ÁNGEL MONTIEL
El delegado del Gobierno, José Vélez, lanza una propuesta teórica a López Miras: «Adif no tendría inconveniente en ceder al Gobierno regional la realización de las obras del AVE, ya que el presidente parece tener la solución para llevarlas a cabo en el plazo previsto para no perder los 1.300 millones de euros de la Unión Europea y sin necesidad de clausurar provisionalmente las líneas de cercanías»
El delegado del Gobierno, José Vélez, me ha dicho un pajarito, está decidido a hacer una propuesta al Gobierno regional: «Adif no tendría inconveniente en ceder a López Miras la realización de las obras del Ave, ya que el presidente parece tener la solución para llevarlas a cabo en el plazo previsto para no perder los 1.300 millones de euros de la Unión Europea y sin necesidad de clausurar provisionalmente las líneas de cercanías». Solo pone una condición: «Que hagan las obras, y cuando las concluyan recibirán los 3.000 millones de su coste total, no vaya a ser que si se los adelantamos se los gasten en otra cosa, como suelen hacer con el dinero que reciben del Gobierno central».
¿A QUIÉN CREE USTED? Es un órdago a la grande, aunque la pena es que se limite a un recurso retórico. Ahora bien, para clarificar las cosas, el Gobierno regional debería aceptar el órdago y convertir lo retórico en teórico. Es decir, podría elaborar un plan técnico en el que se detallara con rigor y precisión que es posible realizar ese conjunto de infraestructuras ferroviarias sin dejar por el camino los fondos europeos y manteniendo el tráfico cotidiano de las líneas a Cartagena, a Madrid, a Lorca y a Águilas. Los técnicos de Adif dicen que tal cosa es imposible, pero siempre es bueno procurar un segundo diagnóstico.
Porque usted ¿a quién cree? ¿A los técnicos de Adif o al consejero Díez de Revenga y a la portavoz del PP, Miriam Guardiola? Una respuesta juiciosa sería: a ninguna de las dos partes. Claro, pero cuando las disyuntivas son muy claras y solo admiten una verdad a cara o cruz (¿cortamos las líneas o no las cortamos?), la pregunta resulta pertinente. Sin embargo, en este caso hay un perceptible desequilibrio: de un lado hablamos de técnicos, y de otro, de políticos.
Pareciera que en cuestión de realización práctica de obras públicas debiéramos considerar como de mayor rigor los criterios de los técnicos: ¿de quién si no? Pero para todo hay una pega, que en este caso es: los técnicos de Adif, que lo son de una empresa pública del Estado inscrita en el ministerio de Fomento, no son imparciales. Opongámosles, pues, un estudio científico alternativo de los técnicos de la Comunidad autónoma. Ah, pero una vez que hemos desacreditado a los técnicos del Gobierno central costará poco hacer lo propio, por la otra parte, de los técnicos del Gobierno regional. Así, hemos llegado al punto en que la opinión de los técnicos no sirve para nada. Y esto es gloria bendita para liberar la confrontación política, territorio en que tan gozosamente se desempeñan nuestros representantes.
FUERA LOS TÉCNICOS. El Gobierno regional dispone de holgada experiencia en desacreditar a los técnicos de cualquier especialidad, aunque cabe apreciar a su favor la excepción con los del sector sanitario durante la pandemia. Ahí se sujetaron, incluso contra los impulsos del líder nacional del PP, Casado, pero es que éste no tenía que administrar la situación. Sin embargo, los técnicos del Instituto Oceanográfico o los del Colegio de Biólogos, que contradicen la posición del Ejecutivo autonómico de abrir las golas del Mar Menor al ya te veré, no los admite de recibo. Con más razón desestima el plan técnico de Adif, pues aquí todos sabemos cómo se trazan las vías del tren y qué entrenador debe fichar el Barça.
EL CONSEJERO Y LA PORTAVOZ. Bien, neutralizados los técnicos se supone que hemos de creer a Díez de Revenga y a Guardiola. El primero, aunque no parece darse cuenta, utiliza contra el Gobierno central los mismos argumentos que cabría aplicarle a él en su condición de consejero de Transportes, pues como tal se dispone a ceder al ayuntamiento de Murcia la gestión de las líneas públicas periféricas sin dotarlas de un solo euro y con una empresa concesionaria cuyo contrato hace tiempo que concluyó, de manera que su servicio se produce mediante sucesivas e inexplicadas prórrogas y, por tanto, sin que se den las condiciones de actualización y cumplimiento de las normativas de alcance. Díez de Revenga, que ha convertido el transporte público murciano, por utilizar sus propios términos, en una isla autobusera, predica mucho y da poco trigo. Sorprende que tenga tiempo para gestionar asunto alguno dado su prolífico activismo en redes sociales, en las que ha acuñado un lema llorón acorde con la política victimista del Gobierno al que pertenece: «Sabemos cómo solucionar los problemas, pero Sánchez no nos deja». Dan ganas de proporcionarle un pico y una pala y ponerlo a gestionar.
En cuanto a la portavoz Guardiola, entrenada para el cargo en las tertulias de Tele7Miras, es el caso de quien se ha hecho colocar con toda seguridad un chip en una de sus orejas con una grabación robótica que le apunta, con puntos y comas, el argumentario oficial del PP con todas sus letanías, consignas y frases hechas, sin poner intelectualmente algo propio, una idea, una ocurrencia que no esté ya gastada. Es el triste destino de los portavoces orgánicos: cuando hablan, se puede ir por delante de ellos previendo lo que van a decir, como cuando seguimos la locución de un partido de fútbol por radio mientras vemos las imágenes por televisión y cantamos el gol antes de que lo veamos.
Gu, gu, gu. Así, técnicos fuera y políticos quejicas, hemos llegado a este nivel de debate. La tesis del PP es que Pedro Sánchez castiga a la Región de Murcia. ¿Y por qué lo hace? Porque los murcianos no votamos al PSOE con la debida ansia. Está enfurruñado con la Región y nos quita caprichosamente las líneas ferroviarias de cercanías para fastidiarnos. Hay matices: según unos portavoces, Sánchez no piensa nunca en esta Región, está en sus lejanías; según otros o los mismos, depende del día, piensa en ella a todas horas para intentar joderla. A ese tope de infantilización quieren llevarnos, a ese nivel argumentativo. El debate político, en la guardería. Tal cual. No hay más.
Lo que no se explica, en tal circunstancia, es que con motivo de la reforma ferroviaria la Región de Murcia reciba 3.000 millones de euros, una inversión insólita en su historia autonómica, cifra que yo mismo hay días que no suelo llevar en suelto.
VÉLEZ ES MASOCA. Vale. Aceptemos barco como animal marítimo. Sánchez nos odia. ¿Y Vélez? Aspira a la secretaría general del PSOE para sufrir martirio. Y después aspirará (esto ya podemos asegurarlo con plena rotundidad) a liderar la candidatura electoral a la presidencia de la Comunidad porque su naturaleza es masoca. Compatibilizará el liderazgo de los socialistas con la delegación del Gobierno porque disfruta aventando malas noticias expresamente facturadas para los murcianos. A Vélez le encanta cerrar las líneas de cercanías porque gracias a la movilización del PP (y, sorprendente y cándidamente, también de Podemos, pero esta es otra historia), perderá las elecciones, a conciencia y ya con toda seguridad. Ou, Ehj, Je, Gugú. Seguimos en la guardería.
La pregunta es: ¿Quiere el PSOE derrochar gratuitamente el crédito adquirido con sus actuaciones recientes en la Región en política ferroviaria mediante una decisión impopular si pudiera evitarla? Me reconozco ingenuo, pero no me cabe en la cabeza.
CERCANÍAS OLVIDADAS. Escribo estas líneas desde la terraza de un hotel de Lorca, adonde me desplacé ayer en el tren de cercanías, y mañana volveré a Murcia en él. El próximo fin de semana no podría ya hacerlo por el cierre de la línea. A finales de agosto viajé a Águilas en ese mismo tren, y en un cierto largo tramo, antes de llegar a la estación de Jaravía, volví a experimentar la sensación de ser un personaje de diligencia en una película de John Ford, a la espera de que aprovechando la velocidad al ralentí y la soledad de la quebrada apareciera sobre alguna colina la banda de los Dalton dispuesta a despojar al menguado pasaje de sus pobres pertenencias. En el fondo, sufrí una decepción al constatar que ni siquiera un comando de indios apreciara nuestras, en mi caso, clareadas cabelleras.
De lo que dudo es de que Revenga, Guardiola y el resto del staff hayan sido usuarios, siquiera una sola vez, de estos destartalados convoyes que transitan por vías de las que, los que tenemos información sobre su estado, el espíritu de supervivencia nos invitaría a evitarlas. Apuesto a que ninguno de los mandamases ha utilizado jamás este servicio porque en tal caso se habrían apresurado a pedir las competencias de gestión, como hace tiempo hiciera la Comunidad Valenciana, algunas de cuyas líneas interiores tengo probadas, sobre todo en Alicante, y en mi opinión son eficientes, cómodas y hasta divertidas, prácticas y disfrutables.
MALESTAR E IRRITACIÓN. Es imposible no compartir con muchos el malestar por la supresión temporal de los cercanías, entre otras cosas cuando se es usuario frecuente de ellos, como es mi caso, pero también es inevitable expresar irritación por el hecho de que el Gobierno regional se acuerde ahora de este servicio a la vista de que en su largo historial de gestión jamás ha reparado en lo cochambroso de su estado. Son líneas que transcurren por el interior de la Comunidad, como la de FEVE de Cartagena a Los Nietos, y en consecuencia deberían ser competencia de la Comunidad. El Gobierno debería haberse hecho cargo de ellas, como en el caso de otras autonomías con probado éxito.
Y es que estamos comprobando que el coste brutal que significa la estructura del Gobierno autonómico murciano no se compadece con su responsabilidad competencial. El Mar Menor no es cosa suya; el Ave debe venir por arriba contra la opinión de los ciudadanos; la comunicación ferroviaria de mierda debe mantenerse si el Gobierno central pretende modernizarla actuando sobre las vías en que es incomparable hacer obra y transitar… Aquí, cuando aparece un problema estructural grave, el Gobierno se lava las manos y alude a la Administración central, aunque él mismo, en su larga trayectoria, lo haya producido (Mar Menor) o lo haya desatendido (la comunicación ferroviaria). ¿Para qué querríamos un Gobierno que no quiere gobernar y todo lo reduce a figurar?
Más triste es constatar que la insólita preocupación del Gobierno regional por las cercanías ferroviarias responde al intento de desplegar una cortina ante el Mar Menor, una especie de cambio de cromos en el foco de la actualidad para imponer otro discurso victimista, dado que en lo que se refiere a la laguna salada no cuela. Pero antes de ver a López Miras encabezando la manifestación por el mantenimiento de las Cercanías en su actual estado, que todo llegará, el Gobierno regional haría bien en disponer de un soporte técnico convincente que contradijera a los expertos de Adif. Y así pasaríamos de la propuesta retórica de Vélez a una propuesta teórica de López Miras. Y es que ya la madre de Boabdil el Chico lo adelantó con mucha sabiduría: «No llores como vocacional victimista por aquello que no supiste defender desde el Gobierno». Era algo así.