De los creadores de «Ni un día sin el 155», llega ahora «Ni un minuto sin el 233». En esta España polarizada no caben grises ni matices. Todo es blanco o negro. Ya saben que hace tiempo que todos somos expertos en Derecho Constitucional y da igual que la ley de leyes sea la nuestra o la venezolana. Quien no está a favor de aplicar el 155 de la Constitución española en Cataluña es amigo de los independentistas y un traidor a la patria. Lo mismo ocurre con la crisis de Venezuela: quien no comparte la interpretación exacta que ha hecho Guaidó de la lectura de la norma suprema es amigo de Maduro y, en consecuencia, está en contra de la democracia y a favor de las dictaduras.
¡Lo único que le faltaba a la política es que Venezuela se colase en la agenda nacional! Y, además, sin grises ni matices. El todo o nada, el blanco o negro, el siempre o nunca… En el debate político-mediático se ha impuesto el gatillo fácil, el tuit más rápido, la ausencia de análisis y la falta de racionalidad. Es una variante de lo que en psicología se conoce como distorsión cognitiva, concretamente la que lleva a un pensamiento polarizado en el que no caben términos medios y en el que la realidad se percibe siempre de modo extremista.
Fíjense que hasta Iñigo Errejón, que hace tan sólo dos meses defendía que en Venezuela «se respetan las libertades y se hacen tres comidas al día», ha borrado de un plumazo de su timelime todos los tuits que escribió en apoyo a la tiranía de Maduro. Ni rastro ha quedado de sus elogios al chavismo. Y eso que entre sus ex compañeros de Podemos es conocido que fue el último miembro de la formación morada en dejar de trabajar remuneradamente para el Gobierno de Chavez. Concretamente para su último ministro del Interior, Yesse Chacon, a través de la empresa GIS 21, un instituto dedicado a la elaboración de estudios sobre el desarrollo ideológico de Venezuela. Ahí es nada.
La crisis abierta por Errejón esconde una operación que va más allá de la pretendida defunción política de Iglesias o la desintegración de Podemos
Un detalle menor que sus más fervientes entusiastas prefieren pasar por alto porque al ex ‘numero dos’ de Podemos todo se le perdona si en su tránsito hacia no se sabe dónde consigue llevarse por delante a Pablo Iglesias. En la guerra abierta entre los morados tampoco hay matices. O se es de Iñigo o se es de Pablo. ¿Para qué elaborar un pensamiento sobre el por qué de lo ocurrido?, ¿a quién le interesa lo que esconde la operación Errejón?, ¿quién saldrá beneficiado de un descalabro de los morados? La última encuesta publicada por GAD-3 sobre intención voto ofrece algunas pistas, más allá de los lugares comunes esgrimidos en el debate público sobre el leninismo de Pablo Iglesias, la inmadurez de sus dirigentes políticos o la traición de quienes perdieron Vistalegre II.
La empresa de Narciso Michavila, la única que acertó en los resultados de las elecciones andaluzas, desvela que el hundimiento de Podemos arrastra al bloque que aupó a Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno y que las derechas en sus tres variantes sumarían una holgada mayoría absoluta en el Congreso. Todo gracias a la fuerte irrupción de Vox en la escena.
Con la actual fragmentación del mapa político esto ya no va de ganar elecciones ni de que gobierne el partido más votado, sino de que el segundo pueda sumar más apoyos que el primero. El PSOE hoy ganaría las generales, incluso se beneficiaría ligeramente de la caída de Podemos, pero ese primer puesto le serviría de poco, ya que la suma con los de Iglesias y los independentistas le dejaría lejos de la mayoría suficiente para gobernar. El bloque de izquierdas acusaría el lastre de los morados, que tras la fuga de Errejón y la descomposición interna, caería en picado hasta el 11 por ciento de los votos y perdería hasta 40 diputados.
La crisis abierta por Errejón esconde una operación que va más allá de la pretendida defunción política de Iglesias o la desintegración de Podemos porque, sin duda, tendría como principal damnificado a Pedro Sánchez. No es extraño que haya sido el presidente del Gobierno, además de los actuales dirigentes de Podemos, el líder político que más se ha interesado en la última semana por el llamado «pacto de las empanadillas» urdido entre el ex ‘número dos’ de los morados y Manuela Carmena. Un acuerdo que, en la izquierda, barruntan podría apuntalar a la derecha en el Gobierno de España.
Y todo, esgrimen desde la dirección de Podemos, porque Errejón fue incapaz de asumir hasta tres derrotas internas, además de la de Vistalegre II. La primera tras la consolidación de Irene Montero como portavoz parlamentaria durante la moción de censura fallida impulsada por Podemos; la segunda, después de la implicación de Iglesias en la moción de censura que hizo a Sánchez presidente con el apoyo de nacionalistas vascos e independentistas catalanes; y, la tercera, tras el pacto de Presupuestos suscrito a mayor gloria del secretario general en el Palacio de La Moncloa.
Ya hay quienes alertan de una nueva operación para sacar a la izquierda que representa Sánchez de La Moncloa
La consolidación del acuerdo PSOE-Podemos dejaba a Errejón fuera de juego —después de haber defendido el apoyo en 2016 a un Gobierno PSOE-Ciudadanos—, y sin más recorrido que el de candidato a la Comunidad de Madrid. Sin el control del partido y sin más plataforma que la de Madrid, Errejón decidió no obstante golpear fuerte a la dirección estatal y al liderazgo de Iglesias justo en el tiempo en el que el secretario general estaba apartado de la primera linea por su permiso de paternidad.
Aun así, el líder de Podemos ha comentado con sus más cercanos que si ha de morir lo hará porque tenga un mal resultado electoral o porque le ganen en un congreso. Como acostumbra a decir él mismo, «si la derrota ha de venir, que sea de frente y en el campo de batalla». A lo que algunos de sus colaboradores añaden: «Y contando lo que hay detrás de la operación de Errejón, que es un nuevo intento de algunas élites por acabar con Podemos y con la posibilidad de que en España haya un gobierno de coalición» entre socialistas y morados con apoyo del nacionalismo vasco y catalán.
Son los matices de una operación que algunos han tratado de vender como una especie de rebelión interna contra el hiperliderazgo de un Iglesias que caminaba directo al desastre electoral sin tener en cuenta otras derivadas de más largo alcance. Como siempre, entre el blanco y el negro hay algún gris. También en la reciente declaración de Irene Montero sobre la apertura de una negociación con Errejón para alcanzar un acuerdo sobre la candidatura a la Comunidad de Madrid. Más bien lo que hay detrás de las palabras de la portavoz en el Congreso es la disposición de la dirección a construir un marco de unidad programático con IU, los anticapitalistas y otras sensibilidades de la izquierda mediante un proceso participativo al que se pueda sumar, después, la candidatura de Errejón. Y esto no es exactamente lo mismo que se ha leído entre quienes buscan empoderar al ex ‘número dos’ para acabar con el actual secretario general.
Lo que llegue después está por ver, pero de momento ya hay quienes alertan de una nueva operación para sacar a la izquierda que representa Sánchez de La Moncloa. Lo dicho: esto no va sólo de Iglesias o Errejón, de blanco o negro o de todo o nada.