cambados el 17 de enero de 1974, siendo la tercera hija de Carmelo, empleado en buques de pasajeros, y Carmen, que vendía pescado en el mercado del pueblo. «Una familia honrada», a decir de Carmen Durán, ex presidenta de la asociación antidroga Desperta Cambados y actual vicepresidenta de la Fundación Baltasar Garzón, quien trató a Tania antes de que se convirtiera en proscrita. «Rompió todos los esquemas que podíamos tener estereotipados de la gente que caía en el narcotráfico porque sus padres, como la mayor parte de la gente de Cambados que vive del trabajo digno, se esforzaron para que su hijos estudiaran», dice Durán.

La dulce e inteligente Tania se licenció en Derecho en la Universidad de Santiago e inició una carrera profesional que enorgulleció mucho a sus progenitores: se especializó en casos de derecho de familia y dirigió durante tres años (2001-2004) el Centro de Información de Mujer de Cambados, desde el que ayudó a víctimas de la violencia de género.

El camino que le llevó a tirar este impecable currículo a la basura se inició exactamente el 19 de marzo de 2006. Ese día, según sus propias declaraciones judiciales, conoció a David Pérez Lago, hijastro del narco Laureano Oubiña y heredero de su imperio cuando éste ingresó en la cárcel. Inició una relación sentimental con él. Sólo un mes después de aquel primer encuentro, David era pillado con dos cargamentos que sumaban 3.700 kilos de cocaína y fue detenido. Tania también.

Se había metido de golpe y porrazo en el mafioso mundo del narcotráfico y a partir de entonces a la prometedora abogada las cosas le fueron de mal en peor. Dejó a David Pérez Lago -según sus declaraciones judiciales- por uno de los letrados que lo defendían, Alfonso Díaz Morux. Tania alegó ante la Justicia que David la involucraba en sus negocios como represalia por esta nueva relación. «Si no llega a haber cristal llegan a las manos», describió gráficamente uno de los enfrentamientos entre ambos.

El 18 de diciembre de 2008, ella estaba en el asiento del copiloto y Alfonso Díaz Morux conducía. Se disponían a entrar en el garaje de la casa de él en el centro de Madrid. Al conductor le dispararon dos veces en la cabeza mientras Tania resultaba ilesa. No se la volvió a ver más.

En 2011 la Audiencia Nacional -con ella ya desaparecida- le imponía una condena de siete años de prisión y una multa de 318 millones de euros al considerar probado que había colaborado activamente con David Pérez Lago en sus negocios ilícitos: avisándole de los movimientos de los policías que lo seguían; acudiendo a reuniones con otros miembros de la organización; interviniendo en la recepción y entrega de los pagos por la mercancía; negociando la compra de teléfonos vía satélite…

En Cambados su honrada madre consolaba la vergüenza de la familia repitiéndose: «A mi hija la tienen que haber engañado».

 

 

 

FUENTE: ELMUNDO