«Las encuestas dejan en un puñado de votos el que Ciudadanos sea decisivo«. No le falta razón a Inés Arrimadas cuando hace esta afirmación. A la luz de los sondeos, tanto externos como internos, los naranjas están en estos momentos fuera de la Asamblea de Madrid, pero no son demasiados los votos que les separan del ansiado umbral del 5% con el que Edmundo Bal entraría en el parlamento madrileño acompañado de otros seis diputados liberales. La supervivencia o la desaparición de Ciudadanos, el partido que no hace demasiado tiempo pudo tenerlo todo, se resume en una cifra: 46.014 votos.
Un total de 5.112.658 madrileños están llamados a las urnas el próximo 4 de mayo. En un escenario de participación del 75%, el marco aproximado al que apuntan diversos institutos demoscópicos, un total de 3.834.493 personas ejercerán su derecho al voto en la Comunidad de Madrid. Si tomamos esta cifra como base, el 5% al que aspira Ciudadanos se traduce tan sólo en un total de 191.724 sufragios. El problema de los de Inés Arrimadas es que no alcanza esa meta: de acuerdo con el promedio de las 10 últimas encuestas publicadas de las principales firmas demoscópicas privadas, sin el CIS, Edmundo Bal aglutinaría tan sólo un 3,8% del voto, es decir, 145.710 papeletas. La sangría respecto a 2019, cuando Ignacio Aguado logró 629.940 votos, es enorme.
Ciudadanos ha enfocado toda su campaña en superar la barrera del 5%, el todo o nada para un partido que pelea por no alargar la sombra de la muerte de todas las fuerzas que se han situado en el centro político a lo largo de la historia democrática de España. Se trata del porcentaje mínimo que se exige en la Comunidad de Madrid para sumar escaños y lograr representación en la Asamblea, un procedimiento pensado para evitar una excesiva fragmentación política y que, en suma, puede provocar que cientos de miles de votos terminen siendo inservibles. Según el sistema electoral madrileño, superar el 5% de los sufragios en unas autonómicas ya garantiza a los partidos una representación de, al menos, siete diputados.
Por el momento, y a menos de 10 días para que se abran las urnas, a Ciudadanos se le complica su supervivencia. Prácticamente ningún sondeo privado, ni tampoco la última encuesta ‘flash’ del instituto público de José Félix Tezanos, da margen para la esperanza en el partido naranja. A nivel interno, y según confirman fuentes autorizadas de la formación, el escenario tampoco pinta mucho mejor: los trackings internos sitúan también a la candidatura de Edmundo Bal en torno al 3% de representación, sin superar en ningún caso la barrera del 4%.
El hasta ahora portavoz parlamentario de Ciudadanos y fiel escudero de Inés Arrimadas en la dirección del partido se ha volcado en campaña para tratar de levantar el vuelo, aunque tenga que hacerlo in extremis. Desde el principio, la estrategia política de Bal se ha basado en plantear la dicotomía entre la «radicalidad» de Vox y el «centro» de Ciudadanos, «más necesario que nunca» en una de las contiendas electorales más polarizadas que se recuerdan. «Edmundo está centrado en demostrar la utilidad del partido», comentan fuentes del equipo electoral del candidato, que reafirman el compromiso no disimulado del partido naranja de reeditar un Gobierno con Isabel Díaz Ayuso y de no pactar con la izquierda en Madrid. Reiteran, además, el objetivo repetido una y mil veces en campaña: alejar de la Puerta del Sol tanto a Podemos como a Vox.
En el partido de Inés Arrimadas se miraba a los debates electorales como la última baza en la que podían jugarse su futuro. El objetivo pasaba porque la experiencia y la gestión de Edmundo Bal destacase respecto al «ruido» que emitiesen sus contrincantes políticos. Pero la energía con la que el candidato defendió su programa en el debate a seis de Telemadrid no convenció al gran público, y diversas encuestas acabaron situándole como perdedor del debate. «La campaña de polarización de Vox nos terminará de hundir, porque centra a Ayuso y nos desdibuja a nosotros», analiza un dirigente de la formación. Se refiere a los últimos episodios de la formación ultraconservadora con los ‘menas’ o el último enfrentamiento de Rocío Monasterio con Pablo Iglesias en el debate de este viernes de la SER. Todos estos hechos recibieron una condena firme por parte de Ciudadanos, pero también por parte del PP, que intentará desmarcarse de Vox en los últimos compases de la campaña para evitar una excesiva movilización de la izquierda.
La movilización, que puede marcar un récord histórico este 4 de mayo, es otro de los factores que juegan en contra de Edmundo Bal, ya que se traduciría en una fuerte polarización en el voto en perjuicio de las fuerzas centristas. La participación máxima en unas autonómicas madrileñas se registró en 1995, cuando se situó en un 70,4%, y todo apunta que ésta vez podría superarse ese porcentaje. La letra pequeña del último CIS perjudica también las aspiraciones del partido naranja: sólo el 17,4% de los electores que en 2019 eligieron a Ignacio Aguado votarán este 4-M por Edmundo Bal. La inmensa mayoría de ellos se irá a la bolsa del PP (54,7%), mientras que PSOE y Vox se repartirán casi un 9% de los votantes de Ciudadanos.
¿Qué pasará tras el 4-M?
Si las urnas se cierran el próximo 4 de mayo sin que Ciudadanos haya logrado llegar al 5% del voto, todos los focos volverán a situarse sobre Inés Arrimadas. La presidenta de la formación ya se negó a dimitir y a hacer cambios de calado en la cúpula -sólo abrió el Comité Permanente a dirigentes territoriales para integrar a más voces en la toma de decisiones- y en la estrategia del partido tras el descalabro en las autonómicas catalanas, en que Ciudadanos pasó de ganar las elecciones en 2017 a perder 30 diputados en 2021.
Además, las últimas decisiones en ‘petit comité’ de la dirección naranja son las que han llevado al partido contra la espada y la pared: la moción de censura fallida en Murcia precipitó el adelanto electoral en Madrid, por lo que de esa jugada Ciudadanos perdió directamente dos gobiernos autonómicos, sustento del partido tras los pésimos resultados electorales de las generales del 10 de noviembre. Todos estos acontecimientos han derivado en la salida de decenas de cargos de Ciudadanos hacia las filas del PP, entre ellos pesos pesados de la talla de Toni Cantó, un movimiento que se enmarca en el proceso de ‘opa’ hostil que Pablo Casado quiere completar tras el 4-M. El liderazgo de Ciudadanos y su continuidad quedaría, por tanto, bajo las cuerdas. Arrimadas, por si acaso, ya sugiere que no dimitirá y recuerda que Albert Rivera sólo lo hizo después de 15 años encabezando el proyecto. Y se reafirma: «Seguiremos luchando por un espacio en el que cree mucha gente».
FUENTE: ELINDEPENDIENTE