La búsqueda emocional de lo memorable es un objetivo central para cualquier proyecto político con vocación de continuidad

El poeta italiano, Cesare Pavese, definió con precisión el alma de lo inolvidable: «No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos». El momento, el instante. Su diario autobiográfico El oficio de vivir, publicado póstumamente dos años después de su muerte, es una obra imprescindible para entender el desvelo existencial del desconcierto, la angustia, los sueños o las pesadillas de la vida contemporánea. Pavese acabó suicidándose por desengaños en el amor, la amistad y la vida, justo un año después de haber recibido un premio literario por su libro El bello verano (1949).

Solo los poetas, como Pavese, son capaces de encontrar la síntesis de lo memorable. «Lo que perdura, lo fundan los poetas» escribió Hölderlin. Por eso, la búsqueda emocional (y poética, artística) de lo memorable es un objetivo central para cualquier proyecto político con vocación de continuidad, capaz de movilizar voluntades. No se trata de ejercicio de añoranza en el pasado, hacia atrás. Sino de la búsqueda de lo esencial, de lo vital. Hacia adentro. No se recuerda el pasado en sí mismo, se recuerda lo vivido, que es otra cosa.

¿Cómo hacer que la práctica política sea memorable por vivida? ¿Cómo convertir lo inolvidable en una poderosa energía movilizadora? Quizás haya llegado el momento, también, de buscar inspiración y prácticas en el caudal de ideas que, alrededor del concepto «experiencia de usuario», exploran las marcas y los espacios públicos dedicados al consumo (o a las nuevas experiencias de relación con productos y servicios). ¿Cómo conseguir que la práctica política tenga una «experiencia de ciudadano» que sea única y generadora de vínculo y compromiso?

No se recuerda el pasado en sí mismo, se recuerda lo vivido, que es otra cosa

La experiencia multisensorial es la clave. Momentos más completos y complejos, más envolventes -más inmersivos- y que apelen a varias dimensiones vitales, en donde lo artístico y lo experimental actúen simultáneamente con los contenidos, los datos, las ideas. La comunicación inmersiva es el concepto para retener. Vivencias en donde la participación es protagonista y te impacta en lo emocional e intelectual de manera conjunta. Vivir las ideas. Pensar la vida.

Una investigación realizada por la Sibelius Academy de la Uniarts Helsinki demuestra que «la mezcla entre comida, luz, colores, muebles, disposición del mobiliario, atmósfera, sonido y entorno crea una experiencia multisensorial que tiene un efecto en cómo se comportan los consumidores y en cómo se sienten». Otro estudio, este realizado por la Universidad de South Florida, investiga sobre cómo la música afecta a nuestras decisiones en restaurantes, por ejemplo. «Si la música es suave, es más probable que te pidas una ensalada o algo sano».

¿Cómo deberían ser, por ejemplo, los espacios de los mítines, las experiencias de las reuniones o las atmósferas de las asambleas de un partido, por ejemplo? La clave es el diseño la complejidad de una experiencia multisensorial que hagan del momento político un instante perdurable y vinculante. De nuevo la etimología al rescate: recordar viene del latín recordari, formado por re (de nuevo) y cordis (corazón). Significa «volver a pasar por el corazón».

Hay, todavía, un gran campo por recorrer para la innovación emocional y sensorial del evento y del acto político. Está casi todo por hacer. Las expectativas juegan un papel clave en este reencuentro entre lo íntimo, lo intenso y lo político. Sorprender es posible. Construir lo inolvidable es imprescindible. Más política, más vida, más sentidos, más sentimientos.

 

 

FUENTE: LAVANGUARDIA