Ana Belén Castejón, la peor alcaldesa de la Región, populista de lunes a miércoles, independiente de jueves a sábado y sociolista los domingos y fiestas de guardar, no se había enterado, hasta éstas fiestas, que a muchos políticos les insultan, les pintan las paredes de su casa y les hacen escraches. Tampoco sabía que a muchos otros dirigentes públicos les han llamado por diversos motivos, las mismas o peores dulzuras que le dijeron a ella el domingo, en el Auditorio del Puerto, ante unas dos mil personas.

Una inquietante barahúnda de insultos, sobrenombres y mensajes endiablados de mal gusto que vaticinan una legislatura muy caliente, promovida por los discordantes detractores del inesperado trato que le entregó a ella el desgobierno de Cartagena, que tanto ansiaba mantener. Era tan buena, la pobre, que al verse insultada como todo el mundo -especialmente tras el premio «Brutus»-se echó a llorar como una Magdalena, a punto -¡casi!- de dejar la política. ¡Me dio una pena…! A su vera, Manolo «Ciudadano Padín», que entró en Cs sin entrar, que tomó decisiones comprometidas sin ningún sentido, que contribuyó a poner a Castejón en el sillón pero que no le puede o dejan ayudar a gobernar, y que aún no sabe que ha fracasado absolutamente en su intento de ser aclamado como salvador de la ciudad en la que nació. A pesar de su veteranía, tampoco se había enterado de que las cabras siempre tiran al monte y los «quinquis indepes» a las barricadas, y por eso, el buen edil naranja, se siente estupefacto ante el período de caos que con sus ínclitos votos se acaba de inaugurar en Cartagena.                 

 

                                      

La diva, Noelia Arroyo, que es la más lista de la clase y del PP, tampoco sabe que las instituciones democráticas no se pueden gobernar sin «ataduras», y que la base del negocio en el Consistorio cartagenero, es disponer de una mayoría suficiente en los plenos. Y menos se entera aún de que esa mayoría suficiente pone límites, tiene costes, modifica planes y mete el jaleo electoral dentro de los palacios del poder. Por eso cree que confabulando unos cuantos amiguetes para fortalecer el clientelismo, y con el próximo plan de Miras de adornar el escudo de la Región con la célebre leyenda «Dejadme sólo, que esto lo arreglo yo», ya es suficiente.                                                                                                                                                 

Conesa, la gran revelación de este tiempo de caos, tampoco se está enterando que en el bipartidismo infiel prevalece la máxima de que: «los amigos de mis amigos, son mis amigos», y que los que pactan con los que yo pacto, conmigo pactan también. Por eso va de inocente, mirando para Madrid, y haciendo puritanas mayorías donde le parece, sin llegar a pensar ni creer en que había que volver a votar.                                                                                              

«Ciudadano Padín» tampoco se había enterado de que, cuando se hablaba del populista depredador, y elevaban a categoría de virtud el convivir en la corporación frente a José López, un tratante harto de saltar de catre en catre y cambiar de chaqueta de tarde en tarde, como cualquier buen independiente, se estaba haciendo trampas a sí mismo y a sus votantes. Tampoco se había enterado de que los pactos y negociaciones, cambalaches y logrerías, que antes  veía de lejos, tiene que convenirlos ahora «con mucha discreción». Y ni siquiera se imaginó que toda la simpatía y la solidaridad de la izquierda, ni los cantos de sirena para la esperada regeneración conservadora, con los que iba a cambiar el mundo y el Sistema Solar, se iban a convertir en pura chuchufleta tan pronto como empezase la fiesta, y ésta no ha hecho nada más que empezar.                                                                                                                                                              

En Centro Fama, tampoco se habían enterado de que si daban permiso a Don Manuel para tomar posesión como Teniente de Alcalde, también le iban a pasar la cuenta, que en estas generales se verá que es muy larga y dolorosa, porque es la misma mala jugada que en la Comunidad impuso Madrid. Cs y PP no sabían que Vox iba a pedir el pastel con crema que se ha ganado en las urnas y los pactos. Y yo no me había enterado de que aquí nadie se entera de nada. Porque ningún murciano se quiere enterar de que todos los políticos son así.                                         

 

 

COLECTIVO “EN CLAVE TRANSPARENTE”