Hace unas semanas titulé uno de los ‘palos’ de esta manera: ‘Ponga un Bonilla en su vida’.

Hoy, después de ver y comprobar su paso en la Convención Nacional del PP, vuelvo a escribir el título que precede. El muchacho al que se lo iba a llevar la corriente casadista —fue un hombre de Soraya—, al que manipularon cuando en la campaña electoral decían había pedido el voto a una vaca, fue, de facto, la gran estrella en el aquelarre popular.

El poder es siempre el poder. De repente, se descubrió un tipo que hizo poner a las masas de pie en cinco ocasiones y que sabe modular los mensajes mitineros cuando todo el mundo entendía que era un ‘saborío’. Dicho de otro modo, si en realidad, tras la marcha del castellano Juan Vicente Herrera, Alberto Núñez Feijóo quedaba en solitario al mando de las «baronías», me temo que ahora tendrá que compartir pin con el andaluz.

Todavía es muy pronto para poder afirmar nada porque ahora viene el otro capítulo de la gobernanza, que o sale bien o resultará flor de un día.

Juanma Moreno Bonilla, además de hacer que Andalucía deje de ser el farolillo rojo en renta per cápita, tiene un rol fundamental que cumplir en su partido: evitar que los talibanes de la escuela de Chicago (¡vaya elenco económico presentaron!) impongan una política suicida y que otros de sectas varias (también religiosas y de intereses personales y de clan) crean que el PP es un predio exclusivo para curas y ganapanes.

Tanto Bonilla como Feijóo disfrutan reivindicando el centro. Van a tener tajo.
 
 

FUENTE: ELCONFIDENCIAL