La inutilidad de un acuerdo de gobierno con el PP se veía desde lejos y el resultado de esa negociación no ha podido ser más lamentable. Una negociación que se ha llevado a cabo con mucho más teléfono y copas alejados de los focos, que con reuniones maratonianas y sesudas que dieran como resultado un programa creíble y sustanciado en partidas presupuestarias.
El cacareado acuerdo programático es más un conjunto de propuestas simbólicas, que pudieran sustanciarse en declaraciones institucionales de los miembros del ejecutivo autonómico, que un conjunto de medidas sólidas y de próxima aplicación. En primer lugar porque los presupuestos regionales no lo permiten y, en segundo lugar, porque muchas de esas medidas que leemos en el pacto escapan al ámbito competencial de la Región de Murcia.
Poco o nada tiene que hacer nuestro poder ejecutivo en relación a la unidad de España más que demandarla políticamente; poco o nada puede hacer tampoco en relación a la administración de Justicia porque, sencillamente, no es tarea suya.
El texto, que no pasaría un cribado de verificación de las que han sido las políticas del PP este último cuarto de siglo, resulta muy preocupante y hasta da vergüenza cuando al llegar al capítulo de las políticas sociales se afirma en su punto 53, como primera medida en relación a la violencia sobre las mujeres, que «estableceremos protocolos específicos para la atención integral a las mujeres víctimas de violencia machista que retiren la denuncia». Las derechas trasladan así un peligroso mensaje, el de que ayudarán a las mujeres que ya no denuncien. Quiero creer que a las demás también, pero el texto, medido en propuestas concretas, no lo dice.
Ciudadanos y PP expresan con buenas palabras una serie de deseos, como el anterior, pero no concretan nada, y al llegar a la legislación LGTBI, punto 54, ni siquiera nombran a la ley actual, ni a su inexistente desarrollo y no pronuncian una palabra sobre el Observatorio de la Igualdad que tantísimo trabajo costó aprobar en nuestro parlamento autonómico. Es la antesala de la derogación o sustitución de esta ley, apoyada por todo el movimiento asociativo, por otra más laxa, vacía de contenido y que no le suponga, por tanto, un problema con sus socios de la «filofascista» Vox.
En relación al campo de la economía, al que se le presupone una mayor seriedad, no solo no se especifica ni una sola partida presupuestaria, es que, en dos temas capitales para nuestro desarrollo, tanto PP como Cs han decidido tirar por la ventana cualquier atisbo de lógica. En su apartado referente al Mar Menor no hay una sola palabra sobre el demandado ‘vertido cero’, la saturación urbanística o la agricultura intensiva que ha empobrecido los suelos y acuíferos y esquilmado toda la ribera de la laguna. Si aplicamos el traductor de votos, esto es volver a dar carta blanca a todos aquellos a los que la salud del Mar Menor les importa más bien poco.
Se habla del puerto de contenedores de El Gorguell, pero por supuesto sin decirle al público que su construcción arrasaría la Sierra de la Fausilla y dejaría sin validez gran parte de la regeneración de Portmán, sobre todo, aquello relacionado con su promoción económica y turística.
En otros apartados, confirma el modelo educativo de subvención a espuertas de la concertada, sin hablar de la ratio y medios de la escuela pública, ni de la formación en nuevas tecnologías o del inmisericorde estado de las condiciones laborales de nuestros maestros y profesores.
La guinda de semejante despropósito es la afirmación, sin ambages, que asevera en el capítulo sanitario que «Eliminaremos las listas de espera». Como si la ciudadanía de la Región de Murcia no fuera consciente, desde hace mucho tiempo, de la deuda financiera infinita que tiene el Servicio Murciano de Salud, con hospitales a medio gas y consultorios cerrados por las tardes.
Si esta era la seriedad de Ciudadanos, si esto era el viento fresco que venía a purificar el desprecio con el que las instituciones públicas regionales habían tratado a la población de la Región de Murcia, si esto era lo máximo a lo que podía aspirar Ciudadanos en esas larguísimas negociaciones, más les hubiera valido haber dicho directamente que iban a firmar lo que les pusieran delante, sin más remilgos. Y certificar, cosa ya sabida, que les daba igual el proyecto, solo querían el poder y de la forma más cómoda posible.
Tenemos pues la confirmación por escrito de que el pacto con el centro-izquierda, que hubiera puesto fin al gobierno de la corrupción y del clientelismo, no se ha materializado no porque las propuestas programáticas fueran muy diferentes entre Isabel Franco y Diego Conesa, sino porque el gobierno con PP y Vox será más tranquilo y placentero y, sin embargo, la alianza con los socialdemócratas hubiera supuesto que los naranjas tuvieran que ponerse a trabajar de verdad.
El suicidio de la «nueva política» se ha consumado. No sólo darán oxígeno a un PP asediado por el banquillo, sino que además, programáticamente, tampoco sirven para nada.