Hay que recordar algunas cosas de octubre antes que queden escondidas bajo la alfombra voladora que nos llevará a las elecciones de diciembre. Hay que dejarlas por escrito.
El pasado 11 de octubre, el portal ruso Russia Today, más conocido por las siglas RT, publicaba una vistosa información según la cual doce países europeos ofrecían algún tipo de apoyo oficial a la independencia de Catalunya. El titular principal era jugoso y atractivo: El nuevo mapa de Europa. ¿Quiénes apoyan la independencia de Catalunya?”. El nuevo mapa de Europa, poca broma.
El texto contenía la suficiente dosis de ambigüedad para no desmentir el vigoroso titular. RT ofrecía un escueto repaso de los apoyos, de pequeña o media intensidad, que el independentismo catalán había recibido en varios países europeos: mociones, grupos de apoyo parlamentario, algunas declaraciones de políticos relevantes… Y los plasmaba en un mapa. Los mapas siempre son importantes. Los mapas siempre tienen poder. Caray, ahí estaban toda Escandinavia y las tres repúblicas bálticas, el Reino Unido e Irlanda, más Bélgica, Suiza y Eslovenia.
La información, breve y poco detallada, carecía de contexto. No hay periodismo sin contexto. Nada se decía, por ejemplo, de la posición oficial de los gobiernos respectivos, ni de las opiniones contrarias a la independencia de Catalunya en esos doce países. Era una píldora perfectamente concebida para su difusión en las redes sociales. Digerible, interesante y con apariencia de verosimilitud. El mapa era el señuelo.
Píldora dorada de la deziformatsiya rusa. ¡Un nuevo mapa de Europa! Las estrategias de desinformación son un cultivo tradicional ruso, hoy explotado por todo el mundo. Fue pionera la Ojrana, la policía secreta zarista. El KGB soviético –el mejor servicio de inteligencia del mundo– las elevó a categoría artística, y el actual poder postsoviético está gastando un dineral en su desarrollo digital. La plataforma R ussia Today es una máquina informativa muy potente: televisión e internet en varios idiomas. RT influye en el mundo.
La píldora rusa fue comprada por un boletín digital catalán. Al cabo de unos días ya formaba parte de los argumentarios soberanistas: ¡doce países están dispuestos a reconocernos! Material óptimo para los grupos de Whatsapp, en los que muchas veces reina una credulidad religiosa.
La píldora rusa era una trola. Ninguno de los doce países citados ha efectuado el más mínimo gesto de apoyo a la supuesta declaración de independencia votada el pasado viernes en el Parlament. Ningún país del mundo, como es perfectamente sabido, ha reconocido a la r epúblicacatalana. Ninguno.
¿Se han empleado muy a fondo los rusos en la cuestión catalana? Rusia ofrecía sus tentaciones, pero algunos ideólogos del procés miraban más a Estados Unidos e Israel, convencidos de que la victoria disruptiva de Donald Trump ofrecía una cierta ventana de oportunidad. Ese era el sueño de los aventureros de la derecha independentista. Los rusos han metido el cucharón pensando en Ucrania. El conflicto catalán podría ayudar a legitimar la secesión prorrusa de Crimea y del Donbass (cuenca del Donetz).
La píldora RT nos ayuda a entender cómo funciona la desinformación en la era digital. Mucha gente de buena fe se la tragó. Ahora empieza el periodo de desintoxicación, que será largo y complicado. Ayer, Marta Pascal, coordinadora general del PDECat, empezó a dictar un suave tratamiento en TV3: “No ha habido reconocimiento internacional y mucha gente piensa: ‘¡Ostras!, ¿qué ha pasado aquí?’. Hemos dado por fácil una cosa que no era tan fácil”.
Ostras, ostras, ostras. Mapas, mapas, mapas