Descartó que pudiera haber un segundo atentado y afirmó que el ciudadano cosido a puñaladas por Abouyaaqoub había sido «abatido» por un policía.

Pasadas las diez y media de la noche del jueves 17 de agosto comparecían ante los medios el consejero de Interior de la Generalidad, Joaquim Forn, y el ‘major’ de los Mossos d’Esquadra, el jefe máximo de la policía regional catalana Josep Lluís Trapero. Comenzaba lo que los medios catalanes casi sin excepción han dado en aclamar como una lección de comunicación, transparencia, eficacia y buen hacer. Nacía la estrella Trapero, el jefe de los Mossos, compañero de paellas de Puigdemont convertido en símbolo del Estado catalán emergente que iba a dar una lección mundial según la propaganda catalanista.

Poco antes de las cinco de ese jueves, Younes Abouyaaqoub, había sembrado Las Ramblas de cadáveres. Y el miércoles, entre las once y las doce de la noche, una explosión había volado una casa en Alcanar dejando un escenario plagado de bombonas de butano. Durante todo el día se había atribuido la explosión a un accidente tal vez relacionado con la elaboración de drogas. Dos terroristas habían muerto y uno de ellos, herido de menor consideración a tenor de su aspecto durante el traslado a la Audiencia Nacional, había sido ingresado en un hospital sin ser interrogado o sometido a medida cautelar alguna.

Trapero relacionaba el ataque terrorista de Barcelona con la explosión en Alcanar. «Parece que una acumulación de gases, es lo que nos dicen los bomberos, es lo que ha producido esta explosión, digamos. No ha sido un objeto que… sino una acumulación de gases». A preguntas de los periodistas, Trapero afirmaba que en un primer momento se creyó que la explosión tenía que ver con el tráfico de drogas. No mencionó que una juez de Amposta había preguntado a los agentes sobre la posibilidad de que se estuviera preparando un atentado ante la gran cantidad de bombonas.

A esas horas, ni siquiera Trapero manejaba una información coherente. De ahí que diera pábulo a la especie de que un individuo se había saltado un control de tráfico en la Diagonal y había sido «abatido» por un mosso que repelió a tiros el ataque. El muerto resultó ser el ciudadano Pau Pérez, un joven trabajador de Seat al que el asesino de Las Ramblas apuñaló y cuyo cadáver abandonó junto al coche en las afueras de Barcelona. La víctima número 15, según Trapero, no tenía ninguna relación con las personas que estaban investigando en relación a los atentados.

Una predicción desacertada

También a preguntas de los periodistas, Trapero dijo: «No prevemos que pueda haber un ataque inminente». Un par de horas después, los terroristas atacaban en Cambrils y uno de ellos degollaba a una mujer antes de ser repetidamente tiroteado por al menos dos agentes de los Mossos hasta resultar muerto. Ese terrorista había logrado escapar del alcance del mosso exlegionario que liquidó él solo a otros cuatro terroristas.

La web Dolça Catalunya ha compilado los fallos de Trapero en esa primera rueda de prensa en caliente. El relato del jefe de los Mossos quedó desmentido por informaciones posteriores como la relativa a la consulta que un policía belga realizó a un mando policial autonómico sobre el imán de Ripoll que dirigía la célula islamista de Ripoll o las referidas consultas de la juez sobre la casa de Alcanar.

Sin embargo, el crédito del jefe policial en la mayoría de los medios catalanes es absoluto y cualquier alusión al «abatimiento» de terroristas o a los guetos musulmanes en Cataluña se considera una insidia de los enemigos de la democracia que ponen en riesgo la vida de los catalanes. Mientras tanto, Trapero persiste en acusar a la Policía Nacional, con la que nunca ha tenido buena relación, de negar información a la policía autonómica catalana y debilitar de esa manera la lucha contra el terrorismo.

FUENTE: Pablo Planas, Libertad Digital