Por Esther Ortiz Martínez – Directora del Departamento de Economía Financiera y Contabilidad de la UMU

María era una pieza clave para sus compañeros

Si preguntamos sobre María, a cualquiera de nosotros en el Departamento de Economía Financiera y Contabilidad, en la Facultad de Economía y Empresa, o en toda la Universidad de Murcia, la respuesta sería seguro unánime: pura energía. María tenía una fuerza arrolladora, cuando se le metía algo en la cabeza lo conseguía.

En nuestro Departamento María era una pieza clave, una profesora más entre las formadas por el creador del mismo, el profesor Dr. Pedro Luengo, de ahí que se caracterizaba por ser una docente nata, excelente, y una investigadora valiente, pero a su vez realista y fiel al rigor. Le apasionaba la docencia, la Facultad, sus alumnos y sus compañeros. Utilizaba su gran fuerza para transmitir en sus clases cualquier concepto, cualquier definición, que la Contabilidad le pudiera poner por delante. Se atrevió a hacer su tesis doctoral sobre Nuevos Instrumentos Financieros, cuando en aquel momento era un tema novedoso y a la vez árido para cualquier espectador ajeno, pero ella le puso la misma pasión que ponía en todo aquello que quería hacer, y la concluyó con éxito. María ponía la misma pasión en comprarse una casa, que en plantear disquisiciones de derecho mercantil a un experto en la materia, pasando por corregir, por ejemplo, y con el único ánimo de compartir, aprender y sumar, a un notario sobre una cláusula de un contrato.

Todos la recordamos con su inglés nativo «australiano», fruto de haber vivido tantos años allende los mares, dando clases en el grupo bilingüe, o colaborando con los alumnos Erasmus.

María era alegría desbordante y contagiosa, garantía de vibraciones positivas y anécdotas aseguradas, fiel defensora de, a veces, las mal llamadas «causas perdidas», que para ella no lo eran, era todo corazón; de pronto te mandaba un archivo ‘pdf’ de un libro sobre nuevas formas de educar, sobre teorías novedosas, o sobre perlas de onagra para tener el cutis perfecto. Todos los que hemos tratado con ella sabemos que siempre estaba ahí para escucharte, para consolarte al verte llorar y a la vez, con su capacidad innata de sentir la realidad, hacerte descender y poner los pies en el suelo.

María era una muy buena amiga, compañera, esposa, madre, vecina… generosa, leal, justa. Por todo ello y más la vamos, la van, a echar mucho de menos, todos la queremos mucho, y creo que tenemos la obligación moral, como tributo hacia todo lo que nos dio y sus valores, de seguir alimentando su recuerdo.
María, gracias por tanto, y descansa en paz.