Haya o no presupuestos, Pedro Sánchez está decidido a dejar claro que los independentistas catalanes no son sus socios. Ahora que las elecciones anticipadas en 2019 son algo más que una posibilidad, el presidente está utilizando cada comparecencia parlamentaria para decirles que no tiene nada que ver con ellos ni con sus ideas, ni está por la labor de llegar a acuerdos que estén a la altura de sus exigencias.

En el imaginario de los independentistas, hay pocas cosas más importantes, quizá hasta sagradas, que el referéndum del 1 de octubre que convocó por su cuenta la Generalitat. Tiene la épica del momento sobre el que los nacionalistas han construido toda su estrategia posterior, sólo oscurecida ahora por la suerte de los políticos encarcelados en Lledoners.

En la comparecencia de Sánchez en el Senado para hablar sobre inmigración y política general, es decir, sobre todo, el presidente pisó el acelerador y se refirió a esa consulta en términos despectivos. Al sumar las últimas ocasiones en que los catalanes han acudido a las urnas, incluyó «los dos referéndums, que al final han sido para su pandilla, vamos a decirlo así».

Su pandilla. En este conflicto político, y también de emociones, sonó como una patada en las aspiraciones de la mitad de los catalanes. Mientras, a la misma hora continuaba la negociación entre los dos gobiernos para ver si Sánchez y Quim Torra se reúnen el viernes y de qué forma en Barcelona. En el momento en que los indepes oigan la referencia a la pandilla, no van a ser muy hospitalarios.

Cuando se eleva tanto el termostato retórico, da igual cuántas veces te ofrezcas o se te ofrezcan para dialogar. Sánchez se negó a aceptar las premisas de los nacionalistas: «La vía para solucionar la crisis (de Catalunya) es el Estatuto de autonomía y la Constitución». El 1-O fue irrelevante: «En el referéndum votó el 30% y en las elecciones autonómicas posteriores votó el 80%». Les puso deberes: «Lo primero que tienen que hacer es hablar, la Catalunya nacionalista y la no nacionalista». Les hizo de menos: «Ustedes solamente gobiernan para una minoría que no es toda la sociedad catalana». Sobre los políticos catalanes en prisión: «Es una gran falacia, una gran mentira, decir que hay presos políticos en España».

Quizá Sánchez llevaba estas frases preparadas. Quizá sacó algunas más de las previstas al escuchar la intervención del senador del PDeCAT Josep Lluís Cleries, que estableció cuál es el horizonte de cualquier diálogo con el Gobierno: un «referéndum de autodeterminación», algo que los socialistas no están en condiciones de aceptar. De hecho, con las urnas asomando por el horizonte, no les conviene ni siquiera que se les vea hablando del tema.

Las diferencias entre ERC y PDeCAT

Cleries reclamó a Sánchez que «vuelva al diálogo y los compromisos de la moción de censura». El PSOE niega haber llegado a un acuerdo que incluya una discusión sobre un referéndum de independencia, como exigió el senador nacionalista. «Hasta hoy no ha propuesto nada», dijo Cleries refiriéndose a los seis meses de Sánchez en Moncloa, lo que indica que no hay muchas posibilidades a día de hoy de que aprueben el proyecto de presupuestos que el Gobierno enviará en enero al Parlamento.

El senador del PDeCAT recuperó el viejo recurso propagandístico del «déficit fiscal de 16.000 millones que salen de los bolsillos de los catalanes y no vuelven». Sánchez no lo dejó pasar y lo llamó la «mentira» de costumbre. Lo comparó con las mentiras de Nigel Farage y la campaña del Brexit, lo que ya había hecho en el Congreso.

En la línea de lo expresado por Junqueras desde prisión, la senadora de ERC Mirella Cortès apostó por las negociaciones en repetidas ocasiones: «Nunca vamos a renunciar al diálogo. Un diálogo en que se pueda hablar de todo. De-to-do. De todo. De todo».

Las diferencias de estrategia entre Puigdemont y Junqueras se vieron reflejadas en el debate. El PDeCAT condiciona el diálogo a que sirva para poner en marcha otro referéndum. Ese es un objetivo irrenunciable. ERC habla de un diálogo «sincero y sin condiciones».

Lo malo para ERC es que de momento no puede ofrecer ningún resultado a los seguidores de Puigdemont: «Mientras Esquerra apoya todas las medidas sociales que ustedes nos están proponiendo (en el Congreso), el Partido Socialista está votando en contra de las medidas sociales que proponemos en el Parlament», dijo Cortès.

Socialistas e independentistas catalanes se expresan en público como si estuvieran tan separados que cualquier aproximación carece de sentido. En política, los giros de 180 grados son perfectamente posibles. Eso no quiere decir que vaya a ocurrir uno de ellos en este caso.

 
 

FUENTE: ELDIARIO