Pedro Sánchez ganó la moción de censura con la promesa de convocar elecciones “cuanto antes”. Pretendía una especie de gobierno transitorio para “recuperar la normalidad política e institucional y regenerar la vida democrática”. No se atrevió a poner fecha a los comicios, lo que hubiera sido un innecesario error a la luz de lo que ha sucedido. Durante el largo verano que hemos sufrido este año el debate interno en Moncloa era cuándo convocarlas. Y la tesis mayoritaria era esperar a la primavera de 2019, convocar incluso antes de las municipales (que serán el último domingo de mayo) para completar un cambio de ciclo político en toda España. Ahora ya nadie se plantea esa hipótesis.
¿Qué ha ocurrido en estos meses para que Sánchez haya decidido incumplir su promesa y quiera agotar la legislatura? Al margen de la constatación práctica de que el poder genera adicción, existen otras razones de peso que hacen exclamar a un miembro del gobierno: “Tendría que pasar algo muy grave, pero que muy grave, para que el presidente cambiara de idea”.
¿En qué basa su convicción Sánchez de que puede continuar gobernando hasta bien entrado 2020 y de que, además, se trata de una decisión acertada tanto para él como para el PSOE? Estas son las claves recogidas entre diversas personas de su entorno más cercano:
- El presidente está seguro de que ni Podemos, ni ERC, ni el PDeCAT, ni mucho menos el PNV, van a propiciar su caída. Los socios de la moción de censura no pueden permitirse el lujo de arriesgarse a que unas nuevas elecciones le den el triunfo a la derecha. El diputado republicano Joan Tardá lo explica de forma gráfica: “Aún en el peor de los escenarios, un gobierno del PSOE siempre será un centímetro más dialogante que un gobierno del PP o de Ciudadanos”. Aunque los líderes independentistas se rasguen las vestiduras y digan que tras el escrito de la Fiscalía pidiendo condenar por un delito de rebelión a Junqueras no votarán los presupuestos, este es un asunto que no preocupa en Moncloa, que lo califica de “mera escenificación”. “El gobierno aprobará por decreto las medidas sociales que están previstas en el presupuesto. ¿Votará ERC en contra de la subida del salario mínimo a 900 euros?”, se pregunta un ministro. Sánchez ha descubierto que puede gobernar en la práctica como si tuviera mayoría absoluta, en lugar de los 84 escaños con los que cuenta el PSOE. La debilidad de sus socios, bien porque no tengan el viento electoral de cola, bien porque teman una victoria del centro derecha, le dan a Sánchez un plus con el que no contaba el 25 de mayo, cuando prometió aquello de convocar los comicios “cuanto antes”.
- Moncloa le ha perdido el miedo a las filtraciones de Villarejo. Aunque la grabación de la comida en Rianxo dejó muy tocada a Dolores Delgado, que utilizó como paño de lágrimas a la vicepresidenta Carmen Calvo, ahora la sensación de peligro se ha difuminado. No sólo porque el foco ha cambiado de bando (las conversaciones del ex comisario con la ex secretaria general del PP y su marido en la planta noble de Génova 13 han obligado a dimitir a Dolores de Cospedal), sino porque en el entorno del presidente se tiene la seguridad de que no hay nada que pueda afectar a los miembros de este gobierno. “Y si lo hubiera con algún ministro, se cambia al ministro afectado y punto”, concluye una persona cercana al Sánchez. “La única posibilidad que podría llevar a plantear un adelanto electoral es que fuera el presidente el que se viera afectado por un asunto grave de corrupción, y eso no va a ocurrir”, sentencia la misma fuente. La memoria histórica del gobierno hace que el presidente relativice bastante el efecto de los escándalos en el respaldo de los electores. Borrell y Margarita Robles vivieron en primera línea los tiempos duros del final de la era de Felipe González, con filtraciones constantes desde el entorno de Mario Conde, Javier de la Rosa o incluso Juan Alberto Perote. Villarejo, a su lado, parece un inofensivo gatito, según fuentes gubernamentales. Yo recomendaría un poco más de prudencia. La cintateca del ex comisario puede dar todavía desagradables sorpresas… también a los socialistas.
- Sánchez no sólo ha descubierto que puede gobernar con relativa comodidad a pesar de estar en minoría en el Congreso, sino que, aún más importante, puede llevar a cabo sus políticas sin que las cámaras le aprueben los presupuestos. Vía decreto, Sánchez puede aplicar sus políticas sociales como si tuviera mayoría absoluta. No sólo eso. Estar en el poder le da la capacidad de aprovechar cada circunstancia para quedar bien ante su electorado. Un buen ejemplo de ello es lo que ha ocurrido con el pago del impuesto de las hipotecas. Que el Tribunal Supremo estima que deben ser los clientes los que deben pagar el impuesto de Actos Jurídicos Documentados, pues va el presidente y anuncia un cambio legislativo para que los que paguen a partir de ahora sean los bancos. Por no hablar del poder mediático que proporciona ser el inquilino de Moncloa. ¡Qué diferencia de trato si uno ejerce de líder de la oposición o si es el presidente del gobierno!
- Las encuestas demuestran que el ejercicio del poder le sienta fenomenal al PSOE. Dejando al margen el del CIS, que ha sonrojado incluso a algunos destacados socialistas, la mayoría de los sondeos realizados en el último mes y publicados por distintos medios de comunicación (desde El Independiente a El Periódico) dan al PSOE una ventaja sobre el PP de entre dos y cuatro puntos. Es decir, que si hoy hubiera elecciones el PSOE superaría con holgura los 100 escaños y el PP quedaría por debajo de ese mítico listón. Siendo prudentes, considera el equipo de alta fontanería de Moncloa, el partido socialista habría recuperado ya más de 20 escaños respecto a las elecciones de 2016. Sánchez ha comprobado en propia carne aquella sentencia del ex primer ministro italiano Giulio Andreotti de que “el poder desgasta sobre todo cuando no se tiene”.
- El ascenso de Ciudadanos en las encuestas tampoco le viene mal a Pedro Sánchez. El presidente tiene así dos opciones con las que pactar para la formación de un futuro gobierno. A Sánchez nunca le ha gustado demasiado la cercanía de Pablo Iglesias, al que sólo finge hacerle caso para robarle los votantes que, previamente, el líder de Podemos se llevó del PSOE cuando Rubalcaba no supo valorar las consecuencias del 15-M. Según la última encuesta publicada por El Periódico, PSOE y Ciudadanos podrían gobernar juntos con una cómoda mayoría si ahora se convocaran elecciones. Eso lo sabe Iglesias y por eso no puede tocarle las narices al presidente, que ahora tiene dónde elegir. Y, por cierto, si pudiera, que no le quepa dudas al dirigente populista, Sánchez preferiría mil veces pactar con Albert Rivera.
- En Ferrraz y en Moncloa coinciden en dar por extinguido el “efecto Casado”. El ligero repunte del PP tras la salida de Rajoy y el triunfo en las primarias del nuevo líder popular ha tenido escaso recorrido. El PSOE espera con deleite el resultado de las elecciones andaluzas, en las que, según sus datos, volverá a ganar con holgura Susana Díaz(con apenas un recorte de tres o cuatro escaños), mientras que el PP caerá respecto a 2015 y tendrá a Ciudadanos pisándole los talones. El PSOE quiere dar a su triunfo en Andalucía -si es que se produce, como parece probable- una dimensión nacional. Por un lado, de reforzamiento de la imagen de Sánchez y, por otro, de constatación de la debilidad del líder del centro derecha.
- El sanchismo ha tenido la fortuna de alcanzar el poder en pleno ciclo de expansión económica. Aunque algunos datos muestran ya un cierto agotamiento, el crecimiento este año superará el 2,5%, con lo que se seguirá creando empleo neto. Por tanto, el gobierno puede llevar a cabo algunas de sus promesas electorales sin que, a corto plazo, produzcan daños irreparables en el déficit público. En 2020 la economía crecerá menos (en torno a un 2,2%), pero con suficiente inercia como para que el desempleo vuelva a tasas desconocidas desde 2008. Por tanto, el PSOE podrá afrontar las próximas elecciones generales avalado por unas cifras económicas suficientemente sólidas como para defender que es posible mantener un equilibrio entre la ortodoxia y el impulso de las políticas sociales. Siempre que sus socios (Podemos) no le exijan aumentos disparatados de gasto público, los posibles daños, como por ejemplo no haber puesto en marcha un nuevo sistema que garantice el mantenimiento de las pensiones, o el haber ralentizado la creación de empleo con medidas como la subida del salario mínimo, no se percibirán hasta que se produzca la próxima recesión, que algunos economistas como Nouriel Roubini o entidades como JP Morgan atisban para finales de 2020.
- La situación de debilidad de la Unión Europea también es un factor que ayuda objetivamente a Pedro Sánchez. El Brexit, el triunfo del populismo en Italia, la próxima retirada de Merkel, etc. configuran un panorama propicio para que Bruselas relaje un tanto sus exigencias respecto a la idoneidad de las cuentas públicas. Probablemente, en otras circunstancias, la Comisión hubiera sido mucho más dura con el presupuesto español. Sin embargo, en ese contexto, Pierre Moscovici apenas si le ha dado un pellizco de monja al proyecto presentado por Nadia Calviño. Las duras políticas de ajuste que impuso Alemania entre 2010 y 2015 provocaron recortes en el estado de bienestar y aumentaron el paro, sobre todo en los países del sur, y, a pesar de que, a la larga, surtieron efecto en forma de una sólida recuperación, alimentaron el germen del populismo. La UE hará la vista gorda ante la relajación en el compromiso de reducción de déficit de España. Le preocupa mucho más que Italia decida marcharse del euro.
Con ese despejado panorama por delante, resulta lógico que el presidente quiera alargar la legislatura. En su entorno se da por seguro que el sanchismo no será un simple paréntesis en la vida política española. Aseguran que incluso podría dejar una huella similar a la que dejó González. ¡Quién lo hubiera dicho hace tan sólo un par de años, cuando el ahora presidente, acusó a grupos mediáticos controlados por las grandes empresas del Ibex de haber provocado su defenestración de la secretaría general del PSOE!