Pedro Sánchez es el responsable de esta escandalera. La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea sobre la inmunidad de Oriol Junqueras ha puesto el país patas arriba. Y podía no haber sido así.

Esquerra acaba de notificar que las negociaciones entre el PSOE y ERC para la investidura quedan congeladas hasta que los socialistas expongan su opinión sobre la sentencia y se aclare qué posición mantendrá al respecto la Abogacía del Estado.

Mientras el Gobierno y el PSOE intentan apagar el fuego, uno se atreve a fabular que hubiera pasado si este anuncio hubiera tenido lugar tras un pacto de gobierno entre PSOE, Ciudadanos, los partidos nacionalistas no rupturistas, que contara con la abstención del PP.

Todo el mundo intuye la respuesta a este ejercicio de política ficción: habría mucho ruido y pocas nueces. El país estaría cerca de cerrar esta etapa de interinidad y prórroga presupuestaria, y abordando reformas de calado. Y de fondo, se percibiría solo un ligero murmullo lastimero.

En estos momentos, por el contrario, el país está en vilo. De nuevo. Se nos había dicho que todo estaba a punto de caramelo, muy cerca de un acuerdo. La formación de gobierno era inminente. Pero ha bastado un dictamen judicial para poner otra vez a ERC en modo “pues ahora no respiro”.

Los socialistas se deshacen en gestos conciliadores para intentar apaciguar los ánimos. Insisten en que siguen adelante con los planes para una investidura cuanto antes y, en privado, aseguran que esta situación entraba dentro de lo previsible: sólo estamos ante el enésimo ejercicio de simulación de los chicos de Gabriel Rufián.

La tesis socialista es que no cambia el fondo del asunto, que es lo que se está negociando: una mesa de gobiernos para abrir un diálogo sobre la crisis política en Cataluña. En el peor de los casos, según fuentes del Ejecutivo, todo lo sucedido este jueves podría retrasar un poco los plazos.

Yo sigo pensando que nos podríamos estar evitando tanta incertidumbre.

 

 

FUENTE: ELCONFIDENCIALDIGITAL