El último domingo de los meses de octubre y marzo se procede a cambiar la hora para adaptar el horario de invierno y verano respectivamente, conforme a una directiva europea vigente desde 2008.
Con los años, la polémica en torno a si se debería abolir este sistema dual de modificación horaria ha crecido hasta llevar al Parlamento Europeo a realizar una encuesta a 4,6 millones de ciudadanos comunitarios sobre su eliminación.
Los resultados fueron llamativos. El 84% de los encuestados se muestra a favor de acabar con este sistema, mientras que en España la predisposición a ello se eleva hasta un 93 %.
Se trataría de un trámite largo, al menos de dos años, porque coincide también con las elecciones europeas del 26 de mayo, lo que significaría que mínimo hasta el 2021 no se procedería a su eliminación. Ya se intentó abordar este tema para que la primavera de 2019 fuera la última en que se adelantara el reloj, pero ante la falta de acuerdo se tuvo que aplazar.
No obstante, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, aseguró que si «la gente lo quiere, lo haremos». Y en ello están.
En el supuesto de poner fin al cambio de horario obligatorio, cada estado miembro de la UE tendría la libertad de elegir su propia zona horaria. No obstante, desde Bruselas recomiendan y esperan que se alcance un consenso con el fin de no perjudicar el funcionamiento del Mercado Único.
Las polémicas sobre el cambio de hora
Partidarios y detractores expusieron los argumentos necesarios para defender sus tesis. En un principio, el cambio horario tuvo su origen en la Primera Guerra Mundial: una decisión en tiempos de guerra que buscaba aumentar la productividad de las fábricas al abrir una hora más.
Ahora, el motivo esgrimido es el de aprovechar al máximo las horas de luz para aumentar la eficiencia energética y reducir su consumo. Sin embargo, se ha demostrado que la Unión Europea apenas ahorra entre un 0,5% y un 2,5% de energía con la aplicación del cambio horario.
No parece que esto tenga un efecto significativo y ha dejado a sus defensores en una posición comprometida. Sobre todo, después de que varios estudios científicos avalasen una serie de consecuencias negativas para el estado físico de las personas derivadas del trastorno horario, lo que terminaría por apartar del debate la cuestión de la eficiencia energética.
Según un estudio de la aseguradora Acierto.com, adelantar el reloj supone un aumento en las probabilidades de sufrir hipertensión o migrañas. Trastoca el cuerpo a nivel interno y le dificulta descansar.
Esta falta de sueño también está relacionada con el número de accidentes de tráfico que ocurren durante los desplazamientos al trabajo. Falta de concentración, somnolencia y una menor visibilidad en la carretera al no haber salido todavía el sol se encuentran entre los factores causantes.
Según la Sociedad Española del Sueño, que amanezca en invierno una hora más tarde implica comenzar la jornada todavía siendo de noche. Traducido, este hecho supone un descenso de productividad y rendimiento tanto para los niños en el colegio como para los adultos en sus puestos de trabajo.
Además, afirman que la luz natural de primera hora de la mañana es clave en la producción de melatonina, una hormona necesaria para conciliar el sueño y cuya carencia desencadena en un peor descanso nocturno y el consiguiente estrés que esto genera en el organismo.
Desde otra perspectiva, que amanezca más tarde implica que también anochezca una hora más tarde. Lo que deriva en una prolongación del horario laboral y de ocio, que volvería a desembocar, como pescadilla que se muerde la cola, en un menor tiempo dedicado al descanso.
En definitiva, ni aunque para 2021 se elimine esta directiva europea, la polémica cesaría. Se tendría que decidir, también, a estancias de la Eurocámara con qué horario quedarse, si con el de invierno o el de verano. Y cada país tiene sus preferencias.
Una oportunidad para España
Hasta la Segunda Guerra Mundial, España se encontraba dentro del mismo huso horario que el del meridiano de Greenwich, es decir, el de una hora menos, como en Reino Unido o Portugal.
Franco decidió entonces adelantar la hora para compartir el mismo horario que la Alemania de Adolf Hitler y así simplificar las maniobras bélicas conjuntas durante el desarrollo de la guerra.
España, tal y como ha dictado la UE, podría decidir en qué huso horario encontrarse. Volver al que por posición geográfica pertenece la Península sería permanecer en el horario de invierno.
Sus defensores alegan que la actividad productiva se adecuaría más a las horas de luz, pero significaría un cambio de hábitos que no tendrían por qué ser negativos. Ayudaría a la conciliación laboral, los españoles se levantarían más pronto y comerían con el horario europeo.
Los que por otro lado defienden la permanencia en el horario de veranosostienen, sobre todo, que generaría un impacto positivo sobre el sector del comercio y del ocio.
A expensas de que todo esto suceda, todavía no toca elegir. El Gobierno ha creado una comisión de expertos para evaluar una posible decisión futura que, de momento, no impedirá que esta noche a las dos sean las tres.