«Desde Mariano Yúfera hasta ayer»

(Reflexiones de José Juan Cano Vera).

A juzgar por el número de divorcios, opina el escritor, poeta y periodista malagueño MANUEL ALCÁNTARA, de lo que más se lamentan los españoles es de haber dicho SÍ QUIERO a su pareja, en una iglesia o ante un político mazarronero.

Apunto en esa misma dirección porque tengo la experiencia superada de las Bodas de Oro. Pasa hasta en los partidos y sus tetas que tanta mala y buena leche dan. Figurénse quiénes iban a decirnos que los románticos podemitas nacidos entre flores y jardines primaverales entrarían en declive tras romper aguas en las dos últimas elecciones cogidos del brazo de Alberto Garzón, un tipo simpáticote que ha colaborado en romper a la izquierda, a la que le salen curanderos y brujos por todos lados. Están decepcionados los dos reyes del mambo. Pablo Iglesias y Alberto Garzón, porque el otro Garzón, el juez, ha saltado a la palestra para intentar unir a toda la caballería.
Con casi sesenta años de actividad política y en el periodismo de choque, los diez primeros durante la dictadura y luego en la democracia de las doce castas que tratan de desgobernarnos. Las conclusiones que he sacado son penosas. Todos ellos tratan de salvarnos, los partidos, uno, bi, tri o coaliciones de intereses personales. Desde las Cortes de Cádiz nos han venido fastidiando – iba a escribir jodiendo, pero retiro la palabreja. Es el síndrome español de Caín y su maldito espermatozoide que hemos inoculando a un montón de naciones. He conocido personalmente al menos a sesenta o cincuenta políticos, algunos jefes de estado y tres reyes. El análisis es un fracaso humano, serio. Con los españoles, he observado como si estuvieran colgados, y mienten como bellacos. Me quedo con tres, por este orden de estima. Torcuato Fernández Miranda, Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe González, en su primera época de estadista. Ahora, me dicen, se dedica a corredor de palacios.
Si personalmente me han defraudado los históricos, desde el Godoy, los tengo en una lista de inútiles desgraciados, salvo en el periodo de la Restauración bipartidísta con mi paisano Cánovas del Castillo, Sagasta, Dato posteriormente y poco más.

Del periodo nefasto de la II República solo me quedo con Besteiro que se adelantó a su tiempo acosado y descubriendo que entre las dos Españas podía surgir la Tercera de la reconcialiación. A la vista está que la Transición tuvo una década esperanzadora y se abrieron los campos, a esta fecha tenemos un país en el que pueden gobernar unos locos a Cataluña, Baleares, Valencia, Galicia y Rajoy en el resto de España. Las CUP tienen futuro, como Maduro en Venezuela, aunque no por muchos años.
De la Región de Murcia lo he escrito casi todo pendiente de la salida de un libro en el que resumo todo, si la editorial no se ha vendido. Espero, siempre espero y a veces la paciencia me da resultados, no muchos porque la familia me dice que suelo estar en el bando de los perdedores.

Un ejemplo de la estulticia de la Murcia política, del basurero corrupto, de las guerras de tribus y de los intereses creados lo tenemos en la bella ciudad de Mazarrón, que utilizada, saqueada y reducida a la mínima expresión, ha perdido la oportunidad de ser la joya de la Corona turística, de los mercados agrícolas y de un nuevo modo de entender la vida política, social y económica. Humana, en una palabra hermosa. Uno siente como la sensación de que el municipio de Mazarrón, en su conjunto, ha caído en desgracia, durante décadas, en manos de unos políticos intelectualmente bajos de nivel, sin planes con futuro y que se han olvidado de cumplir la normal ética de servir al pueblo que los ha elegido, rendidos por un puñado de euros a los dueños del poder. Hoy, una de sus grandes urbanizaciones, Camposol, ha dado la vuelta a media Europa o a toda ella, porque el litigio se mantiene, sin que las autoridades y la oposición sepan como solucionar tan tremendo error. Tampoco un Gobierno regional heredero del patriarca que ha hundido al Mar Menor, el mismo cacique que estafó a unos alcaldes que no supieron estar al mando y lo pasearon en viajes de lujos.
Mazarrón se puede salvar, se puede recuperar y tiene futuro, pero es necesario y urgente que el pueblo que vota, esté correctamente informado y cuando vaya a las urnas sepa elegir. No se trata de izquierdas o derechas o de fulano o fulanito de este o aquel amo, sino de levantar las alas y que Mazarrón vuele, vuele alto. No le llamo política o políticos, sino amor por la tierra, corregir el oscuro pasado y encontrar las esperanzas que los mazarroneros y mazarroneras sepan impulsar para andar por caminos sin salteadores que amenacen nuestras vidas y las de nuestros hijos. Sí, Mazarrón debe renacer, pero hay que tener voluntad para alcanzar esa meta dorada de sus campos, costas y hombres o mujeres que sepan cumplir ese hermoso objetivo de ser mejores, y superar esfuerzos y voluntades. Tenemos que brindar por el futuro de esa perla del Mediterráneo.

«Se puede y se debe».

JOSÉ JUAN CANO VERA