Se ha puesto muy transilvana nuestra prensa palaciega (que viene siendo toda la de papel) con el error de protocolo cometido por Pedro Sánchez en el Palacio Real en el Día de la Hispanidad (en muchas ciudades norteamericanas ya celebrado como Día de los Pueblos Indígenas, por aquello del genocidio). El caso es que Sánchez, al que le menguan los ministros con la misma celeridad con que le crecen los vicepresidentes con coleta, metió ayer hondamente la pata situándose al lado de Felipe VI para compartir el besamanos cual coqueta Infanta Leonor. “El gesto es muy elocuente”, nos dice el director de ABC, Bieito Rubido, en su billete cotidiano, dando al error categoría, casi, de golpe de Estado inconsciente inspirado en “la narcisa debilidad egocéntrica del actual inquilino de la Moncloa”.
Más a fondo se analiza en el editorial torcuatiano este desliz: “Es también metáfora del discurso republicano que el PSOE está permitiendo que cale en la agenda política” para “quebrar también la lealtad del Gobierno con la Corona”. El editorialista, que no sabe si fue “error de protocolo o simple afán de protagonismo”, se va encendiendo hasta cuajar estas flamígeras versificaciones finales: “Allí donde esté un separatista insultando al Rey, difamando a España y socavando la unidad nacional, está también el PSOE de aliado. Allí donde haya un comunista añejo proclamando revanchismo e imposición totalitaria, está también el PSOE de aliado. Allí donde se promueve el acoso a la Iglesia y a los valores de una gran parte de los ciudadanos, está, con especial ímpetu, el PSOE de aliado”.
Lo cual que, la cara de Infanta Leonor que se le quedara a Sánchez durante el equívoco besamanos, se trasmuda en la del coronel Tejeroa nada que uno se crea el análisis del ABC, que apunta a firme competidor con la revista Mongolia en la risueña faz de nuestros kioskos.
En La Razón, el veterano columnista Martín Prieto coincide en la abecedera idea e incardina el error del presidente en la categoría de “lapsus freudiano”. “Signund Freud define el lapsus como el afloramiento de deseos inconscientes, reprimidos por la educación, a causa del estrés, angustia o ansiedad que, entendiblemente, deben ser poderosos en la vida de Sánchez dada la política que lleva. O ha creído en la abolición monárquica del secesionismo catalán, o su subconsciente le ha imbuido de presidente de la III República”.
Para el periódico que dirige el bravío Francisco Marhuenda, de nada sirven, informativamente, las explicaciones de la propia Casa Real desmintiendo el error o el lapsus golpista. Relegan la aclaración a una frase sin firma en un oscuro rincón de su página 12: “Los Reyes llegaron antes de lo previsto, y esperaron unos diez minutos a que los invitados comenzaran a desfilar […]. Desde Zarzuela se aclaró que no fue una improvisación, si no [sic] que se le solicitó [a Pedro Sánchez] que estuviera al lado de los Reyes para que no estuvieran solos más tiempo”.
Es enternecedor observar cómo nuestros más monárquicos periódicos silencian al Rey y a su entorno cuando, con la verdad, les estropean los chascarrillos. Eso sí que es golpismo o republicanismo informativo, amigo Paco.
En El Mundo, Eduardo Álvarez toca un bordón de risueña cordura sobre el incidente: “Para acabar de redondear el sainete, un tropiezo protocolario en Palacio de Sánchez y esposa es interpretado por algunos exaltados como la prueba subconsciente de que el Gobierno está a punto de acabar con la Monarquía. Todo en una misma jornada, metáfora de lo surrealista que es esta España nuestra”.
En todo caso, el diario de la bola también censura las borbónicas aclaraciones de Zarzuela en artículo firmado por Álvaro Carvajal y Raúl Piña: “A lo largo de la tarde la Casa Real trató de minimizar la kafkiana escena para rebajar la trascendencia que adquirió”, se limitan a apuntar en relajado afán desinformativo. ¿O es que ni siquiera se dignaron a llamar a Zarzuela para conocer los detalles del equívoco? Con el periodismo moderno, nunca se sabe.