El reino comienza con un travelling alrededor de una mesa de restaurante en la que están reunidos una decena de dirigentes regionales. Los carabineros pasan de mano en mano, se suceden los chistes sobre los estragos nasales de la cocaína y el tesorero apunta las entradas y salidas de una caja B para regalos y vacaciones del partido.
En ningún momento se revela la comunidad autónoma de la que se trata, solo que se sitúa en una ciudad costera. ¿Podría ser la Valencia que se convirtió en baluarte de la corrupción española? Los corruptos tampoco responden a unas siglas concretas y, de hecho, el director Rodrigo Sorogoyen se ha cubierto las espaldas garantizando que su película «no trata solo del PP».
Aunque no son las únicas, basta un poco de hemeroteca para encontrar una mayoría de referencias a los populares. Empezando por la mariscada inicial, como a las que Francisco Correa, el principal empresario de la trama Gürtel, invitaba a sus contactos políticos, y siguiendo por el nuevo fichaje del partido, un joven juez que promete convertirse en el azote de los corruptos y en la ilusión renovada de sus votantes.
No en vano, El reino se ambienta en 2007, época dorada de la corrupción en España, punto álgido de la burbuja inmobiliaria y año en el que comenzó la investigación de la Gürtel. Sorogoyen y su equipo recibieron asesoramiento de políticos e imputados, por lo que tanto personajes como situaciones tienen su coletazo de realidad. Algunos son evidentes y otros son guiños imperceptibles para cualquiera que no haya tenido entre sus manos los sumarios de las peores corruptelas de este país. Tengan cuidado con los spoilers, porque en este caso los hechos políticos han superado con creces a la ficción.
El «sacaduros» Cabrera
El personaje interpretado por Luis Zahera es, sin duda, el que tiene un reflejo más fiel en la vida real. Se hace evidente en la escena del yate Amadeus, que bautiza al caso de corrupción de la película. «No le han puesto el nombre de tu barco a una trama», dice en un momento Cabrera. Una reivindicación casi exacta a la que hizo Francisco Correa durante el juicio de Gürtel (que significa correa en alemán).
Cabrera es un empresario con negocios internacionales que en España aprovecha sus buenas amistades con cargos políticos para sacar tajada. Tiene incluso el punto de soberbia que algunos imputados de la trama han asociado a Correa. Pero ninguna de las referencias es tan clara como la grabación en el barco junto a concejales y sus respectivas mujeres, una escena calcada a la realidad.
El Español publicó un vídeo en el que aparecían los principales implicados de la trama: Álvaro Pérez ‘El Bigotes’, el concejal del PP Alberto López Viejo y el propio Correa. En un momento dado de esa grabación, la cámara enfoca a Alejandro Agag, el yerno de José María Aznar. Algunas de las frases que pronuncian los protagonistas de la película son prácticamente idénticas a las que dicen los protagonistas del vídeo que acabó en un sumario de la Audiencia Nacional.
Cabrera también tiene detalles de David Marjaliza, el empresario de cabecera de la trama Púnica. Por ejemplo, por su afición a regalar plumas, como las que Marjaliza guardaba en Suiza y se traía a España para llevarlas a los despachos de concejales de todo signo político. Hizo una buena inversión: se gastó 6 millones de euros solo en estilográficas.
Manuel López-Vidal, el corrupto vengativo
Antonio de la Torre interpreta al chico de oro de la pata regional del partido, aquel que iba a heredar el poder autonómico y finalmente acaba empantanado por la corrupción. El personaje de Manuel López Vidal recuerda a un Francisco Granados con toques de Ignacio González. Los dos fueron manos derechas de Esperanza Aguirre, pero el segundo es quien se quedó con el poder en el partido y en la Comunidad de Madrid.
López Vidal recibe incluso un chivatazo en la película como el que Granados recibió en la realidad y que le ha valido su primera condena de cárcel. Aunque en El reino es un periodista el que le avisa, en realidad fue un Guardia Civil quien, entre copas, confesó a Granados que le estaban investigando.
El personaje que encarna De la Torre tiene también un guiño a una de las grandes anécdotas de la investigación de Gürtel: el pendrive, o como dijo en una grabación Correa, «el puto pendrive, macho».
En la película, De la Torre copia en un lápiz de memoria todos los documentos de la trama Persika e intenta esconderlo torpemente en un zapato cuando es arrestado. La escena es calcada a la que protagonizó José Luis Izquierdo, el contable de la Gürtel, que poseía un pendrive con toda la contabilidad paralela de las empresas de Gürtel, esa que se había escondido a Hacienda.
Izquierdo también lo quiso ocultar durante un registro y un Guardia Civil le pilló. Medio caso Gürtel estaba en esa memoria USB. «El pendrive es el lío famoso, si no existiera… Sin este pendrive todo esto no hubiera ocurrido», lamentó Correa.
Frías, el presidente autonómico incólume
Josep María Pou interpreta al todopoderoso presidente autonómico que comunica su intención de echarse a un lado justo antes de que todo estalle. Es inevitable vincular su figura a la de una Esperanza Aguirre que el 17 de septiembre de 2012 anunció de forma sorpresiva que se iba de la política, en plena mayoría absoluta de su partido. Unos meses más tarde estallaba la trama Púnica.
Frías encarna a ese presidente autónomo que deja crecer la corrupción bajo sus pies sin mancharse los zapatos. El que todo lo sabe pero al que nada salpica. La manera en que deja en herencia su imperio a uno de sus pupilos más estrechos también recuerda Aguirre, al igual que cuando sale públicamente a distanciarse de él cuando lo cogen en un caso de corrupción, como ella hizo con Ignacio González.
Su personaje tiene también toques de Francisco Camps, el presidente valenciano que «reinaba» cuando la comunidad quedó carcomida al completo por la corrupción. Sobrevivió a todo hasta ahora, cuando Anticorrupción le tiene cercado gracias a las confesiones de quienes antes había estado a su lado.
La primera «rana», Francisco Castillo
En el filme de Sorogoyen y Peña, al que primero pillan es a Francisco Castillo, un estrecho colaborador de los altos cargos que se ve implicado en el inicio de una trama de corrupción. La primera «rana». El personaje de Nacho Fresneda tiene trazos del exconcejal de Madrid Alberto López Viejo, que inauguró los símiles con batracios de Esperanza Aguirre.
Los negocios turbios de Castillo recuerdan a López Viejo porque empiezan, como hizo el exconcejal del PP, con las basuras. Y lo hace en 2003, la misma época en la que López Viejo tenía asiento en el Ayuntamiento de Madrid. Ese dinero iba a parar a Suiza, donde también lo tiene Castillo, aunque no sea algo característico. Todos los implicados en estas trama guardaban su dinero en el país helvético, aunque, como dice uno de los personajes, sea un destino «de horteras».
Los secundarios
Destaca a su vez Asunción Ceballos, la presidenta del partido interpretada por Ana Wagener. Una figura de autoridad dentro de la formación que acude desde Madrid a reprender a sus cargos regionales en una gran reunión. Su figura recuerda a la Dolores de Cospedal que tuvo que lidiar con las primeras informaciones del caso Gürtel y la que dio la cara por el partido cuando los titulares de prensa se llenaban con toda la suciedad que iban destapando los sumarios.
El personaje de Rodrigo Alvarado, a quien se presenta desde un inicio como un nuevo fichaje venido de la judicatura para limpiar el partido de corrupción, tiene especial relevancia. Su cargo -vicesecretario- y su porte recuerdan a Pablo Casado. Su afán por convertirse en el azote de los corruptos tiene trazas de Cristina Cifuentes, quien se presentó como «un mirlo blanco» dispuesta a depurar los restos de épocas pasadas. Es elocuente que, al final, Alvarado anteponga sus ambiciones personales a los honorables retos que se había marcado.
También aparece en el filme una jueza, la instructora del caso, que puede recordar a la magistrada Mercedes Alaya que asumió la investigación de los ERE en Andalucía y que se convirtió en el blanco de ataque de imputados y políticos. En Gürtel no hubo juezas, pero sí fiscalas. Durante el juicio, dos mujeres se enfrentaron a los hombres más poderosos de la trama hasta conseguir enviarles a todos a prisión.
Otros guiños
Una periodista incisiva, joven, líder de la franja matinal a quien le terminan dando su propio programa en prime time. ¿A quién nos recuerda? No es un secreto que Ana Pastor ayudó a Bárbara Lennie a diseñar su personaje a través de una larga charla, como la propia actriz ha confesado.
Pero además de los personajes inspirados en actores reales de la política y medios de comunicación españoles, Sorogoyen ha incluido multitud de referencias a detalles de las tramas de corrupción. Por ejemplo, no falta el arrepentido que decide colaborar con la Fiscalía cuando ve que le han atrapado.
En Púnica es David Marjaliza quien ayudó a la Guardia Civil a desentrañar la agenda de Granados. En Lezo, fue Edmundo Rodríguez, la mano derecha de Ignacio González, el que detalló cómo el expresidente madrileño había escondido en Suiza las comisiones de sus tejemanejes con el Canal de Isabel II. En Gürtel hay varios, pero el que destacó por su franqueza delante del tribunal fue Álvaro Pérez ‘El Bigotes’: «Siempre que hablábamos de magdalenas, bizcochos o tartas eran entregas de dinero».
Los constantes festines en restaurantes de lujo que aparecen en la película también están recogidos en distintos sumarios. Francisco Correa fue el que más se jactó de haber invitado a políticos y empresarios -«Iban día sí y día no a La Trainera a comer anguila», dijo sobre Jesús Sepulveda y El Bigotes-, y de invitarles a partidos de fútbol -«Yo tenía como 25 palcos del Atlético de Madrid»-.
La película hace menciones a la cocaína y a la prostitución, omnipresentes en cada trama de corrupción. Los ERE del PSOE, por ejemplo, sacaron a la luz las aficiones de ciertos políticos. En Púnica, uno de los altos cargos de la Comunidad de Madrid fue muy explícito con la forma en la que quería festejar una buena noticia de la investigación: «Hay que celebrarlo con un volquete de putas».
En la película también hay una frase que recuerda a unas grabaciones célebres. «La Fiscalía te lo afina», dice uno de los personajes. Esa misma expresión utilizó el exministro del Interior Jorge Fernández Díaz en la conversación con el jefe de la Oficina de Antifraude de Catalunya Daniel de Alfonso. Ambos conversaban sobre cómo incriminar a líderes independentistas.
Otro de los interlocutores de la conversación de Sorogoyen contesta que es posible recusar al juez del caso para poner a uno con el que se pueda tratar. Eso mismo pidió Ignacio González, que trató por todos los medios de influir en la Justicia.
Estas son las claras, pero en el filme hay más guiños. Por ejemplo, el empresario desvela en una de las conversaciones que han pagado a medios de comunicación -como recogen los papeles de Bárcenas sobre Libertad Digital-, y en la comida inicial una concejal se refiere a un «misal» para designar la libreta de gastos en B. La mujer de Jordi Pujol, Marta Ferrusola, usó esa misma palabra para referirse a sus millones en Andorra: «Soy la madre superiora de la Congregación, traspasa dos misales».