La ley del silencio se impone en los partidos del régimen bipartidista que domina Mazarrón durante cuatro décadas, impidiendo cualquier intento de irse de la lengua. Esa “omertá”, es más intensa si cabe, que el denominado código patriótico de partido que juzga las conductas punibles, no por su naturaleza, sino por quién incurra en ellas.
De esta guisa, a imagen y semejanza de los clanes sicilianos, se antepone al nosotros y ellos, por encima de verdadero y falso. El funcionamiento, las actuaciones y el “modus operandi” que utilizan, es la obviedad que revela al pueblo la existencia de una “red clientelar” fuertemente jerarquizada y organizada por uno y otro cártel político/económico.
¿Pero qué está pasando?
Esta es la pregunta que desde hace mucho tiempo se hace la mayoría de ciudadanos en Mazarrón al comprobar la dispersión de valores, principios éticos e ideas políticas que se producen cada día. Y digo la mayoría, porque solo algunos saben muy bien lo que pasa, y sobre todo, por que pasa.
Esta dispersión produce una profunda perplejidad intelectual y la consecuente desorientación e inseguridad con respecto a los principios por los que regirnos, dando lugar a que cada cual trate de actuar impunemente a su libre albedrío.
Tanto en política como en la vida, el ser sincero y decir “las cosas claras”, hace que disminuyan las sonrisas fingidas y los saludos hipócritas. Dejar que hablen de ti, porque tú sabes quién eres, lo que haces e hiciste, que dijiste y ellos no. Y es que, en el fondo acabamos halagando al que es bueno en nuestra cara, con o sin máscara, más que al que es leal a nuestra espalda y no aplaude las bravuconadas, bellaquerías y latrocinios de “los señores del poder”. El desagradecido olvida pronto quién lo ayudó.
Ya es hora de que alguien hable del establishment local y el nudo Gordiano existente entre el “bipartidismo infiel”, las “famiglias benefactoras” y los “lobbys de poder”sin tapujos, con conocimiento de causa e información clara y fiable. Hace falta una opinión veraz, actualizada y realista, que nos permita entender la deleznable situación que se palpa dentro del Consistorio, y expresarnos sin miedo, de forma noble y sensata.
Los ciudadanos tienen la necesidad de saber aquellas cuestiones donde suele reinar la confusión y fracasa la transparencia. Los informadores deben dar respuesta a sus preguntas ya que los políticos no lo hacen, desmontar falsas creencias, perjuicios culturales e ideológicos y destapar de una vez el nexo poder-corrupción y hot money-mafias que impera en el municipio.
POST SCRIPTUM:“Los errores no se niegan ni esconden, se asumen, los celos y la envidia no se lloran ni disimulan, se superan, y la lealtad ni se grita ni vocea, se demuestra.”
«Quien me lastima me hace fuerte, quien me critica me hace importante, quien me envidia me hace valioso, y a veces aquellos que me desean lo peor, tienen que soportar que me ocurra lo mejor».
El clientelísmo y la corrupción Institucional, la perversa conexión con uno u otro “cártel benefactor”, parece algo del pasado. Y la cruda realidad es que están ahí. El nivel de negocio y violencia en el último quindenio no se puede comparar con otros tiempos, y cada vez son más frecuentes los ajustes de cuentas y la irrupción de sicarios satisfechos por la trama clientelar en la localidad. Es el lamentable resultado de casi cuatro décadas de “bipartidismo infiel” consolidando la Plutocracia impuesta en Mazarrón.
«LA VIDA ES AQUELLO QUE TE VA SUCEDIENDO MIENTRAS ESTÁS OCUPADO HACIENDO OTROS PLANES» (JOHN LENNON).
Desde la última década del siglo XX hasta el primer quindenio del XXI, la Región de Murcia ha sido el feudo caciquil de la oligarquía económica bajo el paraguas de las dopadas mayorías electorales del Partido Popular y su caudillo inquisitorial, Ramón Luis Valcárcel. Su viciada política de grandes y costosos eventos-la falta de transparencia en las instituciones-con las pervertidas inversiones públicas -el abuso de la red clientelar perpetuada- y la notoriedad de las causas judiciales relacionadas con la corrupción política que salpican a los principales dirigentes del PP y de los Gobiernos del largo periodo valcarciano, han destapado la caja de los truenos mediáticos y despertado a la opinión pública, que muestra por fin su hartazgo ante tanta podredumbre.
La anomalía murciana va mucho más allá de una anécdota sobre nepotismo y abuso de poder o financiación ilegal: revela la existencia de un sistema mafioso que cohabita en las instituciones y se sirve de mecanismos irregulares-clientelismo-corrupción-medios subvencionados y populismo de calle o poder, un conjunto de reglas e ideas que definen el adoctrinamiento de sus incondicionales dentro del entramado socio económico y político para mantener la hegemonía del Partido Popular destinada a prolongarse en el Gobierno mediante ventajas determinantes que prostituyen el sistema democrático y alteran el pluripartidismo.
Las prácticas irregulares denunciadas, en manos de los jueces, han tenido hasta ahora una escasa incidencia en el electorado murciano. El autor muestra en este libro no solo la ignorancia que existe acerca de la situación presente sino también los prejuicios que lastran la imagen de Murcia y, por lo tanto, de lo que está pasando, sus antecedentes y la forma en que ve y vive los desafortunados acontecimientos con que ilustra a las murcianas y murcianos directamente implicados, tanto a los partidarios del prostituido régimen como a los que se oponen a él con todas sus fuerzas.
La manoseada historia política local, repetida cíclicamente nos da muestras de los errores que, en forma de bucle, fatalmente se van repitiendo y cuyo triste desenlace pocos, o nadie, hacen nada para evitarlo. Siguiendo la máxima envenenada sobre la evolución de los regímenes políticos y la consecuencia del razonamiento ideológico partidista, parece que estamos ante la evolución natural de un sistema democrático, pero nunca más lejos. Esto es, en la demagogia y, si cabe, en la conversión en la actualidad de la política espectáculo, donde, como en un programa de variedades, se ven infinidad de números circenses, donde, tras cachondos efectos, el sentido del mismo o las intenciones quedan ocultas tras un velo de la inanidad más absoluta.