JESÚS PARRA MONTERO
Recuerdo que de pequeño cuando alguna vecina le contaba a mi madre una mala noticia, ella decía: “fulanita es un pájaro de mal agüero”; comprendí más tarde que con esa expresión quería referirse a ese tipo de personas que anuncian malas noticias; nunca presagian nada bueno. Con ocasión de la presentación de los Presupuestos en Bruselas, entre ciertos políticos, empresarios y medios de comunicación cuántos “pájaros de mal agüero” existen. A conveniencia, cuando ellos los proponen, sus “presupuestos” son garantía de grandes éxitos; si los presupuestos, en cambio, son de “los contrarios”, su visión es catastrofista; auguran siempre calamidades, desgracias sociales, crisis económicas, despidos y paros masivos, pérdidas del poder adquisitivo, hambrunas futuras como en Venezuela, desaceleración de la economía, vuelta a la senda del déficit y del desempleo, parálisis de la actividad productiva, ausencia de rumbo y futuro, desastres, catástrofes: en fin, “el apocalipsis”.
Mientras el huracán Leslie ha ido sembrando días pasados cierto temor al tocar tierra en las costas de Portugal, convertido en tormenta tropical, la curva de incidentes ha pasado por España en fase descendente; ambos fenómenos meteorológicos han recibido nombres diferentes según la velocidad y el lugar donde se han ido produciendo: huracán o tormenta tropical. Algo similar está sucediendo con el acuerdo PSOE-Podemos en los presupuestos para el año próximo; dependiendo de quién los analice, reciben nombres y opiniones con intensidades diferentes: para unos, son presupuestos sociales, acuerdos de gran importancia política, acuerdos trascendentes con los que ganan y se benefician los que más lo necesitan, representan un futuro y nuevo ciclo político de izquierdas…; para otros, la traición socialista, irresponsabilidad económica pactada con los independentistas que quieren hundir España, pacto de “okupas”, trampa de traidores, más deuda, más déficit, más impuestos y menos empleo, peligroso programa económico condenado al desastre, proyecto desestabilizador de la economía, traición a los pequeños autónomos, una amenazan para la estabilidad financiera, segura laminación del crecimiento… Preguntados algunos economistas de prestigio es curioso encontrar entre ellos opiniones diferentes, incluso encontradas, como las encontradas entre los partidos.
Esta diarrea verbal ha aquejado a lo largo de en estos días a políticos, periodistas, tertulianos y medios de comunicación. Una parte de ellos han adoptado el estilo “Trump”: criticar sin argumentar y decir tantas mentiras y sandeces por día que las memeces de ayer quedaban olvidadas por las del día siguiente. La conclusión a la que llegamos parte de la ciudadanía es que algunos políticos y periodistas que se dicen “tertulianos” son más inmaduros y fatuos de lo que parecen. Separados de la gestión del poder, dolidos, envidiosos, la derecha de Casado, Rivera y los nuevos de VOX, como otros “Moisés” nos amenazan, de aprobarse estos presupuestos, con “las 10 plagas de Egipto”. Para importarles tan poco la gestión política de los contrarios, se ocupan demasiado en hablar de ellos y criticarlos. ¿No serán ataques de envidia? La envidia, otrora defecto moral, es hoy un pésimo defecto de los políticos. La envidia política se ha convertido en la religión de los mediocres. El envidioso te observa con rencor, buscándote algún defecto. Si te lo encuentra, lo aumenta; si no, se lo inventa. El político, torturado por la envidia, trata de destruir al contrario a través de la persecución abierta, con la descalificación o la calumnia. Su objetivo es siempre el mismo: perseguirle y criticarle, con o sin razón; conduce toda su energía a destruir las oportunidades del contrario. Considera que lo que el otro tiene solo a él le pertenece y, si lo ha conseguido, ha sido sin merecerlo y sin esfuerzo: le llaman “okupa”. Se alegra si fracasa o niega y minimiza sus éxitos.
Resulta difícil de asimilar y entender esas “salvas verbales de “okupa” y “gobierno de perdedores y traidores”, en boca de que los que tanto alardean de democracia y exigen a otros el cumplimiento “integro de la Constitución del 78”, y no acepten, en cambio, los artículos 113 y 114. Abochorna a los demócratas cómo el expresidente Rajoy, profeta de calamidades avezado a anunciar siempre infaustos acontecimientos si no gobiernan los suyos, ha podido afirmar en una entrevista publicada el viernes pasado en la revista digital de la Universidad Internacional SEK de Quito (Ecuador): “A mi Gobierno -se atrevió a mentir- no lo cesó el pueblo español, tampoco lo cesó mi partido. Lo cesaron unos partidos de extrema izquierda y unos partidos independentistas en un movimiento en el que el PSOE hizo un triste papel y así nos va”. Algo parecido se le pilló a Pablo Casado cuando, Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea durante una cumbre del Partido Popular Europeo celebrada en Austria, le preguntó en francés en una conversación informal a Casado: «Y tú, ¿qué tal?». La respuesta fue: “Yo bien, bueno… España es un desastre. El nuevo presidente socialista…”. Ambos, Rajoy y Casado, aplican la misma política que Aznar -una franquicia del rencor-: ir por el mundo criticando al legítimo Gobierno de España y por ello a España. Estos son los patriotas que se envuelven con la bandera y gritan hasta la ronquera: “¡Viva España!, ¡viva el rey!”.
Se atribuye a Confucio ese dicho de que “cuando el sabio señala la luna, el necio mira al dedo”; después de mucho tiempo y mucha historia, el sabio Confucio no ha perdido actualidad. Allá por 2008, gobernaba entonces Zapatero, en un artículo titulado “Mal rollo”, escribía Juanjo Millás: “Los dirigentes del PP salivan ahora con la crisis económica como en su día salivaban con la supuesta ruptura de España. Decepcionada esta expectativa, han puesto su confianza en la ruina financiera de esta nación a la que tanto aman… Los cenizos gustan y gozan de prestigio entre la población, pues hay gente que necesita una ración diaria de desastre, una dosis cotidiana de cabreo, una cuota matinal de mierda… Les doy un consejo: quítense del rostro, aunque sea con cirugía estética, esa expresión de ansiedad que tan mal rollo produce en el ciudadano tranquilo”. Los cenizos catastrofistas piensan que si no son ellos quienes gestionan la política, existen pocas posibilidades de enmendar el rumbo y diseñar y ejecutar las reformas necesarias, y así enriquecer los modelos de desarrollo que harán de España la nación más brillante y prospera de la UE, reivindicando la hispanidad como “el hito más importante de la humanidad…”
Con sus estadísticas, porcentajes y cálculos matemáticos en economía, muchos ciudadanos ignorantes de es ciencia, no llegamos a conocer la realidad que nos rodea y nos aplican; fácilmente se nos engaña cayendo en la credulidad. En su ingeniosa obra ¿Cómo mentir con las estadísticas?, su autor, Darrell Huff nos ofrece un curso de sentido común para aprender a descubrir los ardides con los que cada día pretenden engañarnos, manipulando cifras y gráficas, los medios de comunicación, los políticos, la publicidad… Darrell se inventa un neologismo: la “estadisticulación”: es la especulación estadística, es decir, informar engañosamente, manipulando los datos; intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información…, con distorsión de la verdad y al servicio de intereses particulares. Es bueno tomarlo en serio, porque, como nos dice el autor, “los desaprensivos ya conocen estos trucos; los hombres honrados deben aprenderlos en defensa propia”. Decía el escritor escocés Andrew Lang que “algunos usan la estadística y los datos como los ebrios utilizan los faroles: más para su apoyo que para iluminación”. Eso hacen los catastrofistas para presentar sus escenarios políticos apocalípticos. El catastrofismo es el refugio de esos políticos envidiosos, ambiciosos del poder, que esperan que se caiga el mundo para tomar lo que, según creen, les pertenece. Bien lo dijo Cristóbal Montoro, uno de los suyos: “Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”. Es lo que está pasando estos días: Casado y Rivera, Partido Popular y Ciudadanos, grandes empresarios y algunos tertulianos llevan días, como profetas de calamidades, anunciando el inminente Apocalipsis y el huracán destructivo “Leslie” que nos llegará con el pacto entre el Gobierno y Unidos Podemos. Se repiten unos a otros como un mantra: “Van a arruinar todo lo que con el PP se consiguió”.
El necio es como aquel que no pudiendo caminar porque pisaba su barba, se cortó los pies. A los necios, aunque disfracen su egolatría y sus argumentos de buena voluntad, les encanta quejarse, victimizarse y criticar; prefieren más emplear el tiempo en discutir que en resolver los problemas. Los necios, utilizando esa célebre frase acuñada por Louis Van Gaal, entrenador del FC Barcelona, lo ven todo “siempre negativo, nunca positivo”; utilizan el discurso de la confrontación para instrumentalizar sus emociones, fascinados por la protesta hasta conseguir, indignados, los titulares que les benefician; cualquier forma de acierto o solución del contrario, para ellos es un grave desacierto; prefieren siempre el “ciento por ciento” de “nada”, “al cincuenta por ciento” de “algo”; su única opción es o todo o nada. Los logros y éxitos de los contrarios, hinchados por la envidia, los consideran fracasos.
Partido Popular y Ciudadanos, Casado y Rivera, grandes empresarios y algunos tertuliamos no deben olvidar que la crisis pasada que han sufrido las clases más humildes y trabajadoras, cuyos efectos se han recuperado, sobre todo con su trabajo, ha tenido al mismo tiempo unos ganadores indiscutibles. El 10% de la población española más rica ha pasado de acumular un 44% de la riqueza neta total en 2008 al 53% en 2014, según un estudio actual del Banco de España. Partido Popular y Ciudadanos, Casado y Rivera, grandes empresarios y algunos tertuliamos no deben olvidar que el aumento de las desigualdades ha sido una de las peores secuelas de la crisis y constituye el desafío más serio del actual sistema económico. La radiografía más rigurosa de las disfunciones del capitalismo la realizó el economista Thomas Piketty en 2013 en su obra El capital del siglo XXI.
Y, mientras la derecha (PP -Casado-, C’s -Rivera- y ahora VOX) partidaria, corporativa y mediática (ABC, OkDirio, La Razón, El Mundo…), grandes empresarios y algunos tertuliamos, anunciaban terribles tempestades con una visión negativa y catastrofista, jugando todas sus fichas a la debacle del país, utilizando el miedo como arma política, PSOE y Podemos cerraban el acuerdo para los Presupuestos de 2019, cuyas líneas maestras ha llevado el pasado lunes el Ejecutivo a Bruselas. Y si al final resulta que al igual que con el “Leslie”, estos presupuestos sortean razonablemente bien las catástrofes que ambos partidos anuncian, ¿qué dirían entonces? Porque estos son los puntos clave del acuerdo.
- Incremento del salario mínimo interprofesional a 900 euros al mes; el mayor aumento en un solo año en la historia reciente.
- Equiparación de los permisos de maternidad (16 semana) y paternidad, que se irán subiendo año tras año, hasta 2021 para dejarlos igual que el de las madres.
- Protección del alquiler y el acceso a la vivienda modificando la normativa del mercado de alquiler inmobiliario para poner techo a las subidas y proteger a los inquilinos.
- Actualización de las pensiones de acuerdo con el IPC. Se comprometen a mantener el poder adquisitivo de los pensionistas y a aplicar una subida del 3% para las pensiones mínimas y las no contributivas.
- Aumento de las ayudas para los dependientes.
- Regulación de la publicidad del juego de azar y apuestas en línea.
- Nueva fiscalidad para grandes empresas y fortunas.
- Creación de un impuesto sobre las transacciones financieras.
- Reducción del IVA en productos de higiene femenina y servicios veterinarios.
- Incremento de la prestación por hijo a cargo.
- Universalización de la escuela pública infantil de 0 a 3 años.
- Subida del gasto en investigación y ciencia.
- Apoyo e impulso de «producciones culturales».
- Acuerdo de máximos contra la violencia de género.
- Reforma del bono social de energía.
Partido Popular y Ciudadanos, Casado y Rivera, grandes empresarios y algunos tertuliamos no deben olvidar que la Carta Social Europea, el instrumento más avanzado de reconocimiento de los derechos sociales en Europa, recomienda que el SMI (salario mínimo interprofesional) se acerque al 60% del salario medio. Tampoco deben olvidar que, gracias al trabajo de los ciudadanos, que no evaden sus impuestos, ha sido posible rescatar a los bancos con cifras multimillonarias prácticamente a fondo perdido. Y cuando el gobierno plantea un impuesto sobre los beneficios de la banca, tocan a rebato con amenazas de repercutirlo a los clientes. Es evidente que el “patriotismo” económico no existe. Con clarividencia y sabia ironía, ese maestro del humor, Miguel Gila, decía que “el patriotismo es un invento de las clases poderosas, para que las clases inferiores defiendan los intereses de los poderosos”.
En las democracias serias casi todos los ciudadanos compartimos que el principal objetivo que ha de guiar la acción de los buenos políticos que nos gobiernan es la persecución del bien común. Si aplicamos el dicho famoso de la Medea de Séneca: “Cui Prodest?”, ¿a quiénes benefician estos presupuestos?, veremos que a los que más favorecen estos presupuestos sociales presentados a Bruselas son a los intereses de las mayorías, a los que más lo necesitan. De ahí que resulte vergonzoso que partidos como el Popular y Ciudadanos los rechacen de plano y otros, como ERC y PDeCAT, condicionen su apoyo a que el Gobierno presione a la judicatura sobre los presos políticos. Es poner entre la espada y la pared al Gobierno de Sánchez y ellos saben que no lo puede hacer.
Si tanto Casado como Rivera se han hartado de repetir que estos presupuestos son imposibles, irresponsables y suicidas para el futuro de España y que el texto es una nueva investidura a Sánchez por parte de los más radicales de izquierda, por los separatistas y por los que quieren arruinar España”, lo tienen fácil para evitarlo y ser solidarios: que voten SÍ o que se abstengan y no habrá necesidad de que los apoyen los que ellos llaman “radicales, traidores a España y separatistas”. Pero bien sabemos que lo que quieren Casado y Rivera es que fracase “el okupa”, haya de nuevo elecciones y ellos “ocupen, por derecho propio, porque lo valen”, la Moncloa.
Con descaro lo ha asegurado este pasado lunes el número dos del PP, Teodoro García Egea: “Casado visitará Bruselas para eliminar las sombras que existen sobre nuestro país. No toda España está representada por los señores Sánchez e Iglesias. Y es bueno que se sepa en Bruselas y que alguien sensato vaya a tranquilizar a las instituciones europeas. El mensaje de tranquilidad es el mismo que defendemos en España: Que el PP ganó para bajar impuestos y mejorar la economía. Ese mensaje de que en España hay una fuerza mayoritaria dispuesta a dar la batalla. Ese mensaje es el que estamos llevando por todo el mundo: hay un partido dispuesto y preparado para asumir el Gobierno frente al tándem Sánchez Iglesias”. Y en el delirio de su ambición por llegar al poder, Casado, con un “¡Viva el rey”!, decenas de veces repetido, ha concluido como otro Gran Capitán: “En pocos años estaremos como Venezuela. O la Comisión Europea tumba estos Presupuestos o estos Presupuestos tumban a España”.
Por otra parte, Rivera se está pareciendo tanto a Casado que casi cuesta distinguirlos. Decía Baltasar Gracián que “el hombre verdaderamente poderoso siempre es discreto. No está permanentemente en exposición”. No lo cumplen ninguno de los dos, tienen la misma obsesión por llamar la atención, por hacerse notar, son tan patéticos que casi resultan divertidos. Recuerdo el discurso de Rivera en la presentación de la plataforma España Ciudadana, para fomentar el “orgullo de ser español”, en el que repitió la palabra España un número incontable de veces, con evidente paralelismo con el “Make America Great Again” de Trump y con el que en su día hiciera el joven José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange: “Yo no veo rojos y azules, veo españoles. Yo no veo gente urbanita o gente rural, yo veo españoles. Yo no veo jóvenes o mayores, yo veo españoles. Yo no veo trabajadores o empresarios, yo veo españoles. Yo no veo a creyentes o agnósticos, yo veo españoles…” Alguien con sana ironía le recomendó: ¡Pues vete al oculista!, porque la mayoría vemos pobres y ricos, desigualdad y miseria, quien nada tiene y quien tiene “de todo y en abundancia”, quien gana salarios de subsistencia y quien gana millones anuales de sueldo, quien pasa hambre y quien come permanentemente en restaurantes de 5 tenedores. Y en un alarde de fuerza y patriotismo, el final del discurso causó inquietud y desasosiego, al remarcar enardecido: “Nunca más habrá que pedir perdón por ser español. Viene la España de la que nos vamos a volver a sentir orgullosos, viene la España con la que vamos a recuperar la dignidad. Viene la España de los ciudadanos libres e iguales”. Sonaba a Trump, pero sin flequillo.
Václav Havel, el escritor y primer presidente de la República Checa, en su obra Perturbar la paz, alertaba de que “la verdadera prueba de un hombre no es lo bien que juega el papel que se ha inventado para sí mismo, sino lo bien que juega el papel que el destino le asignó”. Esa es la verdad que desconocen muchos de los que ansían gobernarnos. No corren buenos tiempos para la verdad. En esta modernidad líquida que analizaba Baumann, en la que se mueve la sociedad hoy, la llamada posverdad hace referencia a la sustitución de la verdad basada en hechos reales por la aceptación voluntaria a conveniencia y sentimental de la mentira y el ansia de poder. No importan los hechos, sino la deformación de los mismos y los sentimientos que despierta una mentira para mediatizar o manipular la opinión pública.
Acabo con este ensayo gráfico de Manel Fontdevilla que sintetiza bien lo que he querido exponer en este artículo.