En medio de la barahúnda, apenas se escuchaba la voz desesperada de un tal Bal,pidiendo a todos que siguiesen con el debate, que un socialista como Ángel Gabilondo no se levanta de una mesa ni siquiera en solidaridad con Pablo Iglesias, o menos aún por solidaridad con Pablo Iglesias. Pero claro, la gresca era fenomenal mientras el líder de Unidas Podemos se levantaba de la mesa del debate en la cadena Ser y la candidata de Vox, Rocío Monasterio, vociferaba “lárguese, es lo que quieren muchos españoles, que se marche” y la moderadora, impotente, agarraba por el brazo a Iglesias tratando de impedir su huida.
En fin, sin duda usted conoce ya los lamentables hechos. Lo importante ahora son las consecuencias: tremendo que los debates se hayan cortado de raíz en una campaña electoral, que debería centrarse precisamente en varios debates, ordenados, civilizados, con propuestas, en lugar de en mítines arracimados en los que no se respetan ni las distancias de la pandemia ni la elegancia en el verbo. Pero más debates es justamente lo que ya no tendremos cuando las dos Españas,empujadas desde los extremos, parecen más fracturadas que nunca entre ‘derechas’ e ‘izquierdas’. Ya nadie quiere hablar con nadie: es la hora de las ‘balaceras’ verbales en mítines y entrevistas, no la hora de confrontar ideas.
Creo inaceptable que una candidata diga “lárguese” a otro candidato de ideología opuesta en medio de un debate
No seré yo, desde luego, quien equipare lo actuado por Podemos y por Vox en este lance. Creo inaceptable que una candidata diga “lárguese” a otro candidato de ideología opuesta en medio de un debate: ¿Quién es ella para echar a nadie?. Pero me parece al menos inapropiado que ese otro candidato se levante y, en efecto, se largue: me invita a pensar que buscaba rédito electoral, que era lo mismo que sin duda trataba de propiciarse la señora Monasterio con su increíble proceder, que embarra a toda la clase política.
Creo que Bal, en sus súplicas para que nadie se marchase de allí cuando ya Gabilondo y la candidata de Mas Madrid optaban por tomar también el camino de la puerta en solidaridad con Iglesias, era quien tenía la razón. “Me voy a quedar debatiendo conmigo mismo”, se dolía el candidato de Ciudadanos, a quien las encuestas auguran resultados poco favorables, pero que es quien está sabiendo expresar las críticas justas a todos -todos- los demás, en un intento de ocupar una verdadera posición de centro. Lo que ocurre es que los conceptos ‘centro’, ‘centrado’ e incluso el de ‘moderado’ no están de moda, definitivamente en este secarral político que habitamos.
Allí solo ganaba, en realidad, la candidata del PP, la presidenta y aspirante a lo mismo Isabel Díaz Ayuso, pero solo por no haberse presentado al debate radiofónico -ya anunció que, tras el de Telemadrid, no concurriría a ninguno más-. Y se ahorró, por tanto, el bochorno de tener que apoyar presumiblemente la impresentable actitud de quien será su ‘socia’ a la fuerza, la representante de Vox,imprescindible para que la ‘popular’ logre el 4 de mayo una difícil mayoría absoluta que le permita gobernar. Acudí a un abigarrado mitin electoral en Tres Cantos,donde resido, y escuché de lejos a Ayuso, que no pudo, claro, criticar lo de Monasterio, de la misma manera que el socialista Gabilondo no puede permitirse el lujo de decir lo mucho que le parece mal de lo actuado por Iglesias: son las miserias a las que nos obliga esta normativa electoral nuestra, que hace que los mayoritarios estén en manos de los minoritarios, extremistas en este caso, sin un centro ni un sentido común que los modere.
Se quejaba este domingo un importante articulista en un destacado periódico digital de que ni la candidata de Vox ni el de Podemos habían accedido a darles entrevistas. Podrían ser muchos otros los medios que de tal cosa podrían lamentarse. Ni Vox ni Unidas Podemos pueden alardear de ser perfectamente democráticos en cuanto a la libertad de expresión, y bien que quedó a la vista en el frustrado debate del pasado viernes. Alguien tenía que decírselo, pero, claro, ni los del PSOE ni los del PP pueden hacerlo con sus respectivos futuros ‘aliados’.
Lo malo es que solamente Bal, que a priori y salvo sorpresas parece condenado al ostracismo en la política del futuro, puede permitirse lamentar en público las actitudes del uno y de la otra
Lo malo es que solamente Bal, que a priori y salvo sorpresas parece condenado al ostracismo en la política del futuro, puede permitirse lamentar en público las actitudes del uno y de la otra. La UCD, el Centro Democrático y Social, la Operación Reformista, fueron intentos centristas de los que ya esta generación de políticos como Pablo Iglesias o Monasterio no guardan ni memoria. Por eso, porque sé que lo que hoy escribo es casi un homenaje póstumo a ese centrismo en extinción, es por lo que hoy he querido dedicarle esta columna a un tal Edmundo Bal, alguien que vino a la política desde la función pública y que sospecho que a ella regresará, sabiamente desengañado, más pronto que tarde. Y sí, ya sé que muy poco le gustará leer esto cuando falta poco más de una semana para que ocurra lo que tiene que ocurrir.