Ahora es posible escuchar a Mariano Rajoy decir ante un tribunal lo mismo que decía Felipe González ante otro tribunal hace 20 años
El PSOE ‘inventó’ la corrupción política en España y luego todos los demás partidos le copiaron el modelo. Fue como elegir un ‘pack’ para el cocido en el supermercado, compraron el esquema de funcionamiento, el reparto de tareas en el partido, la opacidad y el camuflaje de las cuentas y, finalmente, las justificaciones que hay que dar cuando les estalla un escándalo en las narices. Es verdad que, a lo mejor, el Partido Socialista, en aquellos tiempos lejanos en los que comenzaba la democracia en España, también imitó el modelo de otros países, especialmente de los socialdemócratas alemanes, cuando les mandaban dinero en marcos de las comisiones recaudadas a empresas alemanas, como aquella de Flick. ¿Se acuerdan del “ni Flick ni Flock” de Felipe González en el Congreso? Es probable que nadie se acuerde ya, pero la cuestión es que, a partir de aquellos primeros años, década de los ochenta, lo que hizo el PSOE fue montar su propia estructura de recaudación para la financiación irregular del partido y todos los escándalos de corrupción que han venido después han respondido al mismo esquema repetido.
La corrupción política se hizo transversal en España, de izquierda a derecha, y, como el modelo es igual, por eso es posible escuchar a Mariano Rajoy decir ante un tribunal lo mismo que decía Felipe González ante otro tribunal hace 20 años: “Me he enterado por la prensa”. Los dos tribunales investigaban la financiación ilegal de los respectivos partidos políticos, uno por el caso Filesa y otro por la Gürtel, y en los dos casos los presidentes del Gobierno fueron citados como testigos, aunque, por la lentitud de la Justicia española, cuando a Felipe González le llegó el turno de declarar ya estaba fuera de La Moncloa. Pero la cuestión es que, con 20 años de diferencia, Felipe González y Mariano Rajoy pueden considerarse testigos clónicos.
En la declaración de ayer de Mariano Rajoy ante el tribunal de la Gürtel, fue tanta la reiteración de la misma frase, “no tengo ni la más remota idea”, que si alguno de los abogados, en la retahíla de preguntas, hubiera colado de rondón, por sorpresa, cuál era su nombre, se le hubiera escapado el mismo latiguillo: “No tengo la menor idea”. En las cúpulas de los partidos políticos nadie sabe nada de cómo funcionan sus partidos ni dónde sale el dinero para financiar las campañas electorales (y eso que España es un país en constante campaña electoral), para compensar a algunos cargos públicos con sobresueldos o para contratar a tanta gente como pulula por las sedes de los partidos políticos. Es más, cuando se les pregunta sobre estas cuestiones, no es que se desentiendan, es que se refieren a los tesoreros de sus partidos como si fueran de otro gremio; ayer se oía a Mariano Rajoy hablar de los responsables de la tesorería del Partido Popular y parecía que le estaban preguntando por las cuentas de la federación de alicatadores y yeseros.
Pero no es así, claro: a los tesoreros de los partidos no los eligen los albañiles, sino que forman parte de un equipo, un equipo político, con lo que la diferenciación constante que hacía Rajoy entre su dedicación a la política mientras otros se dedicaban a la contabilidad carece de relevancia, salvo que, como queda claro, sirva bien como salvaguarda en los tribunales. La doble contabilidad que existe en todo partido político es la de los votos y la de la financiación, y por mucho que insistan en diferenciarlas, son la misma cosa.
Cuando se les pregunta sobre estas cuestiones, no es que se desentiendan, es que se refieren a los tesoreros como si fueran de otro gremio
En ese teatro de falsedades, en el que ningún testigo de la altura de un presidente de Gobierno acude más que para representar su papel, la única posibilidad de que se altere el guion es que irrumpa en el escenario un elemento distorsionador, provocador. Ese fue el intento del primer abogado de la acusación particular, José Mariano Benítez de Lugo, con precedentes tan nítidos en contra del Partido Popular como aquel manifiesto que firmó para apoyar un cambio de Gobierno “por lo lesivo que resulta para la sociedad un Gobierno del PP”. Y ciertamente que el miembro de la Asociación de Abogados Demócratas de Europa (Adade) lo intentó con todos los recursos a su alcance, dialécticos y estéticos. El abogado le preguntaba al presidente del Gobierno agarrándose las solapas de la toga y, con ese bigote mexicano que luce, parecía el veterano ‘sheriff’ del condado a punto de desenfundar.
El único problema es que una vista oral no es una sesión del Congreso de los Diputados, con lo cual el testigo interrogado acaba encontrándose en su terreno más frecuentado, que es la confrontación política. “¿Y hasta dónde sabe usted?”, preguntaba el abogado. “Hasta el final”, respondía lacónico Rajoy. “Eso es una respuesta muy gallega”, replicaba. “La contestación tiene que ser gallega porque no la podría hacer riojana”, remataba Rajoy con esa media sonrisa suya, tan característica, cuando se siente triunfal en una pugna. Y en ese plan todo: no tiene ningún valor probatorio para la causa que se está enjuiciando, pero sirve para el espectáculo político que se persigue y para que luego, muchos, se sientan complacidos con lo sucedido, unos con las preguntas incisivas y otros con las respuestas sarcásticas.
Al final, pasará por los tribunales el caso Gürtel del Partido Popular y, a los efectos de la financiación ilegal de los partidos políticos, ocurrirá como con el caso Filesa del PSOE, que nunca se llega a la raíz del problema porque será imposible establecer con pruebas suficientes ante un tribunal aquello que todo el mundo sospecha, que se trata de una estructura planificada en la que cada uno cumple su papel. Por esa misma razón, el esquema de funcionamiento que ‘inventó’ el PSOE en los primeros años de la democracia sigue siendo tan efectivo en España. Porque permite que llegue Rajoy a una vista oral y le pueda decir al abogado agresivo: “Me parece que usted se ha equivocado de testigo…”.