Susana Díaz termina descompuesta un breve encuentro con el secretario general que se entrevistó con todos los dirigentes pero no dio pie al diálogo ni a pactar su nueva dirección
La jornada acabó mal. Pasadas las once de la noche Susana Díaz abandonó el Palacio Municipal de Congresos de Madrid visiblemente tocada. Iba llorosa, triste y derrotada. Fue la última en entrevistarse con Pedro Sánchez en un encuentro llamativamente breve en el que solo le dijo: “Haz el equipo que quieras”. Apenas diez minutos pasaron mientras que la presidenta andaluza subió la escalera y bajó. Cinco estuvo con el secretario general. Él se limitó a trasladarle los ocho nombres andaluces en su futura dirección. Ninguno afín a ella. Con todos los barones susanistas la frialdad fue extrema, sin concesiones, coincidieron en relatar fuentes próximas a los protagonistas.
Flanqueada por sus hombres de confianza, eran ocho en total, Díaz se desahogó a escondidas en la cafetería antes de hablar a la prensa. Sus declaraciones fueron casi las mismas que por la mañana. Manos libres al secretario general y comodidad en la plurinacionalidad de España dentro de la Constitución. Todos los dirigentes territoriales del PSOE entonaron, más o menos, el mismo estribillo. Era lo pactado. No batallar. “El tiempo pondrá las cosas en su sitio” o “el relato esta vez se va a escribir solo”, repetían los derrotados en las primarias un mes atrás.
Deserciones en la votación
La delegación andaluza abandonó antes de que el plenario votara las enmiendas al dictamen de la ponencia. Aseguran que no fue pactado pero no fue la única que desertó. Díaz se dirigió a ellos “de forma improvisada” en un lugar cercano al plenario para darles ánimo y animarlos a trabajar en las autonómicas y municipales. Otras delegaciones también habían quedado y se ausentaron.
La foto fija fue muy descriptiva y el plenario semivacío era una imagen potente. Los perdedores de las primarias aún no lo digieren y los ganadoresno están mostrando piedad. El aplauso final a la flamante presidenta del PSOE, Cristina Narbona, tras contar las principales conclusiones aprobadas por los delegados, resonó fuerte pese a que tuvo muchas ausencias.
El anuncio de que darán batalla a Ximo Puig en Valencia fue entendido como una declaración de guerra y prendió la mecha
La cosa acabó como había empezado en la primera jornada del 39º Congreso del PSOE. Fueron mucho más reveladores los gestos que las palabras. Iba a ser una jornada pacífica en la que Pedro Sánchez tenía poco que negociar porque todo llegaba ya atado y en su ejecutiva apenas había equis que despejar. El secretario general, reforzado tras su victoria rotunda en las primarias, tenía manos libres para hacer lo que quisiera pero lo último que esperaban los barones era que les metiera el dedo en el ojo. Y ocurrió.
Lambán y Page, en la cuerda floja
La presencia del alcalde de Burjassot, Rafa García, en la mesa del congreso y la declaración del futuro secretario de Organización, José Luis Ábalos, postulándolo como rival del presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, en el cónclave provincial prendió la mecha. Los barones lo entendieron sin duda como una declaración de guerra. Además tampoco se descartaron movimientos contra Javier Lambán en Aragón y Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha. Solo Susana Díaz, con mayoría en Andalucía, y Guillermo Fernández Vara, con asiento en la nueva cúpula federal como miembro nato, parecen blindados de maniobras que puedan descabalgarlos.
Los dirigentes cuyos sillones peligran están al frente de gobiernos con mucha debilidad y confiaban en un pacto no explícito por el que Pedro Sánchez iba a respetar a los presidentes autonómicos. La regla no escrita en el PSOE impide las bicefalias. Los presidentes autonómicos ejercen las secretarías generales del partido sin excepción. “Es nuestra lógica, funcionamos así y él debería de saberlo. Él querrá ser presidente y para eso quiere tener el partido detrás. Pues los demás también”, explicaba un dirigente andaluz visiblemente enfadado. Lambán sí que le dijo a Sánchez a la cara en su reunión a dos que no entendía cómo jugaba a desestabilizar a los presidentes autonómicos, según trasladaron fuentes socialistas de Aragón. No halló respuesta.
Sánchez en la cuarta planta
Mientras que en las comisiones los delegados negociaban la ponencia del PSOE, los dirigentes de todas las federaciones socialistas pasaban por la cuarta planta del Palacio Municipal de Congresos para reunirse con Sánchez. Estuvo acompañado por Ábalos, Santos Cerdán y Adriana Lastra. Antes de que comenzaran las reuniones el clima fue enrareciéndose. Incluso los barones y dirigentes afines al secretario general mostraron muchas dudas sobre la estrategia seguida por Sánchez, convencidos de que no tocaba dar batalla y de que su holgada victoria en las primarias le permitía situarse muy por encima y dar por concluida la guerra interna. Fuentes próximas a Francina Armengol o Idoia Mendia admitían la perplejidad ante los pasos que se estaban dando.
Al nuevo PSOE le queda un camino muy largo de recorrer. Pedro Sánchez apenas estuvo visible durante el primer día de congreso
Ni debates que en tiempos recientes han abierto enfrentamientos internos, como la España “plurinacional” finalmente aprobada sin apenas fricciones o la posibilidad de regular los vientres de alquiler, anulada por una mayoría incontestable, lograron sacudir el PSOE como las heridas todavía muy abiertas tras la encarnizada pelea en las primarias.
El caos se apoderó además del debate en cuanto al modelo de partido. Muchos de los delegados trasladaron que no sabían ni lo que estaban votando. El intento de la nueva dirección socialista de cambiar drásticamente el modelo y el funcionamiento del PSOE, dando más poder a la militancia, abrió muchas dudas. Las prisas no ayudaron. El intento de Sánchez de tapar cualquier posibilidad de una nueva traición como la vivida el pasado octubre condujo a planteamientos incluso surrealistas, como que el secretario general pueda seguir en su cargo aunque dimita la ejecutiva federal al completo. Al nuevo PSOE le queda un camino muy largo de recorrer. Pedro Sánchez apenas estuvo visible durante el primer día de congreso. Se parapetó en la cuarta planta y desde allí dejó claro que viene a coser para la militancia, dicen los suyos, o mandar sin dar cuentas a nadie, según sus adversarios, y menos a los barones que hace tan poco tiempo se aliaron para desbancarlo.