Hace unos días, cuando las calles de Barcelona volvieron a alterarse tras la detención del expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en la frontera alemana, Ferrán López, el actual jefe de los Mossos d’Esquadra, recibió un mensaje de WhatsApp: “¿Cómo lo llevas?”. Él, conciso, respondió con una fotografía, la del equilibrista Philippe Petit andando por el cable entre las dos Torres Gemelas de Nueva York.
Desde que se enconó el desafío independentista de Cataluña, con la celebración del referéndum de autodeterminación suspendido por el Tribunal Constitucional el pasado 1 de octubre, los Mossos d’Esquadra, la policía autonómica catalana, han pasado de ser el cuerpo más querido por los catalanes proclives a la fundación de una República —y una suerte de “policía política” para el Estado español—, a convertirse en un cuerpo policial “intervenido” por el Gobierno a través del artículo 155 de la Constitución y ser los grandes “traidores” de esa quimera independentista.
En el cuerpo, de 17.000 agentes, algunos siguen llamando “jefe” al Mayor Josep Lluis Trapero que, junto con los máximos responsables de seguridad de la Generalitat, era procesado el pasado jueves por la juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela, acusado de un delito de “sedición” y otro de “pertenencia a organización criminal”. Se enfrenta a más de una decena de años de cárcel.
Los Mossos han sido recriminados por los llamados partidos constitucionalistas por su inacción ante los actos vandálicos de grupos más radicales de los Comités de Defensa de la República (CDR) en los últimos días, algunos de los cuales fueron ayer detenidos por haber realizado sabotajes en peajes de autopistas,cortes de carreteras y de vías férreas. Pero también fueron criticados cuando no lograron contener a los manifestantes en las inmediaciones del Parlament el pasado 31 de enero. E increpados por los independentistas cuando cargaron en las protestas, como la del pasado 25 de marzo en la subdelegación del Gobierno de Lleida.
“Hagas lo que hagas te cuestionan unos u otros”, resume Toni Castejón, del sindicato de Mossos d’Esquadra (SME). Por el camino de este procés inacabado, una somera muestra de mossos consultada, cree haberse dejado “el respeto”, “la autoridad”, “el prestigio”, “la confianza de los jueces y de los ciudadanos”… Se sienten “cuestionados” y definen su situación actual como de “calma tensa”. Dicen estar en “la cuerda floja”, en un fuego cruzado —“todos disparando desde sus trincheras y nosotros dando tumbos por el campo de batalla”— , y pendientes de varios procesos judiciales que afectan tanto a la antigua cúpula del cuerpo como a 150 mossos denunciados por permitir presuntamente la celebración del referéndum.
Ellos afirman que se limitan a “cumplir órdenes”. “Antes eran las de Trapero y ahora son las del ministro del Interior Zoido a través de Ferran”. Desde el Ministerio, que defiende abiertamente la gestión del nuevo jefe de los Mossos, aseguran: “No hay permisividad en absoluto”.
El cuerpo está dividido, “al igual que la sociedad catalana”, coinciden mossos de distinto rango, provincia e ideología entrevistados para este reportaje. Pero lo interesante, según lo relatado por ellos, es que “se sigue viviendo mejor” dentro del cuerpo siendo independentista: “Son más libres los que cuando se quitan el uniforme se ponen el lacito amarillo”, cuentan; “Los que no son secesionistas prefieren callarse para evitar lios”; “El que es independentista puede gritarlo a los cuatro vientos pero el que no…”. Entre los consultados hay mossos de base y portavoces de los cuatro sindicatos.
Esa situación no ha cambiado “ni con el 155”, aseguran. “La línea de la llamada División Interna [el departamento de asuntos internos de los Mossos] sigue siendo la misma”. “Se persigue a los españolistas abriéndoles expedientes disciplinarios o sancionándolos por razones peregrinas, como recoger una denuncia en castellano, por ejemplo”, asegura Angels Bosch, del Sindicat de Policies de Catalunya (SPC). Y muestra la carta enviada al ministro Zoido al respecto, de la que dice no tener respuesta.
Otros sindicatos han solicitado la apertura de investigaciones internas sobre las graves acusaciones realizadas contra el cuerpo de Mossos, concretamente por las 36 cajas de papeles de la Comisaría General del Información intervenidas por la Policía Nacional cuando iban camino de una incineradora de Sant Adriá del Besós (Barcelona) el pasado 26 de octubre.
El Ministerio y la dirección de los mossos cierran filas: “Será la Justicia quien determine si se da algún comportamiento ilegal en el seno de la Policía de la Generalitat”. Desde las bases del cuerpo se quejan: “Nadie ha salido a dar la cara por nosotros ante una acusación tan grave como que somos una policía política”.
Los Mossos han pasado de estar dirigidos por un ambicioso y carismático policía que cumplió su sueño de ser Mayor de Mossos y que exhibía autosuficiencia, a tener al frente a un hombre ultradiscreto, dispuesto a hacerse el harakiri e irse por donde ha venido sin hacer ruido con tal de evitar algo que el Gobierno barajó con la aplicación del 155: la disolución de los Mossos.
Sobre el cambio hay opiniones para todos los gustos: “Ferrán es un tipo bien mandado”; “un funcionario mediocre con el carisma de un bacalao”; “un perfil más técnico que está logrando mantener la normalidad en el día a día”; “Hemos pasado de tener un mayor con un carisma exagerado a no tener voz”.
Como remate, la directora del Instituto de Seguridad Pública de Cataluña (ISPC), Annabel Marcos, era cesada fulminantemente por el ministerio de Zoido el martes pasado tras confirmarse que trasladó ocultas en su coche urnas para la celebración del referéndum. Y días antes se sabía que también eran mossos dos de los cuatro acompañantes de Puigdemont en la inopinada ruta en coche que realizaba el expresident desde Helsinky a Alemania, donde fue detenido. Y mosso era también uno de los arrestados en los altercados ocurridos horas después en Barcelona… “Tres o cuatro casos entre 17.000 agentes”, se defienden desde el cuerpo. Puede que el procés no haga caer a los Mossos, pero caminan sobre un cable.
FUENTE: ELPAIS