Cuando Inés Arrimadas conoció el pacto entre PSOE, Podemos y ERC que eliminaba la descripción del español como «lengua vehicular», no amenazó con romper la negociación presupuestaria. Sin embargo, sí lo hizo este lunes en una comparecencia convocada ex profeso ante los medios de comunicación. ¿Qué ocurrió entre una y otra escena?

Principalmente, y a tenor de las fuentes consultadas por este periódico, dos factores influyeron en la última decisión de la presidenta de Ciudadanos: «El ruido de la calle» y el riesgo de una «ruptura interna».

Ese «ruido» -desgranan varios miembros de la Ejecutiva- se refiere a la«presión mediática» y al «malestar entre los afiliados». La estrategia marcada por Arrimadas -anteponer, por ejemplo, los logros presupuestarios a la enmienda educativa- no cuajaba entre los «opinadores» ni entre los «votantes naranjas».

«Nacimos para defender el español en Cataluña. Muchos nos metimos para esto. ¿Qué importa que no suba el diésel si se perpetúa por ley la marginación de la lengua?», manifiesta uno de los críticos.

Con esa expresión, este dirigente pretende reseñar la «incredulidad» -a su juicio- reinante entre muchos de los afiliados liberales. «Nos estaba costando convocar encuentros con la militancia porque no sabíamos qué decirles», apunta otro.

Varios miembros de la Ejecutiva naranja apuntan que Arrimadas leyó con «preocupación» los artículos periodísticos publicados en los últimos tres días. «¡Nadie entendía nuestra postura! Si no llega a darse el giro, podríamos haber sufrido una especie de muerte civil», razona otra de las fuentes consultadas.

Ejecutiva dividida

Pero la temperatura -y la oposición- no sólo crecía entre los militantes. También se cocinaba un severo descontento en el propio órgano de dirección del partido. La prórroga de seis meses del estado de alarma y la negociación presupuestaria se gestaron en el llamado «Comité Permanente», un núcleo duro integrado -en la práctica- por Arrimadas, José María Espejo y Carlos Cuadrado.

«Tenemos mucho que mejorar en democracia interna», coincide una amplia mayoría de la Ejecutiva de Ciudadanos. Sin embargo, este es tan sólo el fondo de la cuestión. Muchos de los integrantes de este órgano reclamaban a su presidenta que se levantara de la mesa si Sánchez perpetraba la marginación del castellano. Se sentían incapaces de defender en público lo contrario.

Un ruego que no terminaba de cristalizar. Arrimadas, en un principio, se conformó con acudir a las instituciones europeas y al Tribunal Constitucional, lo que acabó por tensar todavía más las costuras del partido.

Arrimadas, Espejo y Cuadrado -directa o indirectamente- fueron advertidos de este «malestar» tanto el viernes como el fin de semana. Y en ese clima llegó el giro de Ciudadanos. Fuentes oficiales rechazan calificarlo así: «Simplemente hemos dicho más claro lo que ya pensábamos, por si la gente tuviera dudas».

A mediodía del martes, los críticos celebraban el giro de Arrimadas. En Twitter, se producía una cascada de mensajes -de afiliados y dirigentes- que elogiaban el cambio de postura.

Pero faltaba la prueba del algodón. A última hora del día, Arrimadas reunió, tras más de un mes, a la Ejecutiva al completo. Algunos miembros se presentaron en la sede de la calle Alcalá; otros participaron de manera telemática. El giro de la mañana actuó como bálsamo, pero varios de los intervinientes discutieron en torno a la «falta de democracia interna».

Los liberales votarán en contra de las enmiendas a la totalidad presentadas por PP y Vox. Seguirán sentados a la mesa con la delegación de Moncloa que forman la ministra de Hacienda, María Jesús Montero; y el cerebro económico de Podemos, Nacho Álvarez.

Sin embargo, cuando llegue la última votación, se posicionarán en contra si el Gobierno no retira la enmienda sobre el español y no se compromete por escrito a descartar un referéndum de autodeterminación en Cataluña.

 
 

FUENTE: ELESPAÑOL