FERNANDO ONEGA
Me preguntó un señor en la calle: «¿Usted cree que puede empeorar?». Creí que se refería al resultado de las elecciones y le di una respuesta de Mosteiro: «De peores hemos salido». Pero el señor era un sufrido y poco resignado militante del Partido Popular que quería saber si en su partido se iba a cumplir la Ley de Murphy, con lo cual tuve que ponerme casi en plan Pablo Casado y tranquilizarle con cosas como «ya verá usted cómo un partido de tanta historia sabe levantar cabeza y recuperarse, ya verá cómo mejora en las elecciones de mayo», y esas lindezas que decimos a los enfermos.
La escena se produjo por la mañana, antes de que el presidente del PP cambiase su cara de funeral del domingo por la promesa de volver a levantar el partido «piedra a piedra». Si la conversación hubiera tenido lugar después, le hubiera dicho otra cosa. Le hubiera dicho: «Espero que la autocrítica que empiezan a hacer en Génova esté mejor orientada». Es que el señor Casado descubrió una nueva forma de catarsis: echar la culpa a los demás. Por ejemplo, que Ciudadanos y Vox no hicieron campaña contra Pedro Sánchez, sino contra el PP.
Nadie lo puede desmentir: si alguien habló de «derechita cobarde» han sido los dirigentes de Vox. Y si alguien se enfrentó a Casado en los debates televisados, ha sido Albert Rivera, aunque nunca ocultó su intención de gobernar con el Partido Popular. Pero tampoco se puede desmentir que quien asumió la tesis de Vox ha sido el PP; que quien el último día de campaña ofreció a Vox entrar en el gobierno ha sido el propio Casado; que quienes estuvieron en la Plaza de Colón han sido los miembros del tridente y que, si hubo una contienda por el liderazgo de ese bloque, los tres líderes han competido. Tan visible era la pelea, que varias veces hemos escrito que cada uno de ellos no buscaba tanto ganar las elecciones como ser el primero entre los afines.
Así que no se equivoque el Partido Popular en lamer las heridas con disculpas candorosas. Si pretende reconstruirse piedra a piedra, tiene que mirar menos atrás. Tiene que restablecer la unidad interna, porque hay un ejército de marginados formado por gente muy respetada. Tiene que darse cuenta de que está emparedado entre Vox, que le quitó los votos más conservadores, y Ciudadanos, que le quitó los votos progresistas. Tiene que romper esa pinza que le atenaza. Y, para ello, tiene que encontrar un lenguaje, un mensaje propio. No basta decir en un eslogan «centrados en tu futuro», sino saber que centrarse es una ideología y el futuro es algo que un partido concreta en un programa. Y debe saber que el centrismo no es una proclamación verbal, sino una actitud. ¿La tiene este Partido Popular? Hace tiempo que nadie la ve.