El Gobierno español lo tiene claro. Pedro Sánchez se ha reunido con su homólogo canadiense, Justin Trudeau, y ha señalado que el camino para Cataluña es el acuerdo, como en Quebec. Pero la senda de Quebec, que siempre había sido reclamada por el independentismo, solo sirve si la piden los catalanes. Si la ofrecen desde Madrid, acorrala al separatismo. Y en Waterloo, a Carles Puigdemont le desagrada la nueva confluencia de tolerancia socialista a la situación de los presos, el nuevo protagonismo de ERC y Oriol Junquerasy el clima de diálogo generado en el día a día. Por ello, en medios soberanistas se apuesta por que Puigdemont fuerce a Quim Torra a convocar elecciones autonómicas a finales de octubre.
A partir del próximo 28 de octubre, Quim Torra puede disolver el Parlament y llamar a nuevas elecciones autonómicas. Y lo hará cuando lo diga Puigdemont. Ni la ‘consellera’ de Presidencia, Elsa Artadi; ni el grupo parlamentario de JxCAT que controla el radical Josep Costa, y no digamos el vicepresidente catalán, el republicano Pere Aragonès, podrán impedirlo. En este momento, la fidelidad de Torra a Puigdemont es a prueba de bombas. Fuentes del Palau confirman que Puigdemont se conecta por videoconferencia con Torra y su equipo más estrecho casi cada día.
Puigdemont no quiere un acuerdo, no quiere un clima de preacuerdo, no quiere la antesala de un acuerdo, porque si el pacto con Madrid se materializase al margen de una secesión efectiva, él se desvanece políticamente residiendo a 1.344 kilómetros de Barcelona.
ERC le está acorralando. Junqueras se encuentra en la cárcel, pero tanto el Gobierno como otros actores, como el lendakari, Iñigo Urkullu, lo consideran un interlocutor preferente. La jugada de colocar a Ernest Maragall como candidato a la alcaldía de Barcelona obliga a Puigdemont a asumir un papel subsidiario en estos comicios. Su mejor carta es conseguir un número dos en una lista de ERC que le aporte cierto relumbrón. Muy poco para una líder que ha prometido la independencia a los catalanes.
En los últimos días, Junqueras ha ganado protagonismo y al mismo tiempo los socialistas no hacen más que enviar mensajes conciliadores. Que la delegada del Gobierno, Teresa Cunillera, diga que lo mejor sería un indulto; que el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, visite Cataluña y se muestre tan conciliador… El otoño ha empezado, pero no está siendo lo caliente que prometió Torra en su conferencia en el TNC.
Búsqueda de aliados
En el Parlament, la tensión se puede cortar con un cuchillo. En Barcelona, ayer fue festivo, pero en estos tres días no ha habido reuniones para pactar nada entre JxCAT y ERC. El riesgo de que el día 2 de octubre no se pueda celebrar el pleno sobre política general es cada día más grande, porque el independentismo se divide más cada día que pasa y no se ponen de acuerdo sobre cómo acordar la suspensión de los seis diputados encausados, entre ellos el propio Puigdemont.
Pero Puigdemont no está acabado. Está enfrascado en la búsqueda de aliados y los encontrará. La CUP le dará apoyo. De hecho, el grupo parlamentario de JxCAT se encuentra en este momento más cerca de la CUP que cualquier grupo parlamentario.
Puigdemont cuenta con dos socios para que el avance electoral juegue a su favor: el apoyo de la CUP y de la ANC. En resumen, el respaldo de la calle
También se apoyará en la ANC. Su presidenta, Elisenda Paluzie, comparte sus sensibilidades, y con estos mimbres y la conexión con Torra, Puigdemont intentará unas nuevas elecciones autonómicas que le permitan volver a derrotar a los republicanos en las urnas y reforzar JxCAT.
Limitación legal
El Parlament no se puede disolver hasta el 28 de octubre. Cuando por segunda vez se adelantan las elecciones, la ley marca que al menos se tiene que esperar un año. De no ser así, fuentes del entorno de Waterloo apuestan por que Puigdemont adelantaría los comicios. ERC quiere batirle en las municipales. La estrategia de Puigdemont pasaría por adelantarse. O incluso, aún peor para los republicanos: hacer coincidir las catalanas con las municipales, con Jordi Sànchez de candidato-mártir-preso. Junqueras le ha cambiado a Puigdemont el cartel electoral apostando por Ernest Maragall. Ahora, Puigdemont podría darle la vuelta a la tortilla y convertir las municipales en unos comicios subsidiarios de las autonómicas, un escenario que en Bruselas creen que le beneficiaría.