Pocas veces este articulista se sienta ante el ordenador pensando que las palabras que, como por arte de magia, se irán sucediendo una tras otra hasta completar la columna de prensa, servirán de algo, más allá de encabronar a unos y alegrar a otros.
Desgraciadamente, los periodistas contamos lo que pasa y opinamos al respecto pero, rara vez (por no decir jamás) nuestras opiniones sirven para cambiar el curso de los acontecimientos. Y ya ven, no sé si, llevado por un subidón de optimismo, creo que este artículo puede servir para bastante más, creo, quiero creer (y permítanme mi ingenuidad pese a peinar ya canas) que la mayoría de escritos periodísticos nacidos de este autor que escribe y suscribe. Y no es que espere que este artículo, una carta abierta al Excelentísimo Señor presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, vaya a tener respuesta (comprendo perfectamente que debe estar ocupado en otros menesteres y que, entre las obligaciones inherentes a su cargo, no está la de contestar misivas de periodistas); mi esperanza se fundamente en que, con toda seguridad, será leída por su destinatario al que (y que raro resulta en este viejo trotamundos) todavía le otorgo esa presunción de inocencia, acaso por su bisoñez personal, como por su recién estreno en la máxima responsabilidad de esta Comunidad Autónoma. Y eso que a Fernando López Miras, a sus treinta y cuatro añitos, sin duda, le toca “bailar con la más fea” y “lidiar el toro más difícil de la tarde”, de una tarde que, desgraciadamente, dura ya cuarenta años.
Querido presidente, asume usted el cargo de máximo representante de los ciudadanos de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia en la peor de las circunstancias. Si su peor enemigo hubiera querido diseñarle un plan diabólico no habría sido capaz de ponerle tantos obstáculos ni tanto lastre como los que le van a tocar sortear y de los que, cuanto antes, debe desprenderse. Asume usted la presidencia en la mayor situación de provisionalidad y rodeado de las más graves acusaciones sobre corrupción que pesan sobre su antecesor. Y lo que es peor, llega usted a tan alta magistratura con la desconfianza y el desencanto absoluto de la ciudadanía, de una ciudadanía que es, a nivel nacional, la que menor sentimiento de pertenecía regional tiene.
Por si fuera poco, recibe el legado de una Comunidad Autónoma absolutamente empobrecida, tan empobrecida que, en la actualidad, es lacuarta por la cola en renta por habitante. Algún ejemplo definitivamente desolador del panorama que hereda: Murcia, la capital, es la segunda ciudad (de las capitales de provincia) más pobre de España. Cartagena ocupa el quinto lugar entre las ciudades más pobres con más de cincuenta mil habitantes. Y Lorca y Molina del Segura, también están incluidas entre las poblaciones con mayor riesgo de pobreza a nivel nacional. Por si esto fuera poco, cuando uno mira el horizonte, puede ser todo menos optimista. La grandes fábricas multinacionales son una excepción en toda la CARM, la desindustrialización ha hecho estragos, el tan cacareado y tan necesario Corredor Mediterráneo no quieren que pase por Cartagena y la ZAL pretenden llevársela a Murcia (lo que supondrá la no creación de cerca de siete mil puestos de trabajo en la trimilenaria Ciudad). Hasta la aduana del puerto, por el amor de Dios, sus predecesores en el cargo decidieron llevársela a Murcia, ¡a cincuenta kilómetros del lugar donde atracan los barcos!
En cuarenta años, querido presidente, sus antecesores han sido muy torpes. El centralismo desarrollado desde, por y para la capital de Murcia, es el culpable de ese bajísimo sentimiento de pertenencia regional y el divorcio con las poblaciones más importantes cada día es más evidente.
Usted accede a la presidencia de la CARM a una edad a la que muchos jóvenes, todavía, viven sin esperanza y sin futuro, en casa de sus padres. Es usted (no crea que le hago la pelota, me he informado bien hasta con compañeros de estudios) un tipo brillante. Y, además, es buena gente. No llega maleado a esto de la política, por mucho que se le pretenda echar en cara su proximidad a anteriores gobiernos hoy bajo sospechas certeras de corrupción. Por eso mismo su responsabilidad, querido presidente, es altísima. Si no tiene usted arrestos para cambiar las cosas, pasará a la historia como otro presidente más de la CARM, como sus antecesores. Y estoy seguro que no es eso lo que desea para su vida y para su incipiente carrera política.
Soy de los que cree que la política, de verdad, es la más noble misión: entregar unos años de tu vida (acaso los mejores) al servicio público, a la dedicación a las necesidades de tus convecinos, al intento de dejar una sociedad mejor que la que encontraste. Soy de los que piensa que la política no puede ni debe ser una profesión, que debe limitarse el número de años de ejercicio (y no sólo de mandato, esto también vale para parlamentarios nacionales, diputados regionales, diputados autonómicos y concejales). Es decir, creo que la política debe dejar de ser el refugio de toda una panda de inútiles y vividores (de todos los partidos políticos) que se convierten en empleados indefinidos y que siempre encuentran su huequecito donde acoplarse como parásitos del sistema porque, además, no saben hacer otra cosa. Creo, con toda sinceridad, que ese no es su caso, querido presidente. Por eso usted debe tomar la decisión de hacer lo mismo que los demás, dejarse llevar y disfrutar de las prebendas institucionales, o plantarse y decir: cambiar las cosas es posible.
¿Por qué no agarra el toro por los cuernos? ¿Por qué no se decide a abanderar la regeneración, pública y moral, empezando por su propio partido? Estoy convencido que en el propio Partido Popular de la CARM, entre la mayoría de sus militantes y en la práctica totalidad de sus votantes, la vergüenza por cuanto está ocurriendo es la misma o mayor que la que siente el resto de la sociedad. Estoy seguro que la inmensa mayoría de afiliados del Partido Popular no tienen nada que ver con tramas de corrupción, ni conocen a ningún “famoso” contratista, ni reciben ningún privilegio por defender sus ideas o por votar a quien votan. Y si es así, ¡coño!, haga usted limpieza, desmárquese de un pasado que no es el suyo y lidere una nueva manera de hacer política… que sólo tiene usted treinta y cuatro años y me cuesta creer que, a esa edad, alguien se identifique con toda la panda de golfos que rodea esto del servicio público. Y no se quede en su propio partido: haga usted lo mismo a nivel institucional. Que desaparezcan, de la antesala de los despachos de sus consejeros, las mismas caras de siempre esperando una recalificación urbanística o una adjudicación millonaria.
Usted, querido presidente, está obligado (la historia a veces coloca a hombres ante misiones trascendentes) a parir una nueva manera de hacer política, a crear una Región que no existe, a fomentar el sentimiento de pertenencia a una Comunidad de la que los ciudadanos no se sienten orgullosos y ni si quiera se sienten miembros. ¿Por qué no trabaja por todos y cada uno de los municipios de la CARM por igual? ¿Por qué no sitúa a Caravaca de la Cruz a la misma altura que las otras siete ciudades santas del catolicismo? ¿Por qué no remueve –nunca mejor dicho- Roma con Santiago, para que el Papa visite esta joya de nuestra religión y cultura europea? ¿Por qué no apoya la promoción internacional del Festival de Cante de Las Minas de La Unión y le da todo el apoyo institucional que merece? ¿Por qué no preside las procesiones de Semana Santa (y no sólo las de Murcia) de Lorca y Cartagena? ¿Por qué no se vuelca con el carnaval de Águilas? ¿Por qué no se convierte usted en el mejor embajador de los vinos de Jumilla, y de los de Yecla, y de los de Bullas?, ¿Por qué no se entrega en cuerpo y alma a la recuperación de un Mar Menor, cada día más deteriorado, y que a sus predecesores sólo interesaba cuando de recalificar terrenos se trataba? ¿Por qué no reconsidera la decisión de instalar la ZAL en la capital? ¿Por qué no abandera usted la reivindicación (y si usted reivindica, usted decide) de que el Corredor Mediterráneo pase por donde debe pasar, por la ciudad de Cartagena? ¿Por qué no exige que el AVE llegue ya (y en igualdad de condiciones) a las dos grandes ciudades de su Comunidad y no sólo a una de ellas? ¿Por qué no asume de verdad que es usted el presidente de cuarenta y cinco municipios y no sólo el de uno?
Asume usted, querido presidente, un solar al que ya no le caben más saqueos porque ha sido devastado. Hereda usted un aeropuerto sin aviones, una nave sin tripulantes, una Comunidad Autónoma que es todo menos Región. Preside usted, nada más y nada menos, que las voluntades y los anhelos de un millón y medio de ciudadanos. De usted y sólo de usted depende que poco a poco vayan sintiendo lo que es pertenecer a una comunidad autónoma.