Acabo de realizar un viaje por los Balcanes, y más en concreto por Croacia y Montenegro.

Desde hace tiempo deseaba escuchar a la gente que vivió la guerra en la extinta Yugoslavia su visión de aquel disparate sucedido entre hermanos de origen, todos ellos eslavos aunque con características particulares según el país de origen del que se trate y el grupo étnico-religioso, de la federación yugoslava en tiempos del Mariscal Tito.

Me interesa especialmente analizar la actitud de la Unión Europea, las decisiones que se adoptaron en el seno de la misma, la posterior intervención de los EE.UU, y en especial de la OTAN, en el conflicto.  Y, consiguientemente, la evolución del problema secesionista en España y las previsiones que pudieran, eventualmente, producirse con la actuación de nuestros vecinos atlánticos y europeos, así como las analogías que se pudieran analizar del caso español en comparación con el acontecido en la península Balcánica.

Este artículo es de opinión, pero pretendo aproximarlo lo más posible a la realidad histórica de los hechos, si es que por historia podemos entender los acontecimientos producidos en un término temporal de poco más de veinte años, considerando que no se ha cerrado un ciclo abierto por un conflicto bélico que aún está en canal y cuyas heridas y cicatrices no han curado, al haberse dejado pudrir un problema que nunca debiera haberse permitido como es la disolución de la antigua Yugoslavia.

Para realizar este análisis de fondo he tomado como punto de referencia la conversación que mantuve en Dubrovnik con una guía que nos acompañó; en edad de haber sufrido en su ciudad natal las consecuencias de la guerra y con suficiente conocimiento de lo que sucedió. Dicha guía es una persona culta, con mucha formación, y la sabiduría de quien peina canas. Por otra parte tengo entre mis manos un magnífico artículo académico de Marcos Ferreira Navarro titulado “La intervención de Europa en los conflictos de la Antigua Yugoslavia” , que aconsejo leer para quienes quieran profundizar en el descalabro humanitario que se desencadenó en Yugoslavia a partir de los comienzos de la década de los años noventa hasta siete años más tarde aproximadamente.

Para empezar, Yugoslavia y España tienen similitudes y diferencias. Existe un parecido con la existencia de regiones eslavas unidas por una lengua común, aunque con diferentes dialectos, y procedentes de reinos o condados medievales preexistentes. La calificación como nacionalidades históricas de esos reinos es más que discutible. Esos reinos o condados tuvieron, como en el caso de España, diferentes invasiones a lo largo de la historia, una de las cuales más destacada fue la de los otomanos, pero también de los romanos, de Napoleón, etc. Pero todas esas regiones tienen algo en común cual es el origen étnico (eslavo), una cultura común y un territorio que les une, cual es una península que los engloba.

Existen tres religiones, la católica, la ortodoxa y la musulmana. Todas ellas convivían pacíficamente en tiempos del Mariscal Tito, sin problemas. Tras la muerte del general se produjeron tendencias segregacionistas alimentadas desde el exterior, más o menos como ocurre en España tras la muerte de Franco.

Como nos decía la guía, las guerras se producen casi siempre por motivos religiosos y económicos, y ella entendía que esa fue la razón de fondo del conflicto de los Balcanes.

Tras la muerte de Tito, un Estado federal socialista relativamente democrático, aunque no pluripartidista, con un régimen de libertades que permitía la propiedad individual o el ejercicio de ciertas libertades individuales como salir del país de forma voluntaria, viajar, etc, y un sistema de autogestión y de no alineación ni con el bloque capitalista ni con el comunista soviético en la guerra fría, cayó como un castillo de naipes. Y, sin embargo, la gente de a pie estaba satisfecha de cómo funcionaba el Régimen, pues tenía un Estado protector que acudía a las necesidades básicas de los ciudadanos, que no era estalinista y permitía las libertades fundamentales; que no era opresor y que generaba un sistema económico próspero. ¿Por qué cayó el sistema si la gente vivía bien?

Tres factores:  la caída del régimen soviético diluía la idea de defensa colectiva ante una posible invasión como sucedió en Praga; una crisis política y económica que produjo una importante inflación y pérdida de los elementos de bienestar; y la llegada de diferentes partidos políticos que fragmentaron la idea de comunidad unitaria, y que generaron bloques etnicistas con la aparición de nacionalismos exaltados.

Por otro lado, otro factor fue el reconocimiento de Croacia, Eslovenia y Macedonia por Austria y Alemania, y su derecho a la autodeterminación, por intereses económicos y geoestratégicos. Aunque el resto de los países de la Unión Europea no estaba conforme con esa posición de fragmentación de la antigua Yugoslavia y abogaban por su integración en Europa como región eslava. Alemania forzó mediante chantajes ese reconocimiento. Tanto Inglaterra como Francia se dejaron arrastrar por la posición de una Alemania en proceso de unificación, así como por una Europa que necesitaba un clima de entendimiento para los acuerdos de Maastricht. Es decir, las necesidades internas de la Europa comunitaria fueron el catalizador del desastre bélico en los Balcanes.  

Desde entonces se introdujo la visión maniquea: los serbios, los malos, y los croatas, eslovenos y demás familia, los buenos, sin considerar que también había serbios en Croacia, en Eslovenia, en Bosnia… Solamente Macedonia se podía considerar un estado étnicamente puro, si eso es posible. Por otra parte, por intereses de carácter nacional, Grecia no estaba nada de acuerdo con el desgajamiento de Macedonia respecto a Serbia, con conflictos de interés con Alemania. Una vez más Alemania decidía el juego político común y la geoestrategia en el bloque europeo occidental. La historia se repite de forma pertinaz.

Los serbios actuaron de forma defensiva. Los serbios de Croacia tenían la mala experiencia del genocidio cometido contra ellos (750 serbios asesinados) junto a judíos y gitanos durante la ocupación nazi, habida cuenta de que Croacia fue un aliado de los nazis en la II Guerra Mundial. Pero en Serbia también se inoculó, en ese proceso de disgregación territorial, el virus del nacionalismo, actuando de forma inhumana en sus intentos de dominación bajo el mando de Milosevic, que prefería una Dubrovnik masacrada y destruida que un patrimonio de la humanidad ajeno a su control.

El desarrollo posterior de la intervención internacional no pudo ser más errático y nefasto. No solamente no lograron controlar la guerra y sus efectos, sino que en cierta manera la alimentaron. No tuvieron ni la habilidad ni la capacidad para introducir elementos de negociación ni un plan de paz inteligente. Y ello culminó con la intervención de la OTAN en Kosovo, una provincia históricamente serbia, pero multiétnica, donde entraban en juego los intereses de Albania, al haber una fuerte población de albaneses. Ese reconocimiento de independencia, no suscrita por España, fue el broche de oro del cúmulo de disparates en la política internacional.

Una región con unidad geográfica y de fronteras como era Yugoslavia, con poder político y económico, se convirtió en un puzle con pequeños estados sin masa crítica de población para ser autosuficientes. Por ejemplo, Montenegro solamente tiene seiscientos mil habitantes en un territorio que es una estrecha franja entre una cadena montañosa que es la espina dorsal de los Balcanes y el mar. Ninguno de los países que tienen reconocimiento internacional como estados tiene masa crítica suficiente para sobrevivir, rodeados por comunidades económicas potentes como son la europea, la rusa, la turca, etc. Y se han satelizado para satisfacer las ansias depredadoras de los buitres transnacionales que se están haciendo con la posesión del patrimonio y de los recursos generadores de riqueza.

Tomemos algún ejemplo, en palabras de Marcos Ferreira Navarro:

“El 6 de abril de 1992, en función de los resultados positivos en favor de la independencia, la Comunidad Europea procedió al reconocimiento de Bosnia-Herzegovina a pesar de que aproximadamente un tercio de su población era contraria a la independencia. Ese mismo día, la CE tenía pensado reconocer también a Macedonia, la única república en donde se cumplían los requisitos de la Comisión Badinter y la única república donde reinaba la paz interétnica. Aquel día la diplomacia europea se mostró impaciente e inconsciente al reconocer a Bosnia-Herzegovina como Estado soberano, al tiempo que mostró una timorata y pusilánime actitud al no reconocer a Macedonia».

«El reconocimiento de Bosnia supuso sin duda alguna el fracaso de la Conferencia de Paz, la cual desde principios del año 1992 había establecido negociaciones para evitar el estallido de la guerra de Bosnia.”

Volvamos a España. En nuestro país no había una situación multicultural -uno de los principales gérmenes del enfrentamiento bélico en los Balcanes- pero eso no lo podemos decir hoy. Alguien está alimentando la formación de nuevos grupos étnicos estimulando una inmigración incontrolada y abrupta. En poco tiempo no habrá una única comunidad, favorecedora de la cohesión social, sino varias, sobre todo la musulmana. Si de esa integración resultara una nueva comunidad intercultural -no multicultural- eso no supondría una situación conflictiva, pero todos sabemos que la comunidad musulmana no intenta la integración sino la supremacía, siguiendo las normas coránicas que les obliga al sometimiento de los gentiles. Es decir, tenemos una nueva analogía con la situación de los Balcanes de los años noventa.

Y hay un parecido más: la posición del núcleo gobernante en la Unión Europea, sobre todo Alemania, nada adicta a preservar el estatus quo histórico, cultural y político de España.

A alguien le interesa una España dividida e inestable. Tomemos nota y aprendamos de los vecinos. Y la antigua Yugoslavia está ahí, a la vuelta de la esquina.

 

 

Ernesto Ladrón de Guevara