Emite la doble coordenada de ley y diálogo con la elección de dos perfiles reconocidos. Calvo será vicepresidenta única y titular de Igualdad y Ábalos entra en el Gabinete como ministro de Fomento

 
 

Hace muy pocos días, el pasado jueves, cuando los periodistas preguntaban a los miembros del núcleo duro de Pedro Sánchez si tenían «miedo», respondían que no. Para entonces, ya estaba confirmado que la moción de censura contra Mariano Rajoy iba a prosperar, y que el secretario general del PSOE se convertiría en presidente del Gobierno con los votos del PNV y de formaciones separatistas. La pregunta de los informadores venía totalmente a cuenta, porque ya llovían sobre Ferraz y su candidato toda suerte de acusaciones, por parte del PP y de Ciudadanos, de que había puesto a la venta España a cambio del sí de los independentistas. Ya estaban curados de espanto, decían, por lo que padeció en sus carnes José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa con Rajoy en la oposición. Y esa campaña previsiblemente dura, durísima, de la derecha, añadía otro integrante de la cúpula, podría mitigarse si el nuevo presidente aplicaba cierta habilidad a la hora de conformar su equipo. Si con él lanzaba señales inequívocas de que nada va a cambiar en la posición del PSOE respecto a la crisis territorial. Defensa de la legalidad, sí, pero también diálogo.

Esas dos coordenadas explican a las claras la designación de Josep Borrell (Pobla de Segur, Lleida, 1947) como nuevo ministro de Exteriores. Y las que sirven para entender la más que cantada entrada en el Gobierno de la exministra Carmen Calvo, catapultada a una confirmada poderosa vicepresidencia única y ministra de Igualdad. Y las que valdrán también para analizar la incorporación de otro peso pesado de la dirección, José Luis Ábalos, quien entra finalmente en el Gabinete como ministro de Fomento. Sánchez quiere subrayar desde el minuto uno que su Ejecutivo no será condescendiente con los soberanistas, pero tampoco inmovilista.

La otra figura importante del círculo más próximo al líder, Adriana Lastra, asciende un grado y toma las riendas del grupo en el Congreso, en el que hasta ahora era portavoz adjunta. El otro nombre relevante ya confirmado es el de la consejera andaluza de Hacienda, María Jesús Montero, como ministra de la misma área, como la sustituta de Cristóbal Montoro. Guiño, por cierto, hacia la federación de su eterna enemiga, Susana Díaz. Y otro más, la diputada catalana Meritxell Batet para Administraciones Públicas.

La noticia de que Sánchez había ofrecido a Pepe Borrell la cartera de Exteriores saltó por la mañana. El exministro atendía un compromiso docente en Florencia. A esas horas, aún daba vueltas a la proposición del presidente. En él pesaban sentimientos contrapuestos. Por un lado, las ganas de seguir los toros desde la barrera, y por otro la sensación de que no podía rechazar una oferta muy tentadora del jefe del Ejecutivo, al que ayudó a reconquistar el trono de Ferraz hace un año. Finalmente dijo que sí, que aceptaba el reto, aunque dejó que fuera la dirección socialista la que confirmase que aceptaba el encargo.

Borrell aúna «prestigio y respeto internacional», puede ser la «voz del relato constitucional» y goza de autoridad entre las bases y los cuadros

Como apuntaba un miembro de la cúpula a este diario, Borrell reúne tres condiciones que le hacen especialmente valioso para liderar la diplomacia española. Por un lado, su «prestigio y respeto internacional«, su indiscutible europeísmo. De otro, su credibilidad como «voz del relato constitucional«, en defensa de la unidad de España y como látigo del secesionismo. Y también «el respaldo de las bases y de la dirigencia» del PSOE, tanto de la próxima al secretario general como de la más lejana, que aplaudió sin miramientos su apuesta clara por el exministro. «De diez», decían.

Un pasado común de David contra Goliat

La trayectoria de este leridano de 71 años, ingeniero aeronáutico y considerado como una de las mentes más brillantes del partido, es larga y fecunda. Fue secretario de Estado de Hacienda (1984-1991) y ministro de Obras Publicas y Medio Ambiente (1991-1996) en los gobiernos de Felipe González, presidente del Parlamento Europeo (2004-2007) y aspirante frustrado a la presidencia del Gobierno. Porque comparte con Sánchez el pasado de un David que venció al Goliat del ‘establishment’ del PSOE: venció contra pronóstico en las primarias de 1998 al entonces secretario general y delfín de González, Joaquín Almunia. Pero, a diferencia del actual presidente, no aguantó el tirón y se dejó batir, cayó en la primera celada y renunció a la candidatura de las generales de 2000.

La elección de Borrell ha aliviado a los críticos y ha soliviantado a los separatistas. Sánchez se quejaba de que Rajoy no contrapesó la propaganda ‘indepe’

Pero la elección de Borrell, en el actual contexto, queda indudablemente marcada por su activa campaña contra el independentismo. Y no de unos meses atrás. De años. Ya en 2015 publicó junto a Joan Llorach ‘Las cuentas y los cuentos de la independencia‘ (Catarata), debatió con números contra Oriol Junqueras en la tele y emocionó a los constitucionalistas con su vehemencia en las dos manifestaciones convocadas en octubre pasado por Societat Civil Catalana. El ‘procés’ es «lo peor que le ha pasado a Cataluña»; el ‘exvicepresident’ Junqueras es un «totalitario absoluto«; la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, la «emperatriz de la ambigüedad«, dijo en la marcha del 29 de octubre. Tenía para todos.

Por eso el PSC le necesitaba para las elecciones del 21-D, para combatir el discurso del secesionismo y para competir mejor contra Ciudadanos. Miquel Iceta le ofreció el tercer puesto de su candidatura, pero lo rechazó. Cerrar la lista, y lo rechazó. Sí se dispuso a ayudar en mítines, e incluso corrigió al candidato cuando apostó por indultar a los cabecillas soberanistas procesados. Antes de coser las heridas habría que «desinfectarlas«, aseguró resuelto, Aquello soliviantó al independentismo. Igual que ocurrió este lunes. Los secesionistas se lanzaron en tromba contra Borrell y dudaron de la promesa de diálogo de Sánchez.

Sánchez no solo lanza ese mensaje de contundencia de puertas para dentro. En los últimos meses se ha quejado de la falta de movilización de la maquinaria diplomática del Estado para contrarrestar la propaganda de los secesionistas. Él y su equipo en Ferraz consideraban que si el discurso soberanista había calado más en las opiniones públicas de algunos países europeos —aprovechando la internacionalización del conflicto, que propiciaba que Carles Puigdemont y parte de su Govern se encontraran huidos fuera de España, en Alemania, Bélgica, Suiza y Reino Unido—, se debía a que el Gobierno de Mariano Rajoy no había hecho bien su trabajo. Por eso decidió abrir una gira exterior, para combatir los mensajes del independentismo. Viajó a Alemania, a Londres y a Oxford… y no pudo desplazarse hasta Portugal porque se interpuso la moción de censura que finalmente le ha llevado a La Moncloa. Ahora, con Borrell, un dirigente muy reputado en el extranjero, podrá proyectar un relato más potente. «Firmeza y diálogo«, resumían fuentes muy próximas al exministro.

Apoyo del PSC

Y si Borrell está llamado a construir ese relato de la España constitucional fuera de nuestras fronteras, Carmen Calvo está predestinada a hacer lo propio desde la vicepresidencia, el escalón de primer nivel en el que todos ven a la exministra de Cultura. Calvo, nominalmente secretaria de Igualdad de la ejecutiva de Sánchez (o sea, la número cuatro), ha visto cómo se agigantaba su figura política en los últimos meses. El hoy presidente le encargó la negociación discreta con la número dos de Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, de la aplicación del 155. Una tarea ignota en octubre pasado. Nunca se había desarrollado ese precepto constitucional. El PSOE siempre subrayó que había marcado su impronta en la intervención de Cataluña, suavizando los aspectos más controvertidos —como el control de TV3—, presionando a Puigdemont hasta el último minuto para que convocara elecciones y no declarara unilateralmente la independencia, y acercando la desembocadura final con unas autonómicas muy tempranas.

Ábalos advierte de que por ahora se mantendrá el control de las finanzas de la Generalitat, aunque se abre a levantar el pie si no hay quiebra de la ley

Calvo será vicepresidenta única en el nuevo Ejecutivo, como lo era Sántamaría en el de Rajoy. Además, llevará las riendas del recuperado Ministerio de Igualdad. Un guiño de enorme trascendencia, por cuento Sánchez quiere lanzar el mensaje de que para él las políticas contra la no discriminación de la mujer adquieren máximo rango en el Gabinete.

Calvo se convirtió, pues, en la voz socialista del 155. Pero no solo ella. Sánchez también echó mano, en los momentos más delicados, de su escudero más fiable, José Luis Ábalos. Él entra en el Gobierno (sin perder el mando del aparato de Ferraz), y en una cartera muy potente. En principio, se contaría con él para portavoz del Ejecutivo.

El secretario de Organización ha sido otra de las voces más rotundas contra los soberanistas. Este lunes, él mismo advirtió en una entrevista en ‘Espejo público’ (Antena 3) de que la intervención de las cuentas de la Generalitat se mantendría pese a la desactivación del 155. Ese era el pacto que Sánchez, en la oposición, había alcanzado con Rajoy el pasado 15 de mayo. No obstante, el número tres abrió una cierta puerta: si se avanza hacia la «normalización» de relaciones entre el Ejecutivo y el Govern, entonces se podrá estudiar el «acompasamiento» de ciertas medidas de distensión. Es decir, que si se relaja la tensión y los secesionistas aparcan por completo la tentación de ruptura, podrá analizarse que el Consell de Quim Torra recupere el control de sus finanzas.

El propio Miquel Iceta, primer secretario del PSC, convino con Ábalos en que de momento hay que mantener las cuentas de la Generalitat intervenidas de forma «preventiva», hasta que se constate que no hay «riesgos», ya que el Gobierno «tiene que garantizar que las cosas discurren sobre el campo de la legalidad«. Un aviso a Torra y en estéreo desde las filas socialistas. Iceta, que no se descarta para el Ejecutivo, no hablaba a humo de pajas, pues su coordinación y sintonía con el presidente son totales.

La confirmación de Ribera y Lastra

Los mensajes hacia Cataluña que emitían Ferraz y La Moncloa se combinaban con otros de sello indudablemente socialista. Equilibrios. Así, Ábalos confirmó que Sánchez recuperará el Ministerio de Igualdad que Zapatero creó en 2008 y suprimió en 2010 y que ahora recae en Calvo. Quien sonaba en las quinielas para conducirlo, Adriana Lastra, una dirigente de fidelidad inquebrantable al líder, se quedará con la portavocía parlamentaria, silla que dejaría vacante Margarita Robles. Ese es un puesto caliente y complicado, dada la minoría precaria de que disponen los socialistas en el Congreso. Lastra, por tanto, ganará peso como vicesecretaria general y voz en la Cámara Baja, aunque se queda fuera de La Moncloa.

En el juego de equilibrios, Sánchez emite señales complementarias: Ministerio de Igualdad y un Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil

Del presidente colgará directamente el Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil. Ese departamento, al que el líder ha querido dar máximo rango, visibilizará el combate del nuevo Gabinete con la desigualdad, otro de los campos en los que más se ha fajado la dirección en estos años de oposición a Rajoy. La creación de esa área se puede entender también comoun guiño al expresidente Zapatero, por su reconocida sensibilidad hacia las cuestiones sociales y la ampliación de derechos. Para encabezar ese comisionado, una mujer muy bien posicionada es la senadora Luisa Carcedo, asturiana de la confianza de Lastra y de Sánchez que ya formó parte del comité negociador de la investidura fallida y que es secretaria de Sanidad y Consumo de la actual dirección.

Otro foco preferente del presidente es el medio ambiente. Una vez Cristina Narbona, exministra del ramo con Zapatero y una de las voces más prestigiadas en esta materia dentro del PSOE, optó por quedarse en la presidencia del partido, las puertas se abrían de par en par para Teresa Ribera, actual directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y de Relaciones Internacionales (IDDRI), con sede en París, y secretaria de Estado de Cambio Climático entre 2008 y 2011, con Zapatero en La Moncloa. Ella asumirá el Ministerio de Transición Ecológica de la Economía, una denominación que viene a subrayar la importancia del desarrollo sostenible como fuente de crecimiento económico.

En el área económica, precisamente, con toda probabilidad ocupará la cartera de Hacienda María Jesús Montero. Es una de las mujeres de mayor relieve del Ejecutivo de Susana Díaz, pero siempre ha hecho gala de una personalidad bastante independiente, con criterio propio. Está en el Gabinete de la baronesa andaluza, sí, pero no es una susanista a muerte, como informa Fernando Garea.

Un Gobierno de corta duración como el socialista que encabeza Sánchez necesita de gestos y movimientos rápidos. Y eso es lo que está buscando el presidente. Mientras, culmina el diseño de su Ejecutivo. Es segura la entrada de Margarita Robles —con mucha probabilidad, a Interior—, como es segura la incorporación de la catalana Meritxell Batet en AAPP. En Economía y Hacienda hay varios nombres sobre la mesa, desde David Vegara a Nadia Calviño, pasando por el responsable del área en la cúpula, Manu Escudero. Para Fomento suena el diputado y exlíder de los socialistas madrileños Rafael Simancas. Y para Sanidad, el exconsejero vasco del ramo, asesor de Barack Obama en la materia y uno de los expertos más reputados en gestión sanitaria, Rafael Bengoa. El exlendakari Patxi López sería otro de los llamados por el jefe a La Moncloa. El jefe del Ejecutivo quiere lanzar la imagen de renovación, sí, pero también de que se rodea de hombres y mujeres bregados en la gestión y conocedores de sus materias. Sabe que no lo tendrá fácil fuera de los muros de La Moncloa. Ni en el Congreso ni, por descontado, en el Senado.

 

 

FUENTE: ELCONFIDENCIAL