Pedro Sánchez promete no tirar «la toalla» y seguir intentando su investidura. Pero tampoco se llama a engaño. Es consciente de que, a día de hoy, su reelección es «muy complicada» porque no es previsible que Podemos acepte un simple acuerdo programático cuando la semana pasada tuvo sobre la mesa una propuesta de Gobierno de coalición que rechazó por insuficiente. Ese escenario sombrío es el que el presidente en funciones está trasladando en los últimos días a los barones del PSOE. Les quiere poner sobre aviso, que sepan cuáles son sus expectativas, intercambiar impresiones. Y que sean conscientes de que ningún escenario está descartado. Tampoco el de una repetición electoral para el 10 de noviembre. Unos comicios que, según insisten en Ferraz y en la Moncloa, él no desea y que buscará evitar, pero sí cree que han de contemplarse como una hipótesis más que real.
El secretario general tiene a su partido tranquilo. Como nunca en estos cinco años al frente de la nave socialista. No hay contestación ni un frente crítico. Hasta Susana Díaz, su rival interna en las traumáticas primarias de 2017, protagoniza gestos ostensibles de conciliación con el presidente. La interlocución con los barones está más normalizada, pero sobre todo descansa en su secretario de Organización, José Luis Ábalos, y en quien conduce el día a día el aparato, el responsable de Coordinación Territorial, el navarro Santos Cerdán. Por eso sí es muy significativa la ronda telefónica que Sánchez está manteniendo con sigilo en los últimos días. El líder ha decidido pulsar él mismo la opinión de los máximos mandos de sus federaciones.
Varios de ellos ya han hablado con el jefe del Ejecutivo y confirmaban a este diario la conversación. Con otros, la charla se ha tenido que posponer, bien por dificultades a la hora de casar la agenda institucional, bien por imposibilidad física, como ha sucedido, por ejemplo, con el presidente castellanomanchego, Emiliano García-Page, de viaje privado en los últimos días y que este miércoles se reincorpora a su actividad, o con el castellanoleonés Luis Tudanca, que también ha encajado un pequeño descanso. Otros prefieren no dar detalles de la llamada. Pero, como ratifican en la sede federal y en la Moncloa, Sánchez está dirigiéndose a todos los líderes territoriales del PSOE, afines o menos afines, además de al PSC. Este miércoles, el propio Ábalos confirmó los contactos avanzados por este periódico, y los enmarcó en la «normalidad» de un partido que «respeta» a sus federaciones, que comenta la coyuntura y comparte el análisis y busca la «cohesión» interna.
El «enrocamiento» de Iglesias hace presumir a Sánchez que no podrá convencerle de que acepte un acuerdo de investidura o de legislatura
Todos los barones consultados describen un contenido coincidente. El presidente les reconoce que, una vez fracasada la negociación con Unidas Podemos la semana pasada, la investidura se le presenta cuesta arriba, «muy complicada«, «difícil». No imposible, cierto. Su reflexión, tras al menos cinco reuniones con Pablo Iglesias y un proceso de diálogo real que empezó mal y acabó peor cinco días después, es que el jefe del partido morado no se lo pondrá fácil. Según precisaban algunos interlocutores del presidente, le percibe «muy enrocado» en sus posiciones. Eso le hace presumir que no podrá convencerle de que acepte un acuerdo programático, que desemboque en un pacto solo de investidura o más amplio, de legislatura.
La «buena fórmula», la «única»
Porque ese es el punto en el que quiere el presidente el debate. Ahí y no en ningún otro lugar. Ya desde el pasado viernes, apenas 24 horas después de que el pleno del Congreso no le otorgara su confianza en segunda votación, la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, jefa del equipo negociador socialista y dirigente de su total confianza, lanzó la señal esperable. La oferta de coalición caducó en cuanto Unidas Podemos imposibilitó que Sánchez saliera elegido presidente. «No hay más vía en esa dirección«, rubricó.
El PSOE insiste en que la vía de la coalición está «cegada» y no volverá, y mira los casos de gobiernos en minoría de Portugal y Dinamarca
Un mensaje que no ha dejado de apuntalar Ferraz desde entonces y que la misma Calvo reiteró este martes en una entrevista en RNE: la alternativa de un Ejecutivo bicolor está «cegada«. «La fórmula de apoyar al Gobierno con objetivos concretos es una buena fórmula, con mucha historia en Europa», indicó, poniendo negro sobre blanco que ahí se volcará Sánchez a partir de ahora. «Ahora tenemos que estar en la única posición correcta. Porque es que no hay otra: ahí no hay alternativa. Es un programa, un objetivo de trabajo conjunto».
El PSOE, pues, mira al exterior. Tampoco es nuevo. El presidente nunca ha ocultado su preferencia por el modelo portugués: allí, el socialista António Costa dirige un Ejecutivo monocolor, con apoyo externo del Bloco de Esquerda, comunistas y verdes. Ferraz también invoca el ejemplo más reciente de Dinamarca: desde hace apenas un mes dirige el país, al frente de un Ejecutivo en minoría, la socialdemócrata Mette Frederiksen, gracias a un acuerdo con otras tres fuerzas de centro izquierda. No obstante, la norma en la Unión Europea es la coalición: hasta 19 de los 28 países del club tienen gobiernos sustentados en esta fórmula.
Quienes han conversado en estos días con el presidente, así como su núcleo duro, insisten en que no retomará la última oferta que hizo a Unidas Podemos —Gobierno bipartito, en el que los morados ocuparían una vicepresidencia social y tres ministerios (Vivienda, Sanidad e Igualdad)—, ni ahora ni más tarde. Le ven determinado, «firme«. En realidad, él nunca llegó a sentirse cómodo con la vía de la coalición y se resistió cuanto pudo, y solo se puso a negociar sus términos una vez hubo conseguido la retirada de Iglesias. Sin embargo, en Ferraz y en la Moncloa también advierten de que esa negativa a un Gobierno compartido es la que existe ahora, cuando quedan 54 días para el fin del plazo constitucional para levantar una investidura viable. Casi dos meses en los que ese rechazo podría tal vez modularse, igual que se movió desde la defensa del Ejecutivo en solitario tras las autonómicas, municipales y europeas del 26-M hasta la coalición, con la estación intermedia del Ejecutivo «de cooperación». No obstante, hay una diferencia clave que hace pensar que el líder socialista sí se ha replegado: el fracaso de su investidura y la ruptura en directo y violenta de sus relaciones han generado una sima de desconfianza muy complicada de eludir y subsanar.
«¿El garante de la ultraizquierda?»
Sánchez va a intentar, pues, atraer a Iglesias al formato del acuerdo de investidura o de legislatura, aprovechando además los movimientos en esa dirección que están protagonizando Izquierda Unida, los anticapitalistas o los comunes. La dirección socialista cree que la presión interna que reciba el jefe de Podemos puede abrir una puerta «a la esperanza». Es decir, que el temor de sus aliados a unas nuevas elecciones le conduzca a aceptar aquello que no quiso desde un principio con el argumento de que nacería un Gobierno inestable en el que no estaría «garantizado» el cumplimiento de las medidas pactadas.
La única vía factible de desbloqueo, dicen en el PSOE, es que el debate interno en Unidas Podemos haga cambiar a Iglesias de posición
Realmente, solo una cesión de Podemos podría facilitar la investidura de Sánchez en un segundo intento. Pero en el núcleo duro del Ejecutivo ven realmente difícil que dé marcha atrás. Se remiten, para apuntalar sus impresiones, a las palabras de Iglesias en su programa de televisión ‘Fort Apache’, grabado el pasado viernes y difundido el lunes: culpaba al presidente de no tener «un proyecto para el país» y se preguntaba «para qué quiere el PSOE el poder en España», porque no ambiciona verdaderos cambios. Además, le reclamaba una negociación «más racional», en la que no se deje todo para el último minuto. Su actitud es la del «me quedo quieto y ya se moverán los demás», muy al estilo de Mariano Rajoy, observaba. «Ahora con sus 42 escaños resulta que Pablo es el garante de la ultraizquierda. ¿Por qué no se pregunta por qué los españoles no le votan?», replicaron airados este martes en el círculo del presidente. «Pedro desde luego ve complicado que Podemos salga de su propio laberinto«, confirma una máxima responsable regional. Sánchez, prosigue, ve a Iglesias «empeñado» en un Gobierno de coalición, objetivo por el que reman sus negociadores, dos dirigentes muy cercanos como Pablo Echenique y Ione Belarra. «Pero quizá Podemos se mueva en función de su debate interno», confía algo más esperanzado otro primer espada.
Si los morados no rebajan sus pretensiones, no habría muchas más salidas. Sánchez y la ejecutiva socialista seguirán pidiendo a las derechas que no bloqueen la investidura, que se abstengan. Pero es un gesto más de cara a la galería. Tanto Pablo Casado como Albert Rivera se han blindado internamente para resistir a las presiones, reforzando su liderazgo y diseñando equipos de su total confianza. Los dos insisten en que no cambiarán su voto en contra. Ocurra lo que ocurra. La próxima elección de la socialista María Chivite como presidenta de Navarra con la abstención de EH Bildu ha nutrido de argumentos a los dos líderes para mantener su no, puesto que consideran que es Sánchez quien ha cruzado la barrera del constitucionalismo al no facilitar la elección del candidato de la coalición Navarra Suma, el regionalista Javier Esparza.
Esa «complejidad» que Sánchez pintó a sus barones es la que explica la siguiente clave de su conversación con ellos: no se puede «descartar ningún escenario». Tampoco el de las elecciones. Es un «principio de realismo», dicen en la Moncloa. «No nos ha dicho que estemos en guardia, ni que preparemos la maquinaria. Simplemente lo apunta como una opción, si se consuma la cerrazón de Iglesias y la irresponsabilidad de las derechas», indica un barón regional. «Nosotros no queremos elecciones. Serán otros los que lleven al país a las mismas«, rubrican en el primer anillo de poder del presidente. En las alturas del partido no es sencillo esquivar el aliento de las encuestas, que dibujan un PSOE al alza. La última, la del CIS, publicada ayer, y realizada antes de la investidura fallida, coloca a Sánchez en voto directo (sin pasar por cocina) en un 41,3%. Pero tampoco ubica desfondado a Iglesias: 13,1%, por encima de Ciudadanos (12,3%) y no muy lejos del PP (13,7%).
No habrá comités electorales por ahora
A partir de aquí, las opiniones son divergentes. Hay barones que creen que si al final los socialistas se ven «abocados» a unas nuevas urnas el 10 de noviembre, «hay que afrontarlas sin miedo«. «El temor a una alta abstención existe, pero a la vez la gente puede premiar la firmeza y fortaleza de Pedro, al no ir más allá de donde podía para no poner en juego la estabilidad del país e impedir que haya dos gobiernos en uno», valora un líder de federación. Sin embargo, no todos comparten este criterio. «Si Ferraz nos dice ‘elecciones’, pues iremos todos a una, claro, pero creo que puede ser un suicidio —opone un responsable de Organización de un territorio de peso en el PSOE—, porque la izquierda nos pagará con la decepción por no haber acordado y nos culpará a los dos, y porque ya el fantasma de Vox no funcionará igual».
Hay quienes creen que unas nuevas elecciones son una oportunidad para salir reforzados, pero otros temen que las urnas puedan ser un desastre
La dirigencia socialista, por tanto, se divide entre quienes anticipan que una nueva convocatoria puede reforzar al partido y minorar a Unidas Podemos —Iglesias aún sufriría más castigo, vaticinan, si emerge como partido nacionalla plataforma de Íñigo Errejón— y quienes estiman que otras generales son una moneda al aire y Sánchez se expondría a perder la Moncloa por la desafección de sus votantes y la probable mayor cohesión de la derecha, que haría valer su capacidad de acuerdo en comunidades y ayuntamientos frente al desencuentro de las izquierdas en el escalón estatal. Porque, y aquí está la paradoja, socialistas y morados sí han tejido acuerdos de coalición en Comunidad Valenciana, Baleares, Canarias, Navarra y Aragón. Solo faltaría añadir a la lista La Rioja.
Ferraz aún no ha dado la orden de reactivar los comités electorales en previsión de un anticipo de los comicios. Estos órganos se disuelven en cuanto pasan las urnas. Y ponerlos otra vez en marcha no requiere de ninguna operativa especial: basta una reunión de las ejecutivas para nombrar a sus miembros. El PSOE no quiere lanzar ni una mínima señal de que busca otras generales. Si el momento se acerca y no hay investidura, entonces será el momento de activar toda la maquinaria, ya muy engrasada por la cercanía del 28-A y del 26-M. No antes, alegan.
Lo primero será procurar el desbloqueo. «Creo que Pedro va a jugar a evitar las elecciones», confiesa un presidente autonómico que ha extraído esa conclusión tras su charla con el secretario general. La pregunta es cómo. Sánchez se ha guardado su siguiente movimiento. Desde la dirección explican que ha optado por la «descompresión«, por dejar enfriar la temperatura ambiente, especialmente con Podemos, para retomar el diálogo con las demás fuerzas políticas. A efectos de cuidado del relato, mimado por el gurú del jefe del Ejecutivo, Iván Redondo, lo esperable es que Sánchez mismo anuncie su próximo paso, aunque no es seguro que este viernes comparezca en rueda de prensa en la Moncloa para hacer balance de esta primera parte del año y anticipar escenarios. Tras la negociación y la investidura fallida, retorna el diseño de la estrategia cuando el contador está en marcha. Por delante, 54 días. Con un verano (anómalo) de por medio.
FUENTE: ELCONFIDENCIAL