ÁNGEL MONTIEL
«Nadie pone en duda que la tutela efectiva de jueces y magistrados es un principio constitucional, pero no considero que tengan que ser los que concuerden con las propuestas del comité clínico y los epidemiólogos. Me parece que es una falta de decisión por parte del Gobierno, que incide en seguir lavándose las manos y en judicializar la pandemia con sentencias que pueden ser distintas en cada comunidad»
Para regresar al bipartidismo, que es a lo que vamos o en lo que parece que ya estamos, al menos en la Región de Murcia, tienen que producirse dos fenómenos. Uno, que el PSOE reduzca a Podemos a las cotas de IU, y dos, que el PP se trague a Cs y a Vox.
Lo primero, la absorción de Podemos por el PSOE, está en camino, no tanto por una estrategia de los socialistas como por el progresivo desplome del podemismo, que va cayendo por su propio peso. Aun así, una vez clausurada la etapa autocrática de Iglesias, hay un inicio de reconstrucción liderado por Yolanda Díaz, la ministra de Unidas Podemos más valorada del Gobierno de España. El intento de rearme recuerda la etapa en que el PCE quiso sobrevivir a través de IU. En este caso, la líder propiamente dicha de Podemos, Ione Belarra, una política de un solo registro, haría el papel de guardiana de las esencias en la retaguardia, mientras la ministra responsable de Unidas Podemos, una plataforma más amplia, jugaría a la flexibilidad y al pragmatismo en el mercado electoral. El problema es que tendría que empezar por la fusión con los errejonistas, que en esa estrategia de construir una izquierda más allá del PSOE, pero desprendida de mitos y falsas utopías, le lleva ventaja, hasta el punto de que en la Comunidad de Madrid se impuso al propio PSOE.
Para observar la dificultad de ese primer paso (la coalición entre Podemos y Más País) bastaría atender a las circunstancias de la Región de Murcia. Ambos partidos son polos que se repelen, pero la segura reforma de la Ley Electoral autonómica con provecho por PP de su nueva mayoría con los ex de Vox y de Cs, que exigirá un 5% mínimo de representación para obtener escaño frente al 3% actual, persuadirá probablemente a unos y a otros para presentar una sola alternativa ante el riesgo de que ambas formaciones, Podemos y Más Región, queden fuera del arco parlamentario, como ahora ocurre con IU. En caso de que ambas partes se vieran urgidas a una solución de socorro ¿quién lideraría la candidatura? ¿Óscar Urralburu, la figura política más consolidada del partido emergente, que ha dejado un reguero de añoranza en la izquierda no esquemática, o María Marín, que está procediendo desde la Asamblea Regional a la construcción de una imagen de oposición radical e incisiva sin pausa frente al Gobierno del PP y los captados de otros grupos con los que el popular López Miras ha edificado una mayoría absoluta tras haber sido superado en las elecciones por el PSOE? No hay que estar muy cerca de ese escenario para prever que, incluso mediante la interacción de Yolanda Díaz o del propio Errejón, el retorno a una casa común de Podemos, Más Región e IU es una quimera.
Se podría pensar en primera instancia que la división de la izquierda no socialista beneficiaría al PSOE. Pero esto sería así si el PSOE estuviera en la Región en un proceso de avance. Más bien parece que experimenta lo contrario, es decir, un visible retroceso. Y así, el dilema infernal es el siguiente: los socialistas necesitan un Podemos fuerte para sumar con ellos la mayoría que por sí solos no obtienen, o bien necesitan que Podemos se seque para crecer a su costa. Pero no ocurre ni una cosa ni la otra, sino que tanto PSOE como Podemos flojean mientras PP y Vox, ya sin Cs de por medio, crecen y suman.
En teoría, el PP lo tenía peor para regresar al bipartidismo, pues sus vías de desagüe se producían a derecha e izquierda, a través de las dos alas de la gaviota. Si pretendía fagocitar a Cs habría de centrarse y, en tal caso crecería Vox; si quería neutralizar a Vox tendría que bascular más a la derecha, y dejaría un espacio en el centro tanto para Cs como para el PSOE. Pero los milagros existen, y la prueba es que los populares han desarticulado a Cs sin necesidad de hacer un discurso de centro, tal vez porque desde que Albert Rivera desveló que su proyecto no era transversal, la desbandada masiva de electores solo dejó en el ámbito de Cs a los nostálgicos del PP, que pudieron apreciar que era más interesante el original que la copia. La experiencia de Ayuso en Madrid ha demostrado que se pueden hacer dos casas a la vez: matar a Cs y frenar a Vox.
Ese es el modelo que se pretende imitar en Murcia, por mucho que López Miras no reuna los encantos frikis de Ayuso o los luzca de manera diferente, con menos desenvoltura. Pero una parte del trabajo está hecho: Cs ha sido desarticulado, y ahora toca Vox. Cs era un partido dañino para el PP porque, aun cuando optó por amigarse con el partido de la derecha, no resultaba fiable para éste, pues el PSOE no cejaba en el intento de seducción, y siempre estaba latente la posibilidad del giro. La ‘gran coalición’ no era posible entre PP y PSOE, pero sí entre PSOE y Cs, ya que éste intentaba reproducir la imagen de una derecha progre.