Vladímir Putin, de 65 años, ha ganado las elecciones presidenciales rusas con su mejor porcentaje de la historia, un 76,66% de los votos con el escrutinio casi finalizado, con el 99,8% de los votos. El mandatario, que reunió el equivalente a 56,2 millones de votos, conjuró también el peligro de abstención, según los datos de participación facilitados por la Comisión Electoral Central este lunes, con el 67,4%, más de 73,3 millones de personas.

El segundo candidato más votado este domingo ha sido el millonario comunista Pável Grudinin, que logró el 11,8 % de los votos (unos 8,6 millones de votantes); seguido por el ultranacionalista Vladímir Zhirinovski, con el 5,6% (equivalente a 4,1 millones). La periodista Ksenia Sobchak, la tercera mujer en participar en unos comicios presidenciales en la historia de Rusia, logró el 1,67 % (equivalente a 1,2 millones de votantes), mientras que el histórico líder liberal Grigori Yavlinski consiguió el respaldo del 1,04 % de los votantes, según informa France Presse. Los otros tres candidatos presidenciales no superaron la barrera del 1%.

Putin compareció por la noche en un concierto que se celebraba en el centro de Moscú para conmemorar el cuarto aniversario de la anexión de Crimea. En el escenario, radiante y eufórico, el líder agradeció a sus seguidores el apoyo prestado y el “resultado” conseguido. Según Putin, “ha ganado nuestro gran equipo nacional” y “nos espera el éxito”. “Necesitamos la unidad para avanzar”, jaleó el presidente ante una multitud enfervorecida que empezó a gritar: “Rusia, Rusia”.

En una rueda de prensa posterior, el presidente ruso pidió “unidad” para realizar “un salto radical” e insistió en la idea de “equipo”. El mandatario interpretó su victoria como un “reconocimiento” de lo hecho, “confianza” por lo que hace y “esperanza” por lo que se hará. Sobre posibles cambios en el Gobierno, Putin afirmó que decidirá al respecto tras su investidura, el próximo mes de mayo.

El resultado de las elecciones es equivalente a un “referéndum”, según manifestó un miembro de su equipo electoral antes de conocer los resultados definitivos. En 2000, el actual jefe del Estado obtuvo un 52,94% de los votos; en 2004, logró un 71,31% y en 2012, un 63,60%. Dmitri Medvédev, alcanzó un 70,28% cuando fue elegido presidente por cuatro años en 2008. Fue bajo su presidencia cuando se modificó la legislación para ampliar el mandato de 4 a 6 años y para permitir que un presidente pudiera permanecer en el puesto más de dos mandatos. En cuanto a la participación, ésta fue de 65,34% en 2012, tras el 69,81% en 2008, cuando se votó a Medvédev, y del 68,70% en 2000 cuando Putin fue elegido presidente por primera vez, tras ser designado como sucesor por Boris Yeltsin.

Putin recibió más del 90% de los votos en cinco regiones o repúblicas del país, entre ellas Crimea. El presidente ruso necesitaba especialmente esta participación para mostrar al mundo su derecho a la anexión de Crimea y su legitimidad con una acción que le ha enfrentado a sus antiguos socios occidentales, según manifestó el político Vladímir Rizhkov.

En diversos colegios, los observadores denunciaron irregularidades, entre ellas pucherazos efectuados frente a las cámaras de televisión por miembros de las comisiones electorales, que actuaban sin miedo de las consecuencias de sus acciones (hasta cuatro años de cárcel y 100.000 rublos de multa, unos 1.400 euros). El candidato del Partido Comunista, denunció que los comicios  habían sido los “más sucios de los que han tenido lugar en el espacio postsoviético”.

No obstante, Serguéi Spilkin, un experto electoral respetado, afirmó a este periódico que “los resultados reflejan la realidad del país” y que “las irregularidades sucedieron sobre todo antes de las elecciones y no durante la jornada electoral”. “Las autoridades”, señaló, “se pueden permitir castigar las infracciones”.

Los pucherazos como mínimo se registraron en la región de Moscú, en Chechenia y en la región de Krasnodar, en el sur de Rusia. En la localidad moscovita de Luberzi, los mismos miembros de la comisión electoral manipularon el proceso antes de comenzar la jornada. En Krasnodar y en Bashkiria, aparecieron falsos observadores que, haciéndose pasar por observadores del partido Yábloko, ocupaban el puesto de los verdaderos.

Putin votó por la mañana en un colegio electoral situado en la Academia de Ciencias en Moscú. El presidente votó en una urna electrónica con voz que recibió su papeleta con las palabras: “gracias, usted ha votado”. Interrogado sobre qué porcentaje de votos consideraba un éxito, Putin dijo: “cualquiera que dé derecho a ejercer el cargo de presidente”. Afirmó además estar “seguro de que el programa» que propone «para todo el país es el correcto”.

División opositora

De la jornada electoral destacó la presencia de Ksenia Sobchak en el cuartel general de Alexéi Navalni, el aspirante a presidente que fue vetado de la carrera electoral. Ambos se enzarzaron en una crispada discusión en la que Navalni acusó a Sobchak de haber recibido una gran cantidad de dinero para participar en los comicios. Sobchak negó esta acusación y pidió a su interlocutor que se uniera a ella para agrupar a toda la oposición liberal. Navalni la llamó “hipócrita y mentirosa desde el principio al fin”, “candidata liberal caricaturesca” e “instrumento” del Kremlin.

Los ciudadanos rusos que residen en Ucrania no pudieron votar durante la jornada porque Kiev prohibió que se usaran las sedes diplomáticas de Moscú como colegios a modo de represalia por la celebración de elecciones en los territorios anexionados de Crimea y Sebastopol. En Ucrania hay cerca de 72.000 electores rusos. La policía ucrania solo admitió al personal diplomático en la Embajada y los consulados rusos en Kiev, Járkov, Odesa y Lviv e invocó razones de seguridad y provocaciones con posibles consecuencias graves.

Entre los observadores de la oposición rusos hubo conflictos debido a la decisión de Nalvani de mandar sus propios observadores (acreditados a nombre de otros contendientes oficiales) a Chechenia, lo que según el partido Yábloko suponía un peligro para ellos y para la gente que contactaran en aquella república. Como observadores internacionales participaron en los comicios un total de 14 organizaciones, con 1.513 observadores.
 

La errática conducta de Putin

 

El líder ruso, Vladimir Putin, pasa ya de los 65 años y se dis­pone a co­menzar un cuarto tér­mino pre­si­den­cial con el prin­cipal ob­je­tivo de que Rusia siga apa­re­ciendo en el mapa de las grandes po­ten­cias. Atrás han que­dado los días de la guerra fría en la que sólo había dos pro­ta­go­nis­tas: Estados Unidos y la Unión Soviética. Pero desde que el sis­tema co­mu­nista se ex­tin­guió en 1989, han apa­re­cido otras po­ten­cias que han su­pe­rado a Rusia como son China, la Unión Europea y Japón.

E incluso Corea del Norte, un país pequeño y en el umbral de la miseria, lleva algunos años saliendo en los titulares de primera página, ‘amenazando’ la seguridad del territorio estadounidense. Por eso Putin ha anunciado hace unos días que Rusia cuenta con un cohete nuclear hipersónico capaz de ‘atravesar’ el escudo norteamericano antimisiles de avanzadísima tecnología. Una baladronada del Kremlin, muy eficaz para consumo interior en campañas electorales.

No es sólo un asunto de orgullo nacional y poder personal de Putin, (por cierto, bastante herido desde que en 2014 el entonces presidente Barack Obama pusiera en el mismo nivel como amenazas globales a Rusia y al virus del ébola o también con los llamados ‘papeles de Panamá’, que revelaron su gran fortuna privada). Está en juego además la existencia del país en su actual configuración, la continuidad de su régimen y su propia supervivencia como se deduce de un repaso de las necesidades geopolíticas y puntos débiles de Rusia a lo largo de la historia.

Rusia es el país más extenso del mundo con algo más de 17 millones de kilómetros cuadrados, en donde viven nada menos que 145 millones de habitantes, población en la que la etnia y la cultura rusa son cada vez más minoritarias ante el mayor número de ciudadanos de otros pueblos de costumbres y religiones diversas.

Esta geografía imposible hace que el transporte de alimentos y artículos comerciales sean costosísimos; tampoco ayuda el que el territorio apenas cuente con puertos marítimos útiles, debido a que la mayor parte del año sus aguas marinas están congeladas. La fuente de ingresos más segura es el gas natural.

Estas características geopolíticas han provocado que para gobernar Rusia se han necesitado siempre unas numerosas fuerzas armadas, un aparato de seguridad implacable y una red de inteligencia poderosa para controlar todo lo que pasa. En este panorama, la corrupción -un complemento del control- ha aparecido como algo inherente a los sucesivos sistemas políticos. En los últimos tiempos -según afirma el experto en estos temas Noah Buckley- se ha diluido la distinción entre lo público y lo privado, entre los servicios de seguridad y los grupos criminales que actúan con impunidad.

Nada de esto favorece la existencia de un régimen auténticamente democrático. La supervivencia del gobernante de turno en Moscú pende de un débil hilo. Por la mente de Putin pasan las revoluciones democráticas recientes en Georgia, Ucrania y Kirguistán que derribaron por la fuerza a los gobernantes, y teme que el siguiente sea él. Por no decir lo ocurrido en Egipto y Libia. (El final trágico de Gaddafi le provocó un gran trauma).

Ante este panorama, algunos analistas opinan que el líder ruso ha optado por ocultar las debilidades y carencias de su país adoptando acciones osadas y desconcertantes. Por ejemplo, los ataques cibernéticos antes de las elecciones norteamericanas, las injerencias en la política interna de los países europeos, en las que el apoyo a los independentistas catalanes no ha sido la menor. La mejor defensa es el ataque.

Los votantes del presidente han ido a las urnas no con la esperanza de alcanzar un futuro mejor, sino por el miedo a lo que pueda ocurrir el día de mañana, ha comentado Abbas Gallyamov, que escribió discursos para Putin. Aunque por el momento le ha apoyado, la gente comienza a preguntarse: ¿Y después de Putin, qué?

 

El método Putin: aprovecharse de cualquier síntoma de debilidad del adversario

 

Exagente del KGB al frente del país desde hace más de 18 años, Vladimir Putin, encarna la ambición de una gran Rusia de renovada potencia. «Nadie quería hablarnos, nadie quería escucharnos. íEscúchennos ahora!», lanzó a los occidentales durante su último gran discurso, a principios de marzo.

Cuando Putin, de 65 años, llegó al poder el año 2000, su país era inestable, con una economía fallida. Ahora, numerosos de sus conciudadanos lo alaban, asociándolo con la estabilidad y una nueva prosperidad favorecida por la actividad petrolera. Eso a costa de un retroceso en materia de derechos humanos y libertades, según sus críticos.

A nivel internacional intenta restaurar la influencia de Rusia en el mundo,deteriorada tras la caída de la Unión Soviética y los años caóticos bajo el mandato de Boris Yeltsin. ¿Su método? Una lucha paciente y obstinada, al acecho de cualquier síntoma de debilidad del adversario, explicaba en 2013 Putin. Esa técnica le ha resultado exitosa en Siria, donde Rusia interviene en apoyo del régimen de Damasco desde 2015, lo que supuso un giro en el transcurso de la guerra.

Un año antes, Putin quiso ser el restaurador de la «gran Rusia» al anexionar la península ucraniana de Crimea, tras un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional. Esa operación mejoró su imagen en casa, pero desató la peor crisis desde el fin de la Guerra Fría entre rusos y occidentales.

Gran aficionado al deporte, el presidente ruso intentó hacer de su país una potencia deportiva, lo que también generó una crisis internacional. Rusia organizó en 2014 los Juegos Olímpicos más caros de la historia en Sochi y, en el verano boreal de 2018 acogerá el mundial de fútbol. Pero los sueños del Kremlin se vieron ensombrecidos por las acusaciones de dopaje institucionalizado a raíz del informe McLaren en 2016, que Moscú siempre rechazó.

ORIGEN MODESTO

Nacido el 7 de octubre de 1952 en el seno de una familia obrera en Leningrado (hoy San Petersburgo), nada hacía presagiar que Putin acabaría ocupando la cima del poder. Graduado en Derecho, trabajó en el KGB como agente de inteligencia exterior. Tras el desmembramiento de la URSS, se reinventó como asesor para relaciones exteriores del nuevo alcalde liberal de San Petersburgo y luego comenzó un ascenso fulgurante.

En 1996, fue requerido para trabajar en el Kremlin. En 1998 fue elegido director del FSB -que sustituyó al KGB- y un año después fue nombrado primer ministro por el presidente Boris Yeltsin.

Algunos miembros del círculo de Yeltsin creían que podrían manipularlo fácilmente, pero él ya estaba metido de lleno en restablecer la autoridad del Estado formando un «poder vertical» que depende únicamente de él.

La guerra de Chechenia, lanzada en octubre de 1999, supuso el fundamento de su popularidad en Rusia. Cuando Yeltsin dimitió ese año Putin ya se había impuesto como el nuevo hombre fuerte del país. Tras ser elegido en el 2000, Putin aceleró su influencia apoyándose en las «estructuras de fuerza» (servicios secretos, policía, ejército) y en sus familiares de San Petersburgo.

PROTESTAS


Expulsó del poder a los «oligarcas» y encarceló a los rebeldes, como el director del grupo petrolero Yukos, Mijail Jodorkovski, liberado en 2013. El Kremlin metió en vereda también a las cadenas de televisión, que pasaron a estar al servicio de Putin.

En 2008, al verse limitado a dos mandatos consecutivos por la Constitución, le confió el Kremlin por cuatro años a su primer ministro, Dmitri Medvedev, y se puso al frente del gobierno.

Cuando, en 2011, anunció su intención de volver a la presidencia para un nuevo mandato, provocó una oleada inédita de protestas. La movilización se fue apagando tras su reelección en 2012, marcada por la adopción de leyes que la oposición tildó de liberticidas y la creciente represión de toda forma de protesta.

Extremadamente celoso de su vida privada, a Putin, padre de dos hijas y divorciado desde 2013, le gusta dar la imagen de un hombre de gustos simples. Sin embargo, suele coquetear con el culto a la personalidad, acaparando la atención de los medios, ya sea con demostraciones de judo, cabalgando en caballo sin camiseta o apagando un incendio al mando de un avión Bombardier.