España vuelve al club de los países económica y financieramente fiables con todas las credenciales. Primero Fitch y después Standard & Poor’s devolvieron la nota de la deuda soberana a «A-», una suerte de notable. Ayer Moody’s elevó un escalón su «rating», en este caso a «Baa1», un aprobado más que alto. El país recupera así la plena confianza de todas las agencias de calificación por primera vez desde febrero de 2012, antes del rescate bancario.
La mejora de la calificación por Moody’s es particularmente significativa porque llevaba cuatro años, desde la salida de la recisión, sin mejorarlo, y su nota se había quedado por detrás de las de Fitch y S&P, de ahí que en el mercado esa «Baa1» con perspectiva estable se considere casi también un notable.
Los argumentos que usa no difieren mucho de los de sus dos rivales. Ayer, destacaba «la mejora de la resiliencia económica del país debido a un perfil de crecimiento cada vez más equilibrado y una mejora de los fundamentos del sector bancario, que superan los factores políticos e institucionales».
También Moody’s, hasta ahora más pendiente de Cataluña, antepone así los fundamentales macroeconómicos por encima de la incertidumbre política catalana. Las tres agencias estiman que el impacto del desafío secesionista es limitado y todas ellas siguen viendo la independencia como algo improbable, más aún desde la aplicación del artículo 155 de la Constitución.
«La crisis política en Cataluña ha disminuido un poco y parece que no ha provocado ningún deterioro en las políticas macroeconómicas hasta la fecha», reconoce Moody’s, que en todo caso descarta una nueva mejora a medio plazo al entender que el Gobierno, dada la fragmentada situación parlmentaria, no tendrá fácil abordar nuevas reformas estructurales.
«Estas subidas del rating se traducen en la mejora de la confianza de los inversores hacia la economía española. La prima de riesgo se ha reducido en más de 40 puntos básicos frente a la deuda alemana en lo que va de año, hasta los 70. Estos niveles no se observaban desde 2010», valoró anoche el ministro de Economía, Román Escolano.
Lo que Moody’s descata respecto a la recuperación de la economía nacional no es tanto que el PIB esté creciendo anualmente al 3%, como la calidad y sostenibidad de ese crecimimiento. «La estructura de la economía española ha cambiado de forma que es más robusta a posibles shocks», dice, señalando el tirón del consumo de los hogares, pero también la mayor inversión y, sobre todo, el sector exterior, lo que se ha traducido en un superávit por cuenta corriente persistente, que según Moody’s se mantendrá en el entorno del 1,7%-1,8% en los próximos años.
Moody’s descata de forma particular en su informe de evaluación de la economíoa española el saneamiento, recapitalización y reestructuración del mapa bancario español, concluyendo que los bancos han dejado de ser un peso para el riesgo crediticio del país. Más aún, celebra la forma en que se solventó la crisis del Popular, «sin un impacto significativo en la estabilidad financiera», explica.
El cambio de la economía española ha sido incuestionable. El año pasado cerró con cifras especialmente positivas: encadenó tres años de crecimiento superior al 3%, creó medio millón de empleos netos y situó la tasa de paro en el 16,5%. Además, fue al año en que el PIB recuperó su nivel previo a la crisis y, quizá lo más apreciado, con una composición que ha cambiado significativamente en comparación a la de 2008, como señalan Moody’s y el resto de agencias de calificación.
«Esto es el resultado de la importante transformación estructural que ha tenido lugar en la economía española en los últimos años», señala AFI en un informe reciente. Quizá el mayor logro sea el haber conseguido estimular la demanda externa. La aportación de las exportaciones ha pasado de los números rojos a ser positiva en unos 53.000 millones «gracias no sólo al notable aumento de las exportaciones en sí mismo, sino también a una reducción de las importaciones de unos 27.000 millones», explica la firma de análisis.
A ello hay que sumar la recuperación del consumo tras su parón durante la crisis. Ahora bien, su aportación al PIB es menor que antes ya que el empleo no se ha recuperado al mismo ritmo que la actividad. El resultado de esta diferencia de velocidades es quizá el talón de Aquiles de nuestra economía. La remuneración de los asalariados aún está unos 10.000 millones corrientes por debajo del nivel precrisis.
No obstante, los nubarrones siguen presentes en el horizonte. Desde el punto de vista internacional, el principal riesgo llega por un encarecimiento del petróleo por encima de lo previsto. Moody’s apuntaba ayer además a la elevada carga de la deuda pública. «Es probable que siga por encima del 90% del PIB durante algunos años», avisa. Los economistas tampoco pierden de vista que las ganancias de competitividad de los últimos años han estado sustentadas en el ajuste salarial y la contención de los precios, lo que permitió impulsar las exportaciones. Una vez que las presiones salariales parece que comenzarán a aumentar, es posible que la pérdida de competitividad se acentúe.
FUENTE: ABC