Los españoles no lo han dejado en mal lugar, aunque no se haya producido el ‘sorpasso’ que persigue desde hace ya cinco ocasiones. Es el amo del tablero en ese juego malabar de combinaciones para repartirse el poder en la nación, en autonomías y ayuntamientos. De Rivera depende Sánchez; de Rivera depende Casado y Rivera depende menos de Sánchez y algo más de Casado.
Como suele repetir mi colega, director de Europa Press, Javier García Vela, quizá uno de los profesionales más sensatos, objetivos y honestos en medio de la orgía mediática pro-gubernamental, el pueblo español le ha dicho al jefe de Ciudadanos que no le quiere capitaneando el centroderecha. Le quiere ahí para que haga pactos ora a la derecha, ora a la izquierda. No está mal visto el asunto. Se podría aplicar al comandante en jefe de la formación naranja aquel viejo eslogan publicitario: estar en el mejor sitio y a la vez en el mejor momento.
Esa posición conlleva riesgos, sin duda. El teutón liberal Gensher supo jugar su rol entre democristianos y socialdemócratas hasta su muerte. Sin embargo, el británico (liberal/demócrata), Nick Clegg, pereció entre las garras del incompetente David Cameron. Son dos ejemplos que Rivera debería tener muy presente. Tiene tiempo por delante, desde luego.
Ahora bien, tengo para mí que su gran ocasión para alzarse con el santo y la peana ya ha pasado. El cartero nunca llama dos veces a la misma puerta. La gran crisis del Partido Popular, que existe como crisis y como partido, no volverá a presentarse tan crudamente. De ahí, que el futuro de Albert Rivera en gran manera depende del éxito o fracaso que coseche Pablo Casado en la administración de la refundación popular que, dadas las circunstancias, parece inaplazable. Aplaudo su tesis de que ya va siendo hora de abandonar las trincheras entre rojos y azules. Lo que sucede es que aquellos (los del color rojo) se empeñan con hechos, palabras y actitudes en mantener inhiestas sus banderas en muchos casos agresivas como si no hubiera pasado casi un siglo del asalto a la Duma de los bolcheviques contra los mencheviques con los resultados históricos de todos conocidos.
Cualquier error de cálculo en los pactos —Aragón, Castilla y León— puede resultar letal. Simplemente, hay que saber de qué caladeros vienen tus apoyos electorales. Y el territorio con ADN en un caso y otro. Creo.
El centro, espacio desde el que se gobiernan las grandes nacionales del mundo libre, conlleva también sus riesgos. Nunca dejarás contento a todos. Pero, al menos, todos sabrán que eres tú mismo.