Tal día como hoy 22 de junio, Felipe VI debería haberse encontrado en Tarragona con Quim Torra, si hubiese atendido a la solicitud de entrevista que le formularon por carta pública los tres últimos presidentes de la Generalitat, pero tal petición ha sido desoída por el Jefe del Estado. Según un vocero de la Casa Real, corresponde ahora al presidente del Gobierno decidir si tal reunión debe producirse; en consecuencia, pasan el balón político de la Zarzuela a la Moncloa, que cita al president el próximo 9 de julio. Causa estupor que no sorpresa, la diligencia con la que  el Borbón hizo gala  al avalar la carga policial del 1 de Octubre, con el parte televisado del 3 de Octubre, y la dilación con la que pasa, este 21 de junio, del anunciado diálogo del presidente del Gobierno con el presidente de la Generalitat.

Cataluña, para nadie es un secreto, es un problema de Estado; no de éste o aquel gobierno. Lo fue con Alfonso XIII, Primo de Rivera, Azaña, Franco, Juan Carlos I, y lo es ahora mismo con Felipe VI. Ningún jefe de gobierno ha podido nunca encauzarlo por carecer, obviamente, de competencias. Pedirle, pues, al actual presidente Pedro Sánchez lo que ninguno de estos jefes de estado pudo resolver es, además de injusto, un brindis al sol. Evidentemente, ningún gobierno puede dialogar con el soberanismo catalán sin contar con el respaldo del Estado. Cuando Felipe VI niega a Pedro Sánchez el escudo que le brindó a Mariano Rajoy, está negándole una protección indispensable. Si en octubre el Borbón amparó al PP, en este junio el Borbón desampara al PSOE.

Se equivocó Felipe VI en otoño, y vuelve a errar el primer día del verano. Tal vez no sea su intención, pero lo parece. Justo cuando se abre una débil, frágil e incierta oportunidad de empezar a superar la desafección radical de más de la mitad de los catalanes, con otros responsables en la Moncloa y en el Palacio de San Jaime, ¿por qué no se alinea el Jefe del Estado, con todas las cautelas,  con quienes tanto en Madrid como en Barcelona luchan por tejer puntos de encuentros? Ciertamente, no es una buena noticia que el Estado siga anclado en el 3 de octubre mientras el Gobierno se mueve desde primeros de junio. Si durante la transición Juan Carlos I hubiese pedido la extradición de Tarradellas en lugar de enviar al general Casinello para negociar, ¿qué hubiera sucedido en nuestro país? ¿Hacia donde y cómo se hubiera desarrollado la transición a la democracia?

Ninguno de los correveidiles de Sánchez puede sustituir el blindaje que todo Jefe de Estado debe dar a un presidente de Gobierno que afronta una crisis estatal. Máxime en un momento político en el que la caverna ruge y se revuelve  brutal contra una Moncloa predispuesta a entablar un diálogo democrático con el parlamento catalán. Nadie ignora, además, las buenas relaciones de la Zarzuela con Ciudadanos; con un Albert Rivera que, actualizando el pensamiento joseantoniano, es el más firme impulsor de que el 21 de junio sea una réplica exacta igual del 3 de octubre, como si en estos últimos largos nueve meses no hubiera sucedido nada y no estuvieran bien repletos de advertencias políticas para catalanes y españoles.

En consecuencia, Sánchez queda desnudo políticamente. ¿Cómo puede exigir lealtad al Estado, como se la exigió ayer a Hernando, portavoz del PP, si simultaneamente el Jefe del Estado se desmarca, implícitamente, del intento de diálogo que preconiza? Así está  hoy el panorama, en vísperas de una nueva ofensiva de toda la derecha, la de Ciudadanos y la del Partido Popular, contra la próxima reunión de Sánchez con Torra, que ya comparan a aquellas habidas antes con la organización ETA. No es casualidad que el mencionado portavoz haya replicado al presidente del Gobierno afirmando que sólo serán leales con España, la Constitución y el Rey, como si fuera posible separar la lealtad al Jefe del Estado de la lealtad al Estado.

Que lejos queda Felipe VI de ese pacto de la Corona, propuesto por el PNV desde la transición, que sin duda firmarían hoy todas las naciones de España. Justo cuando más se necesita un Jefe de Estado que lo sea de todos los pueblos que componen el plural marco estatal español y que neutralice a todos aquellos que ponen bastones bajo las ruedas del gobierno, Felipe VI abandona a Pedro Sanchez, que busca el diálogo de los españoles con catalanes, vascos y gallegos. Porque, aunque lo pudiera conseguir, ¿qué valor tendría hoy un acuerdo del gobierno (Sánchez) con Torra sin el Estado (Felipe VI)?  Al igual que el 3 de octubre el Borbón se mojó con Rajoy, el 21 de junio debió de haberse mojado con Sánchez. La pregunta es: ¿se mojará?

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
FUENTE: PUBLICO