Las alabanzas al líder socialista conviven con la preocupación de los populares, que lo ven como un peligro para España, y la de Podemos, que sabe que es un rival peor que Susana

La pelea por ser el partido hegemónico de la izquierda continúa en su enésima vuelta de tuerca en los últimos años. Hubo un instante en que Podemos lo tenía muy sencillo no solo para sobrepasar al PSOE, sino para convertirloe en un partido secundario. Todo empezó a torcerse con el golpe de mano de Susana Díaz adelantando las elecciones andaluzas, y desde entonces hasta ahora lo más llamativo en la lucha entre ambos partidos ha sido su incapacidad para dar la puntilla al rival. Parecían más pendientes de tirarse por la pendiente que de aprovechar sus opciones. El espectáculo de Ferraz del fin de semana de la salida de Pedro Sánchez fue vergonzoso, pero Vistalegre II le anduvo cerca. En realidad, cada uno de ellos ha sobrevivido por los fallos del otro; más que atacarse, lo que han hecho ha sido sostenerse.

Un líder confiado

 

Ahora las cosas parecen distintas. El liderazgo de Sánchez ha salido reforzado tras las primarias, y el viejo aparato del partido ha tenido que replegar posiciones, lo cual garantiza al secretario general un margen de maniobra mucho más amplio. Conocedor de que los votos que su partido perdió han sido casi todos por la izquierda, está generando la sensación de que el PSOE está dando un giro real. Su equipo económico, encabezado por Manuel Escudero, una persona con credibilidad y que ha trabajado mucho tiempo en el Foro de la Economía Progresista, es buena señal de esa intención. Además, las primeras acciones de Sánchez han mostrado a un líder que está más confiado en sus posibilidades, lo que se ha notado especialmente en la relación con Podemos, en la que él parecía marcar los tiempos y no a la inversa, como solía ocurrir.

PSOE y Podemos saben que tendrán que ir de la mano, pero también que el éxito de uno depende del fracaso del otro: es una alianza peligrosa

Hemos oído mensajes contradictorios que alababan al nuevo Pedro Sánchez, en el sentido de que estaba jugando bien sus bazas, al mismo tiempo que insistían en que un PSOE girado hacia la izquierda va a ser un problema para España. Es probable que esta lectura tenga que ver con el hecho de que tanto Podemos como el PP pensaban tener el camino libre con el giro susanista del PSOE. Los de Iglesias imaginaban una autopista hacia el liderazgo de la izquierda y el PP estaba convencido que no iba a contar con una oposición furibunda, sino con un socio que sería comprensivo en algún momento importante. Ahora saben que no será así, y resurgen los miedos. Rajoy se verá obligado a buscar apoyos donde pueda, como ha hecho con los Presupuestos con los nacionalistas, y es consciente de que otra moción de censura puede ser real en algún instante de la legislatura. Podemos ha de lidiar con un enemigo más fuerte de lo que esperaba y, sobre todo, situado en un estrato ideológico que sí puede dañarlo. Ambos saben que tendrán que ir de la mano en muchos asuntos si quieren tener resultados, pero también que el éxito de uno depende del fracaso del otro, lo cual supone una alianza peligrosa.

Rajoy como superviviente

En esa doble tensión, la pelea por el liderazgo de la izquierda y la lucha por el gobierno, el PSOE está saliendo reforzado respecto de Iglesias. Con el PP lo tiene más difícil, porque si bien la corrupción continúa siendo un problema serio, y aun cuando gobierna en minoría y por lo tanto es más sencillo minar su posición, todo parece controlado. Rajoy es especialista en sobrevivir, y no sería raro que agotase la legislatura. El escollo, lo que va a marcar los próximos tiempos, será Cataluña, y la respuesta que los populares den a un problema serio que puede tener repercusiones graves.

El PSOE está en ventaja para convertir a Podemos en un partido subordinado. Y no tanto por sus aciertos, como por los errores de los morados

Nos espera un tiempo de debates culturales intensos, que es el terreno en el que mejor se mueven todos ellos, porque ninguno sabe bien qué hacer en lo económico. El PP lo considera asunto resuelto porque España ya va bien, mientras que la izquierda anda algo más perdida: las propuestas de Podemos que relató Iglesias en la moción de censura eran en su gran mayoría perfectamente asumibles por el PSOE; y los socialistas, en este terreno, no son Corbyn, y están todavía pensando en términos de dar algo de color social al mundo liberal vigente sin cambiar nada; por más que apunten maneras de izquierda, son una formación fundamentalmente sistémica. A pesar de ello, se hallan en una posición ventajosa para convertir a Podemos en un partido subordinado. Y no tanto por sus aciertos, sino porque la deriva en los morados, como ya hemos explicado, les hace cometer frecuentes equivocaciones. Y ‘motu proprio’, sin que nadie les provoque. La última, esta campaña:

Normalmente, hacer cábalas sobre el futuro político es una tarea arriesgada, y este momento no es una excepción. Todo dependerá de cómo vaya la economía, de los cambios en la geopolítica, de cómo evolucione la deuda, de lo que Bruselas quiera de nosotros y de tantas otras cosas que no están en manos de los gobernantes nacionales. Pero lo que sí parece claro es que si no hay circunstancias extraordinarias, no pasará nada. No sé si hemos caído en la cuenta de que siguen los mismos que estaban antes de las elecciones, y que la única diferencia respecto de aquel tiempo es que se han dedicado a hacer limpia interna. Sánchez echó por la vía de las urnas a los que estaban metiendo palos en sus ruedas e Iglesias mandó al retiro a los que entendía causantes del fracaso electoral; Mariano no tiene oposición y Rivera ni la ha tenido ni la tendrá, porque el partido es él y el grupo que le rodea. De modo que si tenemos a los mismos protagonistas en la misma situación, es más que probable que vuelvan a hacer lo mismo. Quizá todo este miedo a Pedro Sánchez y a lo que pueda sacudir el panorama político nacional sea otorgarle demasiado peso. Quizá tengamos un largo pasado por delante.

FUENTE: ESTEBAN HERÁNDEZ, EL CONFIDENCIAL