Catalunya ya tiene nuevo presidente de la Generalitat, Quim Torra. En unos días también dispondrá de un nuevo Govern. Cuando los futuros consellers tomen posesión de su cargos, se levantará el artículo 155 de la Constitución que se aplicó en octubre por acuerdo del Senado. Aquel acuerdo establecía que la aplicación del 155 cesaría de forma automática en cuanto hubiese un nuevo Govern.
Pero el 155 se puede volver a aplicar. Y eso es de lo que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hablará con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, mañana y con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, el jueves. La posibilidad de reactivar el 155 planea sobre la política española y se hará efectiva a la primera ilegalidad.
Torra no descarta incluir entre los miembros de su gabinete a Jordi Turull y Josep Rull, que están en prisión provisional, y a Lluís Puig, que reside en Bruselas a la espera de la decisión sobre su extradición. Pero, según fuentes populares consultadas, esos nombramientos no estarían fuera de la ley, ya que ninguno de los tres ex consellers está inhabilitado.
Por tanto, la decisión de reactivar el 155 no depende tanto de quién forme el nuevo gabinete de Tora sino de lo que haga ese Govern. En su discurso de investidura, Torra planteó iniciativas como la de crear un comisionado para evaluar los daños causados por la aplicación del 155 o la de poner en marcha una oficina de derechos civiles para acabar con la impunidad de la extrema derecha.
Son dos iniciativas que tampoco tiene por qué estar al margen de la ley, pero que requerirán de presupuesto público. Y lo que sí se mantendrá, porque no estaba incluido en el 155 sino en la Ley de Estabilidad Presupuestaria, es el control de las finanzas de la Generalitat que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, acordó en julio para evitar que el dinero del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) se desviase a la organización del referéndum del 1 de octubre.
El Gobierno estará atento a los pasos que den Torra y su Govern y cuando detecte una ilegalidad la recurrirá ante el Tribunal Constitucional como ya hizo, por ejemplo, con los acuerdos tomados por el Parlament el 6 y 7 de septiembre del año pasado para aprobar las leyes del referéndum y de la transitoriedad. Pero en aquella ocasión, el Gobierno se limitó a interponer los recursos. El 155 llegó casi dos meses después ante la inminente declaración de la república catalana.
Ahora las cosas serán distintas. La aplicación del 155 no ha sido traumática y el Gobierno no teme volver a solicitar su activación. También contará con mayor complicidad de socialistas y Ciudadanos. El secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, ya ha avisado esta mañana de que “cuesta más la primera que la segunda vez”.
Y Rivera lleva días insistiendo en la necesidad de mantener el 155 pese al nombramiento del nuevo Govern al considerar que Quim Torra planea seguir con los planes de Carles Puigdemont e, incluso, ir más allá. Rajoy hablará con los líderes de la oposición, que ya le acompañaron en la aventura del primer 155, para consensuar el siguiente paso del Gobierno si Torra mantiene su desafío al Estado de Derecho.
Otra vez el 155
El candidato Torra hizo un discurso incoherente. Declaró su fe y su voluntad republicanas mientras llamaba ‘Majestad’ al Rey. Albertito Garzón, que no tiene más luces, le habría llamado ‘señor Borbón’ y las juventudes del PNV, lo mismo. A contrapelo, defendía el uso de la palabra: «No se puede mantener el insulto como manera de dirigirnos los unos a los otros», lo que provocó un irónico, pertinente y cálido aplauso en la bancada de C’s. «Cataluña vive una crisis humanitaria», dijo este mindundi, que no debe de saber dónde caen Yemen o Siria.
Inés Arrimadas volvió a ser la mejor portavoz. Lástima que su pasividad en los últimos seis meses nos haya privado de un discurso racional frente al delirio. Hace ya tiempo que en cada tertulia hay una escuela de gladiadores y en cada columnista un asesor de Léntulo Batiato. Albert Rivera ha impuesto magisterio y en su combate contra el gladiador añoso tiene con él a un montón de columnistas que le gritan: «¡mátalo!» Rivera no es el único que considera su principal adversario a Mariano Rajoy, en contra de la razón que dio lugar a C’s frente al secesionismo. A lo largo de todo el procès desde 2012, Rivera se ha mostrado más agresivo contra Rajoy que contra Mas y Puigdemont, eso está cuantificado. Tal vez sea por aquella virguería maoísta de anteponer la contradicción de primer plano a la principal.
El escapista ha ungido a un sucesor de su estilo: un indeseable xenófobo con propósitos delictivos y golpistas, pero no se le puede aplicar el 155 con carácter preventivo. El BOE fijaba su duración «hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno de la Generalitat, resultante de la celebración de las correspondientes elecciones al Parlamento de Cataluña».
Torraplá mutará a Torracollons, está en su carácter, y en sus primeras medidas incurrirá en los supuestos del famoso artículo, por lo que el Gobierno deberá tenerlo todo preparado para aplicarlo de nuevo inmediatamente.
Su primera aplicación, está demostrado, fue claramente insuficiente: La puntita nada más y en modo ejaculatio praecox. Habría sido necesario un 155 más largo, más profundo, durante más tiempo. Ahora será la ocasión de aplicarlo adecuadamente. La encuesta del CEO augura la pérdida de dos o tres escaños a Rivera, por lo que no debería tener tanta prisa como entonces en unos comicios inmediatos. Él y los demás constitucionalistas deberían reflexionar sobre el aumento de la ventaja de los independentistas, pero esta sería toda de la CUP y esto debería hacer pensar también a los del común, si es que tal actividad estuviera entre sus habilidades. La CUP, árbitro de la investidura hoy, con cuatro escaños, tendría 11 en las nuevas elecciones.
Fue sincero el candidato al reconocer en sus primeras palabras: «yo no debería estar hoy aquí, debería estar el legítimo presidente de Cataluña, Carles Puigdemont«, reconociendo su papel de señora Danvers y su cometido de ama de llaves en el Manderley de la Generalidad: guardar el recuerdo y no permitir que se profane la habitación de la difunta. Torra sacó a colación a Companys, el golpista del 34, recordando su fusilamiento por el franquismo. Efectivamente, Companys fue detenido en París por la Gestapo, entregado a Franco y fusilado en Montjüic el 15 de octubre de 1940. «Un bel morir tutta la vita onora», escribió Petrarca, pero el golpista Companys fue castigado por la República, cuando el Tribunal de Garantías Constitucionales lo condenó a 30 años de reclusión mayor por rebelión.
La democracia española tiene un Tribunal Supremo. Ahora lo que nos falta es un Batet.