Según se encargó de recordarnos el propio presidente, el Gobierno de coalición cumplió ayer cien días, el tiempo considerado como el período de gracia que se suele conceder al Ejecutivo.

Dos características distinguen esta fase: el factor fortuna, que ha decidido jugar en su contra por la crisis sanitaria y la deprimente recesión económica que se avecina, y el esfuerzo casi diario por superar las discrepancias entre los dos socios del gabinete.

Cito en primer lugar la fortuna porque es fundamental para el éxito de una gestión. Zapatero la tuvo en su primer mandato, pero en el segundo le cayó encima la crisis financiera que no supo prever ni resolver. Lo tuvo todo en contra.

En cambio, llegó Rajoy y, además de encarar el desastre, le favoreció la suerte: bajó el petróleo, hubo manguerazos del Banco Central Europeo y el entorno mundial empezó a mejorar. Él mismo reconoce que la buena o la mala suerte determinan el balance de un gobernante, aunque muchas veces, casi siempre, la suerte también se trabaja. Hay que buscarla.

A Pedro Sánchez le volvió a fallar, como si el destino decidiese jugar, como con Zapatero, en contra del socialismo. De los cien días de gobernación, un tercio han sido de estado de alarma por el coronavirus. Desde que apareció en España, su equipo no tuvo otra dedicación que combatirlo.

El ministro de Sanidad, un filósofo vocacional que vino a Madrid a cubrir la cuota del PSC en un departamento con competencias transferidas, tuvo que hacer en dos meses un doctorado en epidemias. Grandes temas que estaban abiertos, como la Ley de Libertad Sexual de Irene Montero, pasaron al olvido, igual que la persecución a José Luis Ábalos por su encuentro clandestino con la vicepresidenta de Venezuela.

La alianza con Podemos ha sido la fuente de los mayores conflictos. Prácticamente una vez por semana estalló alguna discrepancia, que se culminó este mismo martes con un tuit de Pablo Iglesias atribuyéndose la gran rectificación en la salida de los niños, con el contrasentido de que había sido aprobada en el Consejo de Ministros que él vicepreside.

Las tensiones entre los dos socios proceden de la pelea por lucir méritos en la política social. Y la argamasa que los une es, además del poder, decir, sobre todo Podemos, que hacen la política contraria a la de Rajoy. Rajoy es la gran disculpa.

Fuera de él, las iniciativas propias son grandes desconocidas por culpa de la pandemia. La venganza de don Mariano es que los ERTE que se aplican son de su invención. Y los Presupuestos, los mismos que redactó Montoro.

Don Mariano había profetizado que las críticas de los hoy gobernantes se las iban a «comer con patatas». Y se las están comiendo.

 

FERNANDO ONEGA