Conocida es la expresión “el rey reina pero no gobierna”, como forma de resumir en pocas palabras la gobernación de un estado cuando en éste radica la soberanía en el pueblo y se rige por un parlamento y una ley suprema, carta magna o constitución.

Pero esta frase también puede servir para aquellos casos particulares donde a efectos prácticos puede darse esa sensación de representatividad. Y eso es algo que podríamos entrever a poco que nos fijemos en nuestro entorno más próximo, porque la bicefalia del poder aparece, a efectos prácticos, un tanto desdibujada. 

A mi modo de ver, esto es algo que se evidencia a poco que nos fijemos un poco en los detalles. En efecto, en los últimos meses creo que no han faltado ocasiones en las que hemos podido constatar ese difícil maridaje que supone la gobernación local, donde los tiras y aflojas, y los roces en las redes sociales, dan buena cuenta de ello.

Visto desde fuera es como si en la práctica se quisiera actuar como si de dos equipos de gobierno se tratara, como si fueran de pueblos distintos, cada uno con su plena autonomía y sin tener que dar cuentas a los socios de aventura. Sin embargo, el ciudadano de a pie lo que percibe es el todo, es decir, el conjunto y no las partes. Con lo cual la cosa se complica.
                                                                                                             

Para algunos se trata de un doble juego en el que ya cuentan con experiencia acumulada, y no hay que irse muy atrás, baste recordar el ensayo del “cuatripartito” que, como ya es sabido por todos, quedará en la memoria de todos los mazarroneros como lo que fue y perfectamente reconocible por sus logros, que fueron ninguno.

El caso es que ahora nos encontramos en una experiencia dual en la que, como ya hemos apuntado desde esta columna de opinión, prácticamente no hemos visto casi nada. El día a día se va consumiendo en las actuaciones habituales y la cosecha sigue a cero, es decir, que cuando trazamos la línea y hacemos la suma el resultado, como pueden imaginar es…cero.

A mitad de legislatura, si nos ponemos a puntuar los respectivos programas políticos previos a las elecciones pasadas, nos llevaríamos una buena sorpresa de lo que iba a ser y lo que realmente está siendo esta legislatura. En cualquier caso, todavía quedan muchos meses por delante, pero como ya se ha visto bastante de la línea por la que va cada uno, en su libre devenir, personalmente no espero sorpresas demasiado chispeantes.                                                                             

Imagino que ese planteamiento que todo el mundo pudo escuchar desde los micrófonos de este medio de comunicación será el sello de esta legislatura, o por lo menos así lo parece.

Es decir, la idea que se podía extraer fue de que mientras que se nos deje hacer a nuestro antojo todo irá bien y, en caso contrario, sobrevendrán los problemas. Al menos, así se entendió si no estoy equivocado. El caso es que aquellas palabras parece que van marcando cada una de las horas del reloj de la gobernación y hasta es posible que esas horas se estén haciendo terriblemente pesadas para algunos de los integrantes del “bipartito”.                                                                           

Pero hay una sombra que cada vez voy viendo con mayor claridad en el horizonte y creo que es una inquietud que debería ser compartida. Verán ustedes, si nos acercamos a nuestra propia historia veremos cómo hace un siglo Mazarrón estaba gobernado por una clase política que prácticamente podríamos considerar imperecedera, es decir, que en ella se contaba con elementos que se pasaban años en política, unas veces de concejales, otras en el desempeño de funciones menores y, las más, ocupando la alcaldía en varios años dentro de un dilatado periodo de tiempo.

Por eso hablamos de una oligarquía, porque era una situación donde el poder se concentraba en las manos de unas pocas personas pertenecientes a una clase social privilegiada, y de caciquismo, porque el poder era regentado por representantes de ese grupo de gobernación alternándose en él para, en última instancia, no perder esa esfera de poder.                                    

En este sentido, hemos de decir que la tradición política local se mantiene bastante próxima a ese antiguo esquema y, si no de una oligarquía porque afortunadamente los tiempos han cambiado mucho, al menos si podemos hablar de un cierto estatismo dentro de la gobernación local. Por eso, se me ponen los pelos de punta cuando creo ver situaciones de connivencia en asuntos donde debería existir una abierta confrontación, basada en lógicos criterios ideológicos y del papel que ha de jugar en democracia una oposición, por citar algunos.

Y, sin ir más lejos, el episodio vivido en el que ya ha pasado a la historia como “el pleno de los millones”, es decir, esa sesión plenaria en la que se nos vino a decir que se llevaban menos millones que en la anterior porque no iba a dar tiempo a gastárselos todos de aquí a fin de año. Y todo ello en medio de un clima donde, en mi opinión, se echaba de menos lo que debería ser el auténtico papel de una oposición. Así que uno ya no sabe qué pensar, ni si nos encontramos ante aquello que el propio Karl Marx nos vino a decir con aquella lapidaria frase “la historia ocurre dos veces: la primera como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. Juzguen ustedes mismos.                                                                                                                            

 

EDITORIAL “LA VOZ DE MAZARRÓN”