Marrakech es en estos días el centro mundial del atún rojo, y eso que no tiene costa. En la ciudad se han dado cita 700 científicos, empresarios del sector pesquero, ecologistas y representantes gubernamentales que hasta el próximo día 22 participarán en una crucial reunión de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (Iccat). De las decisiones que se adopten dependerá la ruina o la fortuna de miles de pescadores.

Salvo los directamente implicados, esa especie de la familia de los escómbridos por la que pierden la cabeza los japoneses, están todos los demás. En la comisión se hallan presentes 51 partes contratantes, entre ellas la Unión Europea, cada una con la intención de llevarse la mejor porción posible de un pastel que este año se prevé muy suculento después de una larga época de penuria.

Si nada lo impide, el Iccat confirmará la recuperación en el Atlántico oriental y el Mediterráneo de una especie que hace una década descendió hasta niveles preocupantes y a la que se dio pocos años de vida. Durante los noventa del siglo pasado, el atún rojo se vio sometido a una sobreexplotación descontrolada que lo llevó al borde del colapso. Japón compraba las capturas a precios elevados, lo que impulsó a muchos pescadores a emprender una carrera alocada para proporcionar al insaciable comercio nipón la indispensable materia prima del sushi.

«En aquellos años se inició también el engorde en el Mediterráneo», recuerda Josu Santiago, responsable del área de investigación de túnidos de AZTI-Tecnalia y asesor científico de la UE. Se crearon granjas para cebar a los atunes, muchos de los cuales procedían de capturas ilegales. Encerrados en jaulas, los túnidos se mostraban voraces y no cesaban de alimentarse de caballas, sardinas, jureles…, de todo lo que les echaban, lo que contribuía a esquilmar otras pesquerías. «El resultado fue un desastre», afirma Santiago desde Marrakech.

Las partes contratantes que se han dado cita en la ciudad marroquí son el rostro visible de los innumerables y contrapuestos intereses que giran en torno al atún rojo. Hay mucho que ganar y también mucho que perder, como bien se vio en la reunión que el Iccat celebró en Croacia en 2007. «Hubo amenazas, la presión era enorme», recuerda un experto que asistió a aquellas violentas sesiones y que aún hoy prefiere no citar su nombre.

Ese año se tomó la decisión de hacer algo para evitar el colapso del atún rojo. No fue sencillo. Las empresas tenían sus intereses, los gobiernos se veían presionados por los pescadores condenados al paro y los científicos insistían en la necesidad de frenar la caída de la especie. Dadas las circunstancias, se hizo lo que se pudo.

«El comité científico recomendó para 2008 un Total Autorizado de Capturas (TAC) de 15.000 toneladas, 14.000 menos que en 2007, pero los políticos lo establecieron en 30.000 y, con la falta de control que existía, se pescaron finalmente 60.000. El desastre no se detuvo», resume Josu Santiago. Fue después, en 2010, cuando los investigadores comenzaron a ser escuchados ante la inminencia de la catástrofe. «Ese año -afirma el experto de Azti-, los países se tomaron en serio el problema: redujeron las capturas a unas 12.000 toneladas y adoptaron medidas como las tallas mínimas». Aquello funcionó.

«En niveles históricos»

«Es una historia de éxito», señala también desde Marrakech Javier Garat, secretario general de la Confederación Española de Pesca (Cepesca), quien sostiene que «el atún rojo se ha recuperado y está en niveles históricos». Es una buena noticia que no oculta, sin embargo, el sacrificio del sector pesquero en toda España, que ha sufrido el desguace de muchos barcos. «Ha sido durísimo, muchos pescadores se han quedado en el camino, la gente lo ha pasado fatal porque no podía salir a pescar».

Los tiempos duros parecen haber quedado atrás, aunque, paradójicamente, ahora que llega la bonanza empiezan otros tiempos complicados. Cuanto más hay para repartir más se quiere acaparar. En los últimos años las capturas permitidas han aumentado hasta las 23.155 de 2017. Ahora, el comité científico recomienda al Iccat que apruebe un incremento gradual del TAC, de forma que en 2020 se llegue a las 36.000 toneladas. Se alcanzarían así los niveles de pesca de antes de 2007.

Salvo sorpresas, es muy probable que se acepten las recomendaciones de los científicos, aunque no todos están de acuerdo. Para Cepesca, «los científicos están siendo muy precavidos» pese a que «se considera que la especie se ha recuperado». Y no solo eso, Javier Garat habla de «una pandemia de atún rojo que afecta a pesquerías como la del boquerón y la sardina, porque este pez come todo lo que encuentra por su camino». Por eso, la patronal de armadores sostiene que «hay margen para incrementar la cuota hasta las 40.000 toneladas».

Por el contrario, la organización ecologista WWF apuesta por mantener toda la cautela del mundo y dejar fijada esta cantidad en 28.000 toneladas. «Estamos orgullosos de la recuperación», afirma igualmente desde Marrakech -cómo no- Raúl García, coordinador de pesquerías de WWF. Pero tras este orgullo se esconde la inquietud por lo que pueda suceder a partir de ahora, dado que la abundancia de atún rojo puede provocar un retorno a las prácticas abusivas que diezmaron la especie. «La propuesta de la UE en el Iccat es básicamente una carta a los Reyes Magos. Están metiendo derogaciones de tallas, hablan de subir la capacidad de capturas o de ampliar la temporada de pesca; podemos dar un paso atrás muy importante».

«Durante los últimos seis años hemos aplaudido las recomendaciones de los científicos, pero ahora es más complicado porque han perdido varios indicadores para hacer sus estimaciones», señala Raúl García. De hecho, en el informe que ha presentado en el Iccat, el comité científico habla de dos cifras. «Por un lado plantean un TAC de 28.000 toneladas, cantidad con la que, según admiten, la probabilidad de que la población de atún rojo siga subiendo es del 50%». Por otro, añade el responsable de WWF, «lo que proponen es 36.000 toneladas, algo que nos parece muy arriesgado después de que hayan reconocido que la anterior cifra es como lanzar una moneda al aire».

España es el país europeo que más atún rojo extrae. En esta actividad están implicadas la flota de cebo vivo del Cantábrico, la de cañas y líneas de mano del Estrecho, las de palangre y línea de mano, los buques cañeros autorizados en el caladero canario, la flota de cerco del Mediterráneo y las almadrabas. Son demasiados para ponerse de acuerdo a la hora del reparto cuanto termine el Iccat.

«Ahora es cuando va a empezar la pelea», indica Santiago. En el Iccat todos piden más de lo razonable y es posible que a la UE se le rebaje la cuota. Después vendrá el momento del reparto entre los países de la Unión y finalmente, en el caso de España, de fijar cantidades para cada flota y autonomía. Será entonces cuando afloren rencillas como las que mantienen los pescadores canarios frente a los del Mediterráneo o agravios como los de las almadrabas, que consideran que han sufrido más que el resto. «En la pelea por cuotas está todo el mundo, no se libra ni uno», afirma Javier Garat.

 

 

 

 

FUENTE: LAVERDAD