La vieja guardia del PSOE tiene su cara B. Menos conocida, menos preñada de pesos pesados, pero la hay. Es la que componen todos aquellos referentes históricos del partido que sintonizan mejor o peor —de forma más o menos sincera— con Pedro Sánchez. Los que le respaldan o no le estorban, los que no alzan su voz disonante con Ferraz. Los que están dentro de la ejecutiva federal (Cristina Narbona, Manu Escudero, José Félix Tezanos) o los que están fuera (Josep Borrell, Demetrio Madrid, Enrique Barón). Cara B en la que podría alistarse a José Luis Rodríguez Zapatero, el ex con más galones que ahora cabalga a favor de la dirección y que llama a «todos» a trabajar por la unidad, pese a que hasta hace muy poco apoyaba con fervor a Susana Díaz. Aunque para muchos la ‘conversión’ del expresidente es un gesto más de cara a la galería, por responsabilidad y cultura de partido, no porque su relación actual con el secretario general esté nutrida de confianza. Pero en la cara A siguen figurando Alfredo Pérez Rubalcaba, Alfonso Guerra, José Bono, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Ramón Jáuregui, Javier Rojo o Elena Valenciano y muchos exministros y ex altos cargos que recelan de Sánchez, tanto como los dirigentes susanistas. Felipe González y su sucesor al frente del PSOE, Joaquín Almunia, son más difícilmente encasillables, «reman por libre, pero no en contra» de la cúpula.

En un partido que en 2019 cumplirá 140 años de vida, los notables del pasado, todos aquellos que fueron protagonistas del PSOE, pesan. Unos más, otros menos. Pero muchos continúan siendo referentes, y no siempre cómodos para la dirección. No es nuevo. Sánchez compitió en las primarias del año pasado enfrentado no solo a los grandes aparatos orgánicos, sino también en abierta disputa con los ex de mayor rango. Ni González, ni Zapatero, ni Rubalcaba, ni Guerra lo apoyaban: todos respaldaron a Díaz, aunque no todos se bregaron en la faena fratricida con igual ahínco. Tampoco Almunia, más cercano al tercer contendiente en liza, Patxi López, estaba de su lado. Sánchez batió a la baronesa andaluza con holgura (50,26% frente al 39,90%) y con su victoria arrolló a todas las cabezas ilustres del PSOE.

Desde las primarias de mayo de 2017, el líder ha intentado recomponer relaciones con todos aquellos que le dieron la espalda. Con desigual éxito. Lo logró con Zapatero y, en principio, con Almunia, pero con Rubalcaba o Guerra la relación, muy agrietada, es más difícilmente salvable a estas alturas. Con González buscó sellar la paz con un almuerzo en febrero, pero luego se saltó la escuela de buen gobierno por un viaje a Portugal. Fueron esas jornadas en Madrid, la semana pasada, las que evidenciaron que la fractura interna perdura.

Los hay que apoyan al líder y están en su dirección (Narbona, Tezanos, Escudero) y otros fuera: Demetrio Madrid, Enrique Barón, Pepe Borrell…

Pesaron las ausencias —González, sí, pero también Rubalcaba, y los presidentes de Andalucía, Susana Díaz; Valencia, Ximo Puig, y Asturias, Javier Fernández—, los discursos críticos con el secretario general —Javier Solana— y los esforzados intentos de unidad protagonizados por los barones que sí acudieron a la cita —Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán, Emiliano García-Page y Francina Armengol—​. Pero a ojos de la cúpula brillaron más las palabras de inequívoco respaldo de antiguos susanistas como Zapatero o el alcalde de Vigo, Abel Caballero, o las arengas a favor de Sánchez del único presidente socialista de Castilla y León, Demetrio Madrid, o del exministro y expresidente de la Eurocámara Enrique Barón, o de la exalcaldesa de Santa Coloma Manuela de Madre, galardonados los tres con los premios Manuel Marín otorgados por la ejecutiva.

Anverso y reverso

«Los periodistas os fijáis siempre en Felipe, en Rubalcaba o en Guerra, cuando para la militancia más referentes son gente como Demetrio o Enrique», protestaba un barón sanchista. «Escucho siempre a mis compañeros, también a Javier Solana, igual que he escuchado a Enrique Barón, Manuela de Madre y Demetrio Madrid, al mismo nivel. Ponderemos las distintas intervenciones. Este partido está vivo, aquí hay mucho debate», señalaba el lunes en rueda de prensa la número dos del partido, Adriana Lastra. Y es que Barón amonestó a la vieja guardia: en lugar de «dar consejos» a la cúpula, debería «ayudar y colaborar». «¡Pedro, si me necesitas, llámame!», le gritó. El exdirigente castellanoleonés, que dimitió de su cargo como presidente regional en 1986 para afrontar un proceso judicial del que luego quedó absuelto, puso al auditorio en pie tras recordar que Sánchez es el jefe del partido más respaldado de su historia.

Barón: «Somos gente que hemos ejercido cargos y que somos afiliados. No hay una Cámara de los Lores en el PSOE. No estamos en una guerra civil»

La imagen de la clausura de la escuela de buen gobierno, con Zapatero, Almunia y Fernández Vara, además de los tres galardonados, tenía su reverso el pasado jueves. Ocurría en la puesta de largo del libro de, precisamente, Almunia —’Ganar el futuro’ (Taurus, 2018)—, presentado por González y el extitular de Educación José María Maravall, y que contaba entre el público conrepresentantes de ese viejo PSOE: los exministros Alfredo Pérez Rubalcaba, Javier Solana, Carlos Solchaga, Javier Moscoso, Luis Atienza o Ángeles Amador, el veterano Ciprià Císcar, jóvenes ‘castigados’ como el diputado turolense Ignacio Urquizu… y también Enrique Barón.

El expresidente de la Eurocámara se ha reforzado en los últimos días como el ejemplo de referente histórico «que sí representa la actual mayoría del PSOE» y conecta con Sánchez. En realidad, siempre conectó con él: el hoy secretario general trabajó con él en Bruselas, y este le apoyó en sus dos aventuras de primarias, en 2014 y 2017, y en las épocas de mayores turbulencias. Barón o Madrid, aclamados por las bases en la deslucida clausura de la escuela de buen gobierno, son la «cara opuesta a la de aquellos otros dirigentes que prefieren expresarse en los medios antes que en los órganos de dirección o ante la militancia», aseguran en el entorno del líder. «Es que no hay un estatus especial de vieja guardia. Somos gente que hemos ejercido cargos y que somos afiliados —sentencia Barón, en conversación con este diario—. No hay una Cámara de los Lores en el PSOE. Yo tengo buena relación con aquellos con los que he trabajado, pero la de Pedro es la dirección que hay, y no estamos en una guerra civil».

 

El primer ministro de Transportes de González no quiere «juzgar» a sus coetáneos que sí mantienen más que distancias con Ferraz —»Están a la contra, están en su derecho»—, pero sí advierte de que si discrepan deben plantear su posición «y ganarlo dentro» del PSOE. «Porque cuando pierdes, pierdes. Siempre digo que los que estamos fuera debemos apoyar a la vanguardia, a los que están al frente, y que hay que tener cuidado para no ser un abuelo cebolleta«, añade Barón, a quien Sánchez consulta «de vez en cuando».

«Poner todos los huevos en la misma cesta»

Demetrio Madrid comparte la argumentación del exjefe de la Eurocámara. La dirección del PSOE «tiene que enfrentarse a una situación nada fácil», y si dentro del partido se azuza la «inestabilidad», las cosas se complican. Lo que deben hacer todos es «poner todos los huevos en la misma cesta«, que es la de empeñarse en ganar las próximas elecciones. «Hay personas que por un minuto de gloria hacen lo que hacen y en vez de apoyar da la sensación de que se columpian», objeta el expresidente castellanoleonés, en conversación telefónica con El Confidencial. «La mayoría, no obstante, estamos remando a favor. Pero algunos notables no entienden que quienes dirigen el partido son los que democráticamente ocupan la dirección. Y si no estás de acuerdo y sigues en la familia [socialista], debes decirlo en familia y no ir a la plaza pública«, remacha Madrid, en línea con lo expresad ya por el líder.

Madrid: «Algunos no entienden que Ferraz dirige. Y si no estás de acuerdo y sigues en la familia, debes decirlo en familia y no ir a la plaza pública»

Pero sin duda el ex de mayor relieve que puede lucir Sánchez es Zapatero. Fue de los primeros con quien logró recoser su relación, y eso que había sido uno de los mayores activistas de la candidatura de Díaz. El expresidente ayudó en la campaña de las catalanas y aceptó inaugurar la escuela de buen gobierno del PSOE —con llamamiento a «todos» a la unidad, aunque también con apelaciones a la cúpula a que sea generosa e incluyente— y figurar en la foto de la clausura.

El equipo del secretario general, que en su primer mandato abominaba de Zapatero (en aquel momento, el valedor del líder era González, hasta que este se sintió «engañado»), ahora le reivindica constantemente y lo pone como ejemplo a seguir para los demás históricos. El exjefe del Ejecutivo, que siempre ha arrastrado una cierta fama de ‘enredador’ orgánico, prefiere mantenerse ahora al margen de disputas y colaborar con Ferraz en todo lo posible. Pero quienes han hablado recientemente con él señalan que sigue pensando lo mismo de Sánchez que antes, y lo mismo le pasaría, aseguran, a González, aunque este sea más prudente en sus conversaciones por su decisión de seguir su año «sabático» de PSOE: las dudas sobre la capacidad de liderazgo del secretario general persisten. En la clausura de la escuela de buen gobierno, el realizador ofreció planos en los que el auditorio se arrancaba a aplausos y Zapatero respondía con mayor frialdad.

El que fue durante 12 años escudero del expresidente, José Blanco, también se alineó con Díaz y trabajó por ella activamente (como Caballero). Pero en los últimos meses ha virado por completo. El mes pasado, el exministro se deshizo en halagos hacia Sánchez y vaticinó que el PSOE será primera fuerza. Y acudió a la escuela de gobierno. No pocos en el PSOE creen que su última contorsión obedece a que quiere repetir en las listas europeas, y para ello ha de ganarse la confianza del jefe. La duda es si esos gestos serán suficientes para persuadirle.

El ‘shock’ de Almunia

Ferraz creía contar asimismo con Almunia. El exlíder no dirigió ni una palabra crítica contra Sánchez en el taller de las jornadas del pasado fin de semana en el que participó. Tenía al secretario general sentado en primera fila, de oyente. Y quiso estar presente en el cierre, como Zapatero y Vara. Sin embargo, el pasado jueves, en ese acto de presentación de su libro, puso en duda las posibilidades del PSOE para vencer en unos comicios. «Si el año que viene hay elecciones, hay que trabajar desde anteayer«, sostuvo, advirtiendo de los problemas de «credibilidad» que arrastran las siglas y la necesidad de lanzar promesas «viables y atractivas», que él no ve ahora mismo.

«Son una panda de mimados que lo han tenido todo en el PSOE y que deberían tener la nobleza de ayudar. Se guían por su vanidad», dice una dirigente

La dirección no esperaba esas palabras y acusó el golpe. La número cuatro, la exministra Carmen Calvo, una figura que gana enteros dentro de la ejecutiva, respondió en rueda de prensa que el partido «sí está preparado» para afrontar una convocatoria electoral en cualquier momento, porque además sigue avanzando con sus ‘diez acuerdos de país’ semana a semana. En la dirección creen que a muchos de los ex les puede la «soberbia» y hablan sin tener un conocimiento exacto de qué se hace entre los muros de Ferraz y por qué. Y eso sería aplicable a Almunia, apuntan, y también a Solana, que criticó que el PSOE se hubiera marchado de la subcomisión del pacto educativo, gesto que secundaron después otras formaciones.

Por eso en la cúpula ponen en valor la actitud de Zapatero, de Barón, de Madrid —epítome de la ética del cargo público—, del exministro Pepe Borrell, de la expresidenta del PSOE andaluz Amparo Rubiales, de socialistas clásicos como Enrique Linde o Carmeli Hermosín… y también de aquellos veteranos que están dentro de la ejecutiva y que atesoran años de experiencia, como la presidenta del partido, Cristina Narbona, y los responsables de Economía,Manu Escudero, y Programas, José Félix Tezanos —el mismo que comparó las encuestas publicadas por los medios con la «parasociología» y la «brujería»—, o la propia Calvo, secretaria de Igualdad. «Esta dirección, que es intergeneracional, tiene a varios de esos referentes históricos dentro, decidiendo», subrayan en el círculo del líder.

No pueden negar en Ferraz que «molesta» el ruido de los ex que discrepan de Sánchez. Un último ejemplo, remarcan, fue el anuncio del eurodiputado y exministro Ramón Jáuregui, en plena escuela de gobierno, de que abandonaba la política. Una influyente miembro de la cúpula se despacha contra esos mayores sin paños calientes: «Son una panda de mimados que lo han tenido todo en el PSOE y que ahora deberían tener la nobleza de ayudar. Pero no, se guían por su vanidad. Ya vale, son unos pésimos socialistas, y por eso perdieron las primarias. La militancia ya está hasta el moño de ellos«.

Buena parte de las iras de Ferraz se centran en Rubalcaba, quien se siente dolido por el ‘castigo’ a sus colaboradores. Entre ellos, Elena Valenciano

Buena parte de la ira se concentra en Rubalcaba, a quien ven detrás del «hostigamiento» de ‘El País’ —forma parte de su consejo editorial—, influencia que él siempre ha negado categóricamente. El ex secretario general rechazó prestarse a la foto de unidad que Sánchez había vendido en una entrevista en televisión después de que la dirección hubiera decidido «vetar» a la que fuera su mano derecha, Elena Valenciano, para la candidatura a la presidencia del grupo de los socialistas europeos, cargo al que finalmente accedió el alemán Udo Bullmann la semana pasada con los votos también del PSOE (y, por cierto, con poco margen, una treintena de votos, sobre su rival, la belga Kathleen Van Brempt). Rubalcaba se duele de que quienes fueron sus principales colaboradores —no solo Valenciano, sino también Óscar López, Antonio Hernando, Soraya Rodríguez, Edu Madina, Juan Moscoso, Ángeles Álvarez, Antonio Trevín, Valeriano Gómez, Puri Causapié…— hayan caído ya en desgracia o estén «pendientes de fusilamiento«, según indican fuentes de su entorno. En la cúspide reprochan a Rubalcaba que «se rebaje tanto» para garantizar puestos a quienes «llevan años ocupando cargos públicos, como Elena».

«Felipe no está en nada»

Los veteranos que se sienten apartados y maltratados por Ferraz indican que Sánchez se mueve por puro «sectarismo» y afán de venganza, denuncian que es él quien sigue en la batalla orgánica y quien ha intentado eliminar a todos sus rivales en todos los espacios, empezando por los barones susanistas y siguiendo por los críticos con asiento en las instituciones. Y subrayan que no hay «en modo alguno efervescencia conspirativa«, ni se dedican a «dar consejos» si nadie se los reclama. «Son ellos los que amplifican la importancia que tenemos. Ahora bien, lo que no pueden hacer es quitarnos lo que hemos sido», ni tampoco «la voz», advierten los pesos pesados que no comulgan con el líder. Y recuerdan la figura de González: «Felipe no está en nada, está al margen de todo, a sus cosas, y lleva una agenda absolutamente propia». Y lo mismo ocurriría con Almunia, añaden: él no ha desplegado demasiada actividad orgánica desde que abandonó las riendas del PSOE en 2000. Entre los críticos, enfatizan que los históricos más significados divergen del oficialismo: con el jefe están, agregan, perfiles ‘menores’: «A Demetrio o a Enrique no los conoce nadie».

Los contrarios a Ferraz insisten en que no están en ninguna conspiración y reprochan a Sánchez que se mueva por «sectarismo» y siga en la pugna orgánica

Los contrarios a Sánchez insisten en que aceptan su victoria en las primarias, en que no habrá movimientos para derribarle, pero entienden que no pueden ni deben aplaudir todo lo que él hace. Por eso para una parte del PSOE fue un acierto que Díaz plantara la escuela de gobierno, pese a que otros que la apoyaron sí cataloguen su ausencia como un error. Pero lo que de verdad preocupa a muchos históricos es la sensación de que el partido «no tira«, no remonta, su «falta de pulso», su «inconsistencia», y creen que no encara con acierto la competencia con Ciudadanos, que para la dirección es mínima. Muchos se ven venir otra debacle electoral en 2019, y temen que el PSOE pierda poder institucional (gobiernos) por la debilidad de las siglas. Para Sánchez, es posible que el PSOE gane las municipales, lo que asfaltaría su camino de victoria en las generales. 

«¿Dónde están las recetas mágicas de nuestros ex? Solo veo que descalifican nuestras propuestas. No tengo muy claro si se las leen, pero lo importante es que argumenten por qué les parecen mal. Porque por supuesto que siempre cabe aceptar y valorar las críticas, cuando no son genéricas… Muchos de ellos están ya muy instalados en la actividad privada de alto ‘standing’, con sueldos que multiplican por diez o más el de Pedro, y quieras que no eso les condiciona…», indica una integrante de la cúpula, visiblemente irritada. «Ya vale de la vieja manera de hacer política —conviene otra responsable del núcleo duro—. Pero que sepan que no nos van a torcer por eso. Nosotros vamos a seguir nuestro camino. Todos sabemos de qué van todos. Además, ¿a Pedro le da votos Felipe? Pues lo dudo. La foto de unidad ya no nos preocupa tanto». En el fondo, eso es lo que está en juego. El cisma de Ferraz con una parte de sus históricos hace inviable esa estampa de la cohesión interna que el secretario general persigue y aún no ha conquistado.

 

 

 

 

FUENTE: ELCONFIDENCIAL